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La última vez que estuve en Madrid sufrí un sonrojo mayúsculo. Salía de un bar con una caña en la mano y poco les faltó ... a dos camareros para agarrarme del cuello. Ni que fuesen policías, pensé. «Eh, que no se puede consumir fuera del local», me gritaron. «Que al que se le cae el pelo es a mí y no a ti si aparece algún agente», se quejó el hostelero. De inmediato pensé en lo bien que se vive y bebe en mi ciudad, en Bilbao, claro.
Bilbao sí que es diferente. Y que siga siendo así. Qué maravilla eso de caer en una terracita y tomarse un buen trago tranquilamente. Más si es al sol. No tiene precio. El problema de tipos como yo, a los que difícilmente le pillaría la casa dentro si se le cayese algún día, es que desearíamos ver muchas más terrazas. Que no es lo mismo tomarse una cañita de pie que sentados.
Claro que para sí quisieran algo parecido en Sevilla, donde el Ayuntamiento mantiene desde hace meses una guerra con los hosteleros al reducir el espacio de los veladores, que es como se denominan en la capital hispalense a las terrazas. La historia es que el Consistorio andaluz ha ampliado de 1,5 metros a 1,8 la distancia que debe guardarse desde la fachada de bares y restaurantes para permitir el paso de los transeúntes por la vía pública.
Normativas de este estilo apenas tienen trascendencia en Bilbao, pese a que las aceras cada vez aparecen más pobladas y a veces hay que sortear una carrera de obstáculos para caminar sin dificultades. Pero en la capital vizcaína ancha es Castilla desde que en 2016 el Gobierno vasco dio luz verde al consumo fuera de los establecimientos.
Responsables municipales del Ayuntamiento bilbaíno explican que «en nuestra ordenanza de espacio público» sólo se menciona el botellón como actividad prohibida. «Si las consumiciones se adquieren en un local de hostelería, se pueden consumir fuera del mismo. Lo mismo que si se compran en un establecimiento con autorización de espacio público, bien sea en txosnas de fiestas o food trucks».
Durante la tramitación parlamentaria de la Ley, a propuesta del PNV, insisten las mismas fuentes, se propuso limitar ese consumo en vía pública, pero la mayoría del resto de formaciones políticas desestimó la medida. Que al PNV le saliese el tiro por la culata es algo que nunca dejaremos de agradecerle. Los que peinamos canas y hemos vivido la calle como si fuera el salón de nuestra casa, lo de encerrarnos es algo que no va con nosotros.
Lo cierto es que tanto en Bilbao como en el resto de municipios vizcaínos cada consistorio puede regular esta cuestión a través de la correspondiente ordenanza local. Mientras, solo hay que echar un vistazo a lo que pasa en otras comunidades autónomas. En Barcelona, por ejemplo, el gobierno municipal de Jaume Collboni pretende endurecer las multas por orinar, pintar grafitis, masturbarse y... beber en la calle. Todo con tal de «fomentar y garantizar» la convivencia ciudadana. Tan en serio parece habérselo tomado el regidor que prepara sanciones de entre 750 y 1.500 euros para quienes consuman alcohol en la vía pública si se hace en presencia de menores.
Pero en Bilbao no será necesario llegar a estos extremos porque, afortunadamente, para potear, txikitear o como queramos llamarlo, la calle es nuestra.
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