Estonia toma el mando
La república báltica asumirá mañana la presidencia de la UE. Es una oportunidad para dejar huella en Europa, pero también un riesgo
Javier Guillenea
Viernes, 30 de junio 2017, 01:24
Asus 25 años de edad, la moderna Estonia asumirá por primera vez en su historia la presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea. Lo ... hará mañana, seis meses antes de lo previsto, para ocupar el hueco dejado por Reino Unido, que ha preferido no ejercer su turno presidencial para dedicar sus esfuerzos a salir de Europa. El pequeño país báltico, de 1,3 millones de habitantes y con un largo pasado de dependencias y liberaciones, se independizó por última vez en 1991. Desde entonces, ha seguido una brillante trayectoria a la que muchos miran para tomar sus propias conclusiones. Estonia es un ejemplo de Estado que ha triunfado sin aspavientos después de haberse desgajado de otro. No es de extrañar que los independentistas catalanes se fijen en él con arrobo en la mirada. Ni que el Gobierno español muestre sus recelos.
A finales de mayo, una delegación de diputados y eurodiputados estonios se entrevistó en Barcelona con el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont. El encuentro fue mal recibido por el PP, cuyo portavoz en la Eurocámara, Esteban González Pons, exigió a los representantes de la república báltica que expliquen que «si un territorio sale unilateralmente del Estado al que pertenece queda automáticamente fuera de la UE». Fue una petición curiosa, porque era justamente eso lo que había hecho Estonia en 1991: salir unilateralmente de la Unión Soviética.
La diferencia es que por aquel entonces la URSS ya se había disgregado y Estonia no podía quedar fuera de la UE porque todavía no había entrado en ella. Lo hizo en 2004 y desde ese momento su vocación europeísta ha sido inquebrantable. Con un vecino como Rusia, no tiene más remedio que serlo. «Por razones obvias, a Estonia, al igual que a Letonia y Lituania, le da mucho miedo Rusia. Son países muy atlantistas que no dudaron en entrar en la OTAN y la Unión Europea», afirma José Luis de Castro, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad del País Vasco.
Pese a que la Generalitat mira con esperanza a Estonia por si se produce una especie de contagio, De Castro se muestra convencido de que durante el próximo semestre «no se va a producir un apoyo oficial de la presidencia comunitaria al independentismo catalán». «No está en el programa común del Consejo y no podría estar», asegura.
Hay otras prioridades. Si quiere dejar que su paso por la presidencia sea un éxito, Estonia deberá realizar un esfuerzo que puede costarle caro. «La presidencia implica muchísimo trabajo; son cientos de reuniones que hay que presidir y que te obligan a poner a su servicio toda la maquinaria administrativa del Estado. Si el país es grande, como España o Francia, se puede hacer bien, pero si es pequeño puede ocurrir todo lo contrario. El ejemplo es Malta, que lo ha llevado mal porque no tiene funcionarios», señala el profesor universitario.
Escaparate
Malta cederá el relevo de la presidencia a Estonia, que se enfrenta con sus medios limitados al éxito o al fracaso. Es un envite que, no obstante, merece la pena. «Te coloca durante seis meses en un escaparate privilegiado. Si lo haces bien te refuerzas como país, pero si lo haces mal es un desastre. Sin embargo -añade De Castro-, ningún gobierno recibe de mala gana esta oportunidad».
Las ventajas son muchas. La presidencia no le permite al país que la ejerce hacer y deshacer a su antojo; el programa comunitario ya está trazado y hay que respetarlo, pero sí es posible aprovechar la ocasión para establecer prioridades en la larga lista de objetivos por cumplir. «Estonia es un país puntero en el ámbito digital, y por eso no es casualidad que en septiembre se vaya a celebrar en su capital, Tallin, una gran cumbre digital», explica el experto.
Cada país intenta dejar la impronta de su paso. Una de las prioridades de Estonia será impulsar la Asociación Oriental, un programa aprobado por la UE en 2009 para buscar el acercamiento con los vecinos del este de Europa. El Estado báltico también se ha fijado como ejes prioritarios la apuesta por «una Europa fuerte y con mayor integración, una economía abierta e innovadora, una Europa segura, la Europa digital y el libre flujo de informaciones». Eso es, al menos, lo que le dijo el pasado día 5 el primer ministro estonio, Jüri Ratas, al presidente español, Mariano Rajoy. Nada que recuerde a Cataluña.
Estonia tomará el mando del Consejo de la UE en vísperas del comienzo de las negociaciones para la desconexión de Reino Unido, pero este proceso no complicará su trabajo semestral. «El Brexit tiene su propio cauce, es una cuestión tan central que va a quedar al margen de la agenda de las presidencias», dice De Castro.
Si todo sale bien, Estonia habrá puesto una muesca más en la larga lista de logros que ha conseguido desde que se separó de la URSS. La república báltica es el país más digital de Europa, sus cifras de paro se hallan cerca del pleno empleo, es la nación con más empresas emergentes por habitante y su sistema educativo se encuentra entre los mejores del mundo. Ahora tiene la oportunidad de dejar su huella en Europa. Es mucho en 25 años.
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