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Urraburu con Clemente delante de la avioneta. Javier Clemente
Bilbaínos con diptongo

El penúltimo vuelo de Montxo

Lunes, 3 de noviembre 2025, 00:06

«Estás loco si piensas que me voy a montar en ese trasto», le dijo un bigote a otro. Por un lado Azkuna. Por otro ... el periodista. Quería contar con el alcalde para una de sus entrevistas de altos vuelos. Pero el regidor miraba la avioneta y se le ponía mal cuerpo. Fue una de las pocas veces en que se le resistió un invitado. Antes y después sobrevoló la villa con gentes de renombre, como el lehendakari Ardanza o el por entonces jefe del banquillo de San Mamés, Javier Clemente. Si subir a Artxanda para ver cómo está el Botxo sin nosotros es un acto de bilbainismo, hacerlo desde su cielo debe ser alcanzar el Olimpo. Montxo Urraburu se nos fue hace dos sábados. Pero será recordado por sus domingos. Aquellos en los que convertía los cuatro vientos en su estudio de radio. Los que hicieron del Tximbo Loco uno de nuestros iconos más queridos. Por eso, y por mucho más, merece estas líneas.

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Montxo Urraburu Ramírez era una de esas personas que da igual dónde nazca. Es oriundo de una patria llamada radio. Primero en la Popu. Después en la Ser. Y lo hizo rodeado de las voces que marcaron a muchas generaciones. Si no lo vivieron déjenme que cuente la txirene historia del Tximbo Loco. Nació por la impotencia en las inundaciones de 1983. Las carreteras estaban cortadas y resultaba imposible llegar a ciertos lugares para contar la noticia. Así que Montxo se subió a un pesquero de su lugar de veraneo, Laredo, para llegar a un Bermeo especialmente afectado.

Fue entonces cuando, retiradas las aguas, pensó en una tercera opción. Ni tierra, ni mar. De ahí en adelante lo haría por aire. Contactó con el presidente del Real Aeroclub de Vizcaya, Pedro Díaz Cano, y le preguntó si estaban dispuestos a colaborar. Conseguida la avioneta quedaba convencer al jefe de la emisora. Ruiz de Velasco recibió la propuesta con inicial escepticismo. Pero era cabezón. Y lo logró. El programa empezó a emitirse el verano siguiente, junio de 1984, y permaneció en antena durante 17 años. De esa forma, el hombre que formó parte del Grupo Akelarre, hasta que uno de sus miembros le animó a presentarse a unas pruebas de la radio, subió su voz a las nubes.

El Tximbo Loco se sumó a nuestro lexicón como la baldosa y la banderilla de huevo

Partían del antiguo aeropuerto de Sondika y viajaban por Bizkaia, todos los domingos de junio a septiembre, entre las 12 y las 13 horas. Cuenta José Mari Amantes, amigo de Urraburu, que los entrevistados se confesaban mejor arriba. Sobre todo en esa media hora, fuera de antena, en la que aguardaban el aterrizaje. Hablamos de un tiempo en el que la Ertzaintza no disponía de helicóptero y ellos eran los únicos ojos capaces de ver la situación del tráfico, los accidentes o los incendios. Aunque por lo general resultaban viajes amables. Cosa que agradecía el periodista que ya sabía lo que era narrar desastres como la explosión de Ortuella o la caída del avión en el monte Oiz.

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Por eso agradecía los vuelos que compartía con su audiencia. Que era mucha, por cierto. Por eso se convirtió en parte del habla popular. El Tximbo Loco se sumó a la baldosa, a la banderilla de huevo y al vaso de txikito en nuestro lexicón. Hicieron bien en utilizar el nombre del pequeño pájaro y añadirle lo de loco, porque subir a los invitados a esa altura no era lo más habitual, ni aquí ni en ningún lugar. Suponía un riesgo. Que se lo digan a quienes con esa misma avioneta, la Piper, cayeron a tierra. Solo sufrieron heridas. Pudo ser peor. Ya no estaba destinada a los vuelos de Urraburu, pero en la noticia del periódico destacaron su pasado radiofónico. Ya les digo que era un icono. Por eso, en este lunes que todavía lleva olor a ciprés y a cementerio, recuerdo al periodista de la avioneta. Hay quien tiene humilde tumba, imponente panteón o discreto nicho. Pero pocos poseen las nubes para su eternidad. Por eso, esta mañana, he levantado la vista y he recordado a Montxo. Al hombre que puso su micrófono en el cielo de Bilbao.

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