El jabalí enseña el colmillo en núcleos habitados de Bizkaia
La sobrepoblación de ejemplares, peligrosos y cada vez más cómodos en la ciudad, activa las alertas por daños a la propiedad, siniestros de tráfico y riesgo de enfermedades
La escena tiene algo de surrealista y mucho de inquietante. Cinco jabatos bajan en procesión de la ladera de Malmasin orientada al viento norte y ... empiezan a hozar en busca de castañas, bellotas y gusanos en la tierra húmeda. Delante, las pistas de skate donde la chavalería desafía la gravedad; detrás, el campo de fútbol de Basozelai, en el que entrenan benjamines e infantiles a la vista de sus padres, más pendientes del arco de la portería que de lo que trota a sus espaldas. Las parejas pasean cogidas de la mano y los que sacan al perro lo hacen con correa, pero despreocupados, saboreando su tiempo libre... Cuando se pregunta al Ayuntamiento qué medidas se han tomado para atajar el problema, dicen que la Diputación, «que es quien tiene competencia», ha tratado de alejar los jabalís poniendo un cebadero en lo alto del monte. No parece que con mucho éxito.
Los verracos irrumpieron en los informativos a mediados de septiembre, pero llevan mucho tiempo formando parte de la rutina diaria de los basauritarras. En el polígono de Artunduaga (Bilbondo), en las huertas de San Miguel, en el Kalero, siguiendo el curso del río hasta Bolueta. También en Buia, donde los caseros descubren de madrugada la cuadra invadida por verracos que disputan la comida a sus vacas. Los episodios se repiten. En febrero, un ejemplar de 70 kilos cruzó La Avanzada y acabó en el patio del instituto de Erandio, obligando a técnicos forales a reducirlo con una red después de que los intentos por sedarlo con dardos narcóticos no tuvieran éxito. La escena se repite desde el alto de Enekuri hasta Santo Domingo; desde las obras del viaducto del AVE en Arrigorriaga hasta orillas del Cadagua o el Butrón. También en Llodio planean batidas para acabar con los jabalís que llegan al casco urbano.
Son episodios que no siempre trascienden, pero que dibujan una pauta cada vez más difícil de ignorar. El año pasado, el presidente de la Federación de Caza de Bizkaia, Javier Barona, puso a disposición de la fábrica de explosivos de Usansolo a su sección de arqueros (por seguridad, están prohibidas las armas de fuego en sus instalaciones). «La dirección se reconocía desbordada, con los jabalís campando a sus anchas. Cualquier día, nos dijeron, iban a tener un disgusto». En sólo dos meses, los cazadores abatieron unas 40 piezas.
¿Cuál es la causa de esta sobrepoblación de jabalíes?¿el motivo de su cada vez mayor presencia en núcleos habitados? Expertos consultados por este periódico destacan el aumento de las áreas urbanizadas y la disponibilidad de refugio y alimento que el animal encuentra en ellas. Pero hay más. El biólogo Iñigo Zuberogoitia habla de la «ausencia de depredadores naturales» -sucesivas campañas han erradicado la presencia del lobo- y de los profundos cambios para la sostenibilidad del ecosistema que ha tenido «el progresivo paso de un paisaje agrario a otro forestal, repleto de áreas de maleza y sotobosque, ideales para esconderse».
Zuberogoitia pone además el foco en el diseño de las carreteras, «construidas cuando no había tantos jabalís o corzos», lo que en muchos casos ha interrumpido los corredores ecológicos. «¿Qué ocurre -ilustra- cuando partes un monte por la mitad? Pues que sus pobladores hacen lo que haga falta por saltar esa barrera». El Gobierno vasco ya anunció en este sentido el pasado julio que las carreteras no podrán ser un obstáculo para la fauna y condicionó cualquier futuro plan de infraestructuras a permitir el paso de los animales salvajes.
Es difícil calcular la población de jabalís en Bizkaia, al tratarse de animales que pueden cubrir sin problema 40 kilómetros de distancia en apenas una noche. La Federación de Caza de Bizkaia hace una estimación a partir del número de capturas de la temporada anterior, multiplicadas por 4,5. Esa operación arroja una cifra sorprendente: 8.100 verracos sueltos por los montes de un territorio densamente poblado como es éste. Por comparar. Álava tiene casi un tercio más de superficie y registró 8.000 el año pasado. Esta sobrepoblación de jabalíes ha tenido su reflejo en el territorio, donde los cazadores han pasado de capturar 678 ejemplares durante la temporada 2005-2006 a 1.575 en la pasada, todo ello con un número muy similar de batidas (694 frente a 732).
El doble de arrollamientos
Tres son, fundamentalmente, los problemas que lleva aparejado el que se dispare la población de estos mamíferos ungulados: los daños a la agricultura, los problemas sanitarios y las colisiones en carretera. En cuanto a los accidentes de tráfico con jabalíes implicados que registra la Ertzaintza en Bizkaia, se ha pasado de 41 siniestros en 2017 a 85 este año cuando todavía quedan dos meses por contabilizar. Más del doble. Diez vías destacan en el mapa de arrollamientos, aunque el ranking lo encabezan la AP-8, con diez accidentes (el año pasado fueron 13), el corredor del Txorierri (7) y la BI-3234, la carretera que bordea la ría de Urdaibai (6). Jon Andoni Bacigalupe, de 24 años, es una de las víctimas de esta situación. Hace un par de semanas, su madre y él regresaban de la pescadería que regentan en Portugalete cuando un jabalí «salió de la nada». Eran las diez y media de la noche, arriba de la cuesta de Petronor. «Fue como chocar con un muro. Los ertzainas no se creían que fuera un jabalí -el animal huyó-, aunque luego repararon en los pelos que había enredados en la rueda y otra patrulla encontró el cuerpo a unos metros de la cuneta. Libramos de milagro».
Problema de salud pública
Los baserritarras acumulan una larga lista de agravios en su relación forzada con el jabalí, sobre todo los que habitan en zonas protegidas como la reserva de Urdaibai o Urkiola, donde la Diputación prohíbe la caza. Jonathan Txertudi, del caserío Santana de Kortezubi, es un claro ejemplo. Está «desesperado». Él y su mujer tienen una explotación de vacas de leche, que los verracos toman al asalto para robarles la comida. «A veces bajo a la nave y me encuentro allí a tres, comiendo como si tal cosa. Tanto empeño de la Diputación en poner controles sanitarios y no podemos cazar a estos bichos, que te lo pueden pegar todo». Sus pastizales parecen bombardeados y ahora es imposible segarlos. El asedio es constante: «en mayo, con la siembra del maíz, nos sacan todas las semillas; en septiembre vienen cuando crece la borona». De 15 hectáreas, dos se han perdido (cada una produce 50.000 kilos de maíz, en total 5.000 euros». Un desastre.
También se han disparado las indemnizaciones. Hace catorce años, los peritos realizaron 78 valoraciones, que acreditaron daños por valor de 5.332 euros y que indemnizaron con 4.205. En 2018, último registro disponible, las valoraciones eran ya 604, los daños causados ascendían a 106.693 euros y las indemnizaciones a 40.373 (la cuantía de la franquicia ha subido de 60 a 150 euros para concentrar el esfuerzo económico en aquellos baserritarras a quienes los daños más afectan en su actividad).
La proximidad a núcleos habitados del jabalí, que es huésped de diferentes parásitos y actúa como transmisor de la triquinosis, la peste porcina o la tuberculosis, representa un serio problema de salud pública. Defecan en parques y jardines, beben de fuentes, se alimentan de basuras y, cuando se les pierde el respeto, interactúan con las personas, como ya está ocurriendo en Basauri, con el consiguiente riesgo ante machos agresivos y hembras con crías. «Nosotros hemos visto a adultos acariciando a un jabalí», relataban esta semana Joan, Izadi, Deme y Eguzkiñe, asiduos de Basozelai e ilusionados como los niños que son. ¿Quién no se enternece con un 'txerri' de cuatro meses? Hasta que crezca.
Diputación: «Los vecinos frustran su erradicación al alimentarlo mejor»
Desde que se abatieran dos ejemplares adultos el pasado 21 de septiembre en Malmasin, todos los intentos por ahuyentar a las crías se han demostrado inútiles. Los animales se habían asentado allí al tratarse de una zona forestal en la que no tenían presión –no se caza– y donde buscaron refugio de las altas temperaturas en verano. Un mes después, los descendientes de aquella pareja continúan merodeando por la zona sin que nadie, al parecer, pueda hacer nada por impedirlo. Para atajar la situación, la Diputación ha puesto comederos en las zonas altas, entre otras medidas disuasorias, pero «este método se ha frustrado», dicen, «al obtener de manos de los vecinos mejor comida y más cerca».
La Diputación es la encargada en Bizkaia de gestionar la cuestión del jabalí. El año pasado se expidieron 11.100 licencias de caza –mil de ellas para esta especie– y se estableció un calendario de batidas que contemplaba entre 750 y 770. Técnicos de Montes evalúan la situación y deciden si se autorizan cacerías extraordinarias –por ejemplo en la Reserva de Urdaibai, con arcos en la modalidad de espera– y de aumentar los días, así como de modificar los 'cuarteles' de caza. El tema llegará mañana a Juntas, donde hay prevista una comisión de Sostenibilidad y Medio Natural para abordar el problema.
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