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Ana Ortega en su consulta.
«Me han llegado a pedir la placenta para enterrarla y hasta para hacer batidos»
Día Mundial de la Matrona

«Me han llegado a pedir la placenta para enterrarla y hasta para hacer batidos»

Euskadi cuenta con 401 matronas, las profesionales encargadas de acompañar a la mujer en todas las edades de su vida

Irene Madrera

Bilbao

Sábado, 6 de mayo 2023, 01:09

Después de estudiar enfermería, Ana Ortega se marchó en 1993 de cooperante a África, donde permaneció durante siete años. A su regreso, en 2000, empezó a ejercer de matrona tras pasar un exámen y «especializarme». «Fue lo mejor que he hecho, llevo ya 23 años y para mí es un regalo». Empezó a trabajar en el hospital de Cruces, pasó por Basurto y Mendaro, y ahora ejerce en la Atención Primaria en Orduña, Galdakao y Llodio. Ayer, 5 de mayo, e celebró el Día Mundial de las Matronas, que en Euskadi son 401 matronas.

-¿Es muy distinto ser matrona en un hospital que en Atención Primaria?

-Sí, en el hospital atendemos sobre todo las urgencias, es decir, el parto. En Atención Primaria hacemos citologías, consultas de primeras reglas, menopausia, anticonceptivos… La forma de trabajar cambia y aprendes mucho de cada una.

-¿También abarcan la parte de interrupción del embarazo?

-Sí, por supuesto. De hecho, después de estar tanto tiempo en el hospital atendiendo partos, cuando empecé en el ambulatorio recibí a una chica que me dijo que estaba embarazada y mi primera reacción fue decirle: «Zorionak!». Ella puso una sonrisa irónica y me dijo a lo que venía realmente.

-¿Se sienten valorados por la sociedad?

-Por parte de nuestras pacientes sí, todas están muy agradecidas. Por el servicio público, no tanto. Somos 401 matronas en toda Euskadi y actualmente solo 139 estamos en Atención Primaria, por lo que cada una debemos tratar a una media de 8.100 mujeres, cuando lo recomendado es de unas 3.000. Nuestro mayor problema son las sustituciones, cuando una de nosotras está de baja o de vacaciones, el resto asume el trabajo de ellas. También los turnos, que son de doce horas... Agotadores.

-¿Cuál es la mejor parte de su trabajo?

-La mejor parte es el privilegio de acompañar a la mujer en momentos importantes de su vida. Es cierto que el parto es súper ilusionante. Sin embargo, cuando un embarazo acaba en un aborto, en muerte fetal, es muy triste, muy duro. Además, es más habitual de lo que pensamos, uno de cada cinco embarazos acaba en aborto. Cuando sucede esto intentamos escucharlas y que no se sientan solas con su dolor.

-¿Cómo ha cambiado su profesión en estos 30 años?

-Lo primero que me sale decir es: ¡Cuánto hemos mejorado! Antes no teníamos tanto campo de acción y solo se centraba en el embarazo, puerperio y la lactancia. Ahora podemos atender muchas más áreas que antes: citología, anticoncepción, posparto, menstruación, menopausia, aborto... Es cierto que antes había muchos embarazos y sólo con atenderlos ya estábamos todas ocupadas.

-¿Qué le gustaría que cambiara?

-Nos gustaría poder dar una mejor atención, así que aumentar la plantilla sería muy positivo. También la formación que nos da Osakidetza es muy escasa y muchas veces tenemos que acudir a empresas privadas para ponernos al día. Luego, respecto a las herramientas que tenemos, sería más cómodo poder tener equipos de monitorización fetal con wifi y prescindir de tanto cable, aunque sabemos que es caro. De hecho, en Orduña atiendo en una camilla que tiene 100 años, no es eléctrica, es de hierro y ni sube ni baja.

-¿Alguna vez le han hecho alguna petición rara?

-Alguna, sí. Me han pedido llevarse la placenta a casa para enterrarla y hacer una ceremonia o incluso hacer un batido con ella, pero eso está prohibido, no se puede sacar del hospital. Una vez, una chica fue a parir acompañada de su madre y la madre pidió tocar la placenta. Le dimos unos guantes y le dejamos cogerla. De repente, la acercó a la cara de su hija y empezó a frotársela. Nos quedamos de piedra... Al parecer era algo cultural de su región de origen.

-Tendrá mil anécdotas...

-Una vez estábamos en un parto con una pareja. Ella llevaba un rato empujando y tenía los labios muy agrietados de gritar. Así es que le di vaselina a su marido y le dije que se lo echara en los labios para calmarlos. Me di la vuelta para volver a ponerme unos guantes estériles y, al girarme, vi que se lo estaba aplicando en los labios de la vagina, no en la boca.

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