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Tras la semana de 'hay que conseguir entradas para Manchester', me toca ahora la de 'vamos a remontar'. «Estáis locos», se me queja una persona ... cercana que, siendo rival y teniendo como pareja a una athleticzale que dejaría en simple aficionado a Pichichi, sabe que lo nuestro va más allá de la simple pasión. Que Bizkaia entera, y más allá, tiene una forma de ser y de sentir difíciles de explicar. A lo que hay que sumar el espíritu chirene de su capital.
Según pasan los días el disgusto se torna ilusión. No digo esperanza. Esa huele a debilidad. Lo nuestro es un 'vamos a por ellos'. Por eso entiendo que se multipliquen los mensajes animando a engalanar ventanas y balcones con los colores del Athletic. Lo fácil es hacerlo con viento a favor. Lo extraordinario es con un huracán en contra. Adoro a Iñaki Williams. Pero esta vez no le haré caso. Nada de a lo bajini. Esta vez, al menos la afición, queremos a hacerlo a lo 'altini'. No existe la palabra. Salvo en turco, que significa dorado. Pero nos entendemos. Queremos proclamar que seguimos vivos. Y si De Marcos dice que se puede, le seguiremos hasta donde él quiera.
Tanto en las previas a las finales como en el día de la gabarra fue una imagen recurrente. Un lugar donde el color rojo y blanco suma almas. Incluso las de quienes aborrecen la esfera de cuero. Lo reconocieron, anonadados, líderes de medios de comunicación aparentemente acostumbrados a narrar hechos singulares. Tal unanimidad iba más allá de sus anteriores experiencias. Por eso abrían los informativos o escribían titulares alabando, a veces sin palabras, lo que éramos cuando nos ponemos a remar juntos. Y está volviendo a pasar.
Largas colas en San Mamés para recoger las entradas de Old Trafford. Esa era una de las noticias del sábado. Y me consta que hay quien va sin ellas a Manchester y ya se buscará la vida. Creen que es posible. Por eso, lo de colocar las banderas en balcones y ventanas me parece hasta normal. Tiene que ver con nuestra idiosincrasia. Diferente a la de otros lares.
Les voy contar un secreto a modo de ejemplo. Cuando publiqué el primer 'Bilbainos con diptongo' un 31 de mayo alguien importante en el mundo del periodismo me dijo: «No creo que tengas temas para hablar de Bilbao más allá de unas semanas». Este año cumpliré 15 años sin fallar un solo lunes.
Debo añadir que aquella persona no era del botxo. Por eso se equivocó. Nuestras cosas dan para llenar infinitas páginas. Para lo bueno y para lo malo. A nadie dejamos indiferente. «Ya están estos con sus sobradas», dirán por ahí. Y llevan razón. La mayoría de las veces nos creemos capaces de alcanzar el Everest cuando apenas tenemos fuerza para subir al Pagasarri. Pero es en ese detalle, precisamente, donde radica lo que ha permitido a nuestro territorio y a su capital sobrevivir sacando pecho desde la noche de los tiempos. No hay lugar en el mundo con mayor autoestima por metro cuadrado.
Quizá más allá de la desvergüenza arbitral, el pasado jueves pecamos de confianza. Y al ver que la cosa se complicaba hubo bloqueo. En el verde y en la grada. Se siguió animando, pero como el padre que aplaude al hijo sabiendo que no va a meter un gol aunque el partido dure un siglo.
Por eso Iñaki insistía en ir a lo bajini. Y estábamos de acuerdo. Pero ahora toca cambiar el volumen. No ellos, que deberán buscar en 'el teatro de los sueños' la utopía a través de la épica, sino nosotros. Los pulmones y las gargantas de una tierra que entiende el fútbol como una prolongación de lo propio. La que está dispuesta a engalanar, otra vez, Bizkaia de rojo y blanco. Nosotros ya pusimos ayer nuestra bandera en el balcón. Y algo me dice que ustedes van a hacer lo mismo. Porque esta semana es perfecta. Otra de esas oportunidades para volver a demostrar que somos únicos en el mundo. Ya saben mi máxima. Hay equipos que hacen historia, el Athletic hace leyenda.
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