Un joven de Bilbao fallece al ser arrollado por un conductor drogado y ebrio

Se da la circunstancia de que se trata del segundo siniestro mortal que se produce en esa misma carretera -y prácticamente en el mismo punto kilométrico- en apenas cuatro días. El pasado lunes, un camionero de la localidad riojana de Jubera de 57 años perdió la vida tras salirse de la calzada en el kilómetro 28 de esta misma autovía, una de las más utilizadas del territorio.

El accidente del miércoles se produjo sobre las 3 de la tarde en el kilómetro 27 de la N-637, en sentido Barakaldo, cerca de la conexión con la AP-8. El joven sufrió una avería y tuvo que detener su vehículo en el arcén. Poco después, un vehículo impactó de lleno contra la parte trasera del coche de la víctima, que permanecía dentro del auto. Al parecer, circulaba a más velocidad de la permitida en un tramo limitado a 100 kilómetros por hora. Según las mismas fuentes, el chico ya se había puesto en contacto con la aseguradora para recibir asistencia en carretera. El siniestro quedó grabado por diversas cámaras de seguridad.

El joven fue conducido de urgencia al hospital de Cruces. Llegó en parada cardiorrespiratoria. Sufría daños cerebrales y graves lesiones en las costillas, la espalda y el hígado, entre otros órganos. El impacto fue tan brutal que el coche quedó «totalmente destrozado» y la carretera tuvo que ser cortada varias horas. El tráfico no recuperó la normalidad hasta las seis de la tarde, según informó el miércoles la dirección de Tráfico del Departamento de Seguridad del Gobierno vasco. El joven de 33 años falleció en la tarde de ayer.

La Ertzaintza ha abierto una investigación que será remitida al juzgado. El supuesto responsable del accidente fue sometido a pruebas indiciarias de alcohol y drogas. Según las fuentes consultadas, los primeros tests arrojaron que había consumido alcohol en cantidades superiores a las permitidas y varias sustancias estupefacientes. Estos resultados deben ser confirmados ahora en el laboratorio de la Policía Científica.

El sospechoso se enfrenta a un posible delito de homicidio por imprudencia grave, castigado con penas de prisión de uno a cuatro años. Si se dan las circunstancias también podría llegar a ser acusado de conducción temeraria, que en su vertiente más básica se castiga con penas de 6 meses a 2 años de privación de libertad, según explican fuentes jurídicas.