Nadie tocó la chuleta. La decepción y el cabreo son malos condimentos. Todo se torció por una llamada. Jagger estaba afónico. Se suspendía el concierto ... de los Stones de San Mamés, en la guinda del centenario del Athletic. Todavía hoy se le revuelven las tripas cuando escucha sus canciones. Es parte de lo que supone organizar conciertos. Y Spasky lleva tanto en ello que guarda recuerdos como para llenar fonotecas. Es el más veterano. Por eso hablamos con él.
José Pascual Otalora nació en Bilbao en la clínica Aranguren y Otalora, de su tío José Luis. Bautizado en San Vicente, entró en la Veracruz y después en Jesuitas. Lo de Spasky fue cosa de los amigos. De Pascual pasó a Paski y de ahí a Spasky, inspirados en el ajedrecista Spassky, cuyas partidas con Fischer eran antológicas. Aunque lo suyo era más el vinilo que los alfiles. Fue cuestión de tiempo que acabara vinculado a la hostelería con banda sonora. Primero en el Poxpolo de Deusto. Después en la Eibarresa de Plentzia. A nadie extrañó que su librería Universal de Ledesma combinara cómic y novela con los discos. Aún recuerda las tertulias del Artajo, con los Kortatu, MCD y compañía. En esa época empezó a vender entradas. Lo de vivir entre bambalinas fue culpa del donostiarra Santi Ugarte. Se nota el cariño. Fue su mentor y quien le animó a llevar a Bilbao los conciertos que hasta entonces se hacían en la vecina Gipuzkoa. Dejó la tienda y se lanzó. Estamos en 1986.
La prueba de Fuego fue Chris de Burgh en la Casilla. Después llegaría Leonard Cohen. Gorordo y Ortiz de Arratia estaban empeñados en convertir al Botxo en una capital de conciertos. Llegaron artistas de postín como Neil Young y la Crazy Horse. Sonríe al recordar que se hospedaban en el Villa de Bilbao y nadie quería irse a la cama. Neil tocaba el piano del hotel, la banda y los presentes le acompañaban y las botellas se acumulaban en la barra. Tampoco olvida la noche en que Tina Turner actuó en Vista Alegre. Achicaron agua como para llenar diez pantanos. Pero ella no se amedrentó. Lo dio todo sobre sus infinitos tacones, mientras ellos se colocaban a ambos lados de la rampa por si resbalaba y se caía.
La lluvia siempre amenaza. Como el día de Pavarotti. Utilizaron un carrito de golf de La Galea para subirlo. Minutos antes, tras confirmar el centro meteorológico de Santander que no venían más nubes, el manager del italiano aceptó seguir. Más agradable fue la experiencia con The Cure. Año 97. Tras la exitosa actuación cenaron en La Granja. El veterano Samu bajó a la bodega y subió una botella de coñac para Robert Smith, que aseguró era lo mejor que había bebido en su vida. Pero si hablamos de emociones, señala a Frank Zappa con la bandera del Athletic o a Joan Baez cantando Txoria Txori, tras enseñársela su cuñado en el Ercilla. Podríamos seguir con buenas anécdotas. Asegura que las exigencias absurdas son más leyenda que realidad. Y, si las hubo, tuvieron su gracia. Como Chuck Berry cuando fue al Festival de Jazz donostiarra. Su mujer no le dejaba tocar el dinero, porque lo malgastaba, así que se inventaba incumplimientos de contrato para poner multas. Una fue que el Mercedes alquilado no era automático. 300 dólares. Y así se hacía con unos billetes.
Habrá más anécdotas. No lo duden. Porque ahora está al frente del BBK Legends. Este fin de semana tenemos nueva edición, con Alan Parsons entre otros. Pero ahora es Ane, su hija, quien está con los artistas. Él prefiere la grada, para contemplar un escenario donde están vetadas las pantallas. Viejo estilo, con una comodidad que no la supera ni el salón de casa. Hablamos de tomar un gin tónic viendo a su grupo favorito y sin apreturas. Era su sueño y lo está cumpliendo. Aunque ya piensa en el futuro. «Es lo que tiene ser de Bilbao», dice con una de sus carcajadas a modo de punto y seguido. Porque tengan claro que, con Spasky, los conciertos y los bises vitales están asegurados.
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