Lo veía como una de esas personalidades de la villa que forman parte del panorama habitual. Desconocía el trasfondo. Como ese abrigo en el que, ... pasados los años, descubres un bolsillo más. Maestro sastre, creador de moda y asesor de imagen. Eso reza en la página web de Javier de Juana. Pero hay más. Tiene que ver con el recorrido vital y profesional que, en este caso, van cosidos. Nació en la legendaria clínica La Gota de Leche el 1 de julio de 1944. Hijo de Alberto de Juana y Margarita Arroyuelo. Sastre y peluquera. Normal que la máxima en casa fuera lucir una imagen impecable. La cosa, además, venía de viejo.
Publicidad
Los de Juana llevan dándole a la aguja desde 1845. Resulta revelador el empeño por subrayar el arte de sus antepasados y de su padre. «Él era el gran sastre», insiste. Junto a su hermana Margarita y sus padres, vivió sus primeros 8 años en San Francisco. El progenitor trabajaba en la legendaria Sastrería Lozano. Era un excelente trabajador y el dueño entendió pronto que debía volar.
Le animó y, a cambio, Alberto jamás aceptó un cliente de su antiguo jefe. Cuestión de fidelidad. Fue por entonces cuando pasaron a Fika 49. Desde una de sus ventanas podía ver el patio de la cárcel de Larrinaga. De ahí se trasladaron a Villarías. Era tan escueto que dormía en una cama plegable, escondida donde tomaban las medidas a la clientela.
Evitar la ruina
El negocio creció y se mudaron a Achúcarro. Pasaron a ser sastrería con tienda. Todo iba bien, pero el destino decidió hacerles un siete. Un incendio, fruto de un cortocircuito, arrasa el local. Lo que no queman las llamas se queda inservible por el humo. La Aseguradora Aurora Polar, lo quiere destacar, se porta de forma impecable, evita la ruina y les ayuda a volver a empezar.
Publicidad
Lo hacen en Gran Vía 8. Si son de Bilbao de toda la vida lo recordarán. Elegante y diferente. Como su forma de vestir. Colorida y llamativa para una capital aferrada al azul marino y al pantalón gris. Pero él es así. Atrevido. Como en la creación del uniforme de la Ertzaintza. Dedicó mucho tiempo a estudiar vestimentas policiales y militares de todo el planeta. Quería basarse en la cultura propia y el cometido del cuerpo. Se inspiró en la Montada del Canadá.
Pensaba que una policía, a diferencia de los militares que necesitan camuflarse, debía ser disuasoria. Que el delincuente pueda verla y salir por patas antes de cometer el delito. El rojo a 10 metros lo detectamos en 216 milésimas de segundo. Además es el color de la autoridad entre los vascos desde siempre. Lo de la txapela y la chaqueta basada en el kaiku no hace falta explicarlo. Hay más detalles, pero se los guarda por discreción. Es algo que aprendió del padre.
Publicidad
Distancia justa para respetar y ser respetado. Cuando la gente se desnuda se sincera. Por eso vale más por lo que calla. Así que hablamos de otras cosas. Como el día que conoció a Marisa, su mujer. Una amiga común, Marijose, les presentó en una cafetería. Javier llegó con su imponente dogo alemán y ya nunca se marchó de su corazón. Lo contado son solo retales de una vida que merece más líneas.
Seguir el pespunte familiiar
Por ejemplo, cuando entró de aprendiz en Lozano y escuchaba a las compañeras comentar las cartas del 'Consultorio de la señorita Francis'. O cuando dejó los estudios, pese a ser brillante, para seguir el pespunte familiar. Y del orgullo que siente por su hijo Hugo y la forma que tiene de llevar la sastrería en la primera planta del Edificio Sota.
Publicidad
También hablaremos de sus éxitos en el judo, su pasión por los caballos o sus 20 años como presidente del Club de Sastres de España. De momento, pongamos el punto y seguido con una frase que resume su vida. «Me llaman el sastrecillo valiente». Pequeño tamaño, grandes ideas. De esas que no todo el mundo tiene y aún menos defiende. A veces no hace falta una espada para demostrar valor. Basta con una pequeña, hábil y simple aguja.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión