Iturribide estrena traje

Si se acercan hasta Iturribide se encontrarán con atardeceres con vistas al mar; bosques con setas como protagonistas; el interior de una charcutería en los años 40; una estantería repleta de objetos de un pasado muy reciente; una panadería en cuyo escaparate se asoma un niño; e incluso el diablo rojo que aparece en la portada del disco 'The number of the beast' de Iron Maiden. Los hay para todos los gustos, desde lo realista hasta lo abstracto.

Este rincón de la villa luce diferente a como lo hacía antes de agosto. «La novedad le ha dado vida», comentaba estos días una de las vecinas. A lo que Nadia de la Cruz, que suele pasar por allí, añadía que es una manera de alegrar la calle «incluso teniendo en cuenta que muchos de los murales corresponden a comercios cerrados». Para los propios establecimientos dueños de las persianas ha supuesto un antes y un después. El bar Sorginak fue el primero que presumió de mural: un par de brujas. «Estoy encantado con el mío. Le ha dado mucha marcha a la calle y sobre todo limpieza que hacía falta», expresaba Aitor Atanes, dueño del local.

«Está todo mucho más bonito, nadie ha dicho que ninguno sea feo», señalaba Yolanda Martínez, del bar Aitzgorri. Entre todos ellos destacan por sus dimensiones los murales del Centro Fernando, pinturas que ponen en valor el oficio de peluquería. «Se han pegado una currada… pero el resultado ha merecido la pena. Al haber tantas persianas bajadas llama aún más la atención», explicaba Naiara Palacín, de la escuela de peluquería.

Tan llamativas son las pinturas que ha habido quien no ha tardado en acercarse hasta Iturribide en busca de contenido para las redes sociales. «Algunos ya han venido a hacer fotos y vídeos», comentaban Atanes y Martínez. Lejos de rechazar la idea de que la calle se convierta en un atractivo turístico, los vecinos parecen encantados con el movimiento de personas. «Los murales pueden animar a que la gente, en vez de coger el metro, baje andando al Casco Viejo», confía Palacín. Mientras, De la Cruz, sube la apuesta: «Quizá si más personas pasean por esta calle, haya quien decida trasladar su negocio a uno de esos locales cerrados».

Para que todos esos objetivos se cumplan se debe evitar que los grafitis sepulten las pinturas. «No creo que a la larga vayan a estropearlos porque al fin y al cabo es arte urbano también», afirmaba Palacín. Hay quienes se muestran más pesimistas. «Eso ya depende de los listos de turno, pero después de cómo lo han dejado sería una pena», disparaba Atanes.

Hasta el momento -y el tiempo que duren intactas-, las pinturas han dado un brillo diferente a Iturribide, pero también son un escaparate para los artistas locales que las han realizado.