Grecia elige al gestor del rescate

La perspectiva de nuevos recortes condiciona la política de un Gobierno que nacerá atado de pies y manos

carmen barreiro

Domingo, 20 de septiembre 2015, 02:47

«Esta vez no voy a votar porque ya no creo en ninguno de ellos». «Estoy harta, cansada, decepcionada». «¿A quién y para qué? Nos ... han traicionado, estamos peor que nunca». Los griegos acuden hoy a las urnas por tercera vez en los últimos ocho meses, «frustrados» y «desencantados» por la incapacidad de sus políticos de poner freno a una crisis que ahoga al país desde hace seis años. Lejos queda ya el entusiasmo demostrado por una gran parte del electorado en los comicios del pasado mes de enero, en los que un exultante Alexis Tsipras prometía que sólo se pondría corbata el día que le perdonasen la deuda, totalmente convencido de que lo lograría.

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El líder de la izquierdista Syriza no sólo no se ha puesto la corbata en su corto mandato como presidente sino que se ha visto obligado a convocar elecciones anticipadas tras firmar un doloroso tercer rescate, que muchos de sus votantes entienden como una traición al ambicioso programa electoral que lo aupó al poder. La cesión del líder griego ante las exigencias de Bruselas también supuso la escisión del ala más radical de su coalición, que concurre a los comicios generales bajo las siglas de Unidad Popular -apoyados por el exministro de Finanzas griego Yanis Varoufakis- y la idea de retomar la esencia del proyecto que en su día presentó Syriza.

Pese a que las últimas encuestas apuntan a un empate técnico entre la formación de Tsipras y los conservadores de Nueva Democracia -que irrumpen con fuerza en los sondeos-, el hasta ahora primer ministro griego aspira a revalidar su mandato e incluso a gobernar el país en solitario. Pero una cosa son los deseos del candidato de Syriza, que todavía mantiene cierto gancho entre los votantes de izquierdas, y otra la realidad de un país que en apenas unas semanas se enfrentará de nuevo a un implacable plan de recortes que mermará todavía más la calidad de vida de sus ciudadanos.

Caras nuevas

El cambio de líder de Nueva Democracia -el ex primer ministro Andonis Samaras dimitió tras perder el referéndum del pasado 5 de julio- ha dado alas a la formación conservadora, que se presenta a las elecciones con un programa mucho más moderado y un líder -Vangelis Meimarakis- que apuesta por la creación de «una gran coalición de partidos» para dar «estabilidad» al país. Un discurso compartido por los socialistas del Pasok -que concurren a los comicios con una nueva cabeza de lista, Fofi Yenimatá, hija de uno de los fundadores del partido- y los centristas de To Potami, que podrían convertirse esta vez en la llave para formar Gobierno.

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Los sondeos también auguran un buen resultado para el neonazi Amanecer Dorado, espoleado por el drama de los refugiados sirios que no paran de llegar a las islas griegas fronterizas con Turquía. Según las últimas encuestas, la formación liderada por Nikolaos Mijaoliakos -acusado de asesinato y dirección de banda criminal al igual que el resto de su cúpula- revalidaría su posición como tercera fuerza en el Parlamento griego. Precisamente este auge de los partidos conservadores y la vuelta a primera línea de las formaciones tradicionales podría convertirse en la tabla de salvación para Syriza. Los expertos coinciden en que «al final, muchos jóvenes se volcarán a su favor sin entusiasmo y a regañadientes para impedir el regreso al poder de los partidos que dominaron la escena política griega en las últimas cuatro décadas. Se trata de votar al menos malo».

«Tsipras no tenía otra opción que convocar elecciones y aunque está claro que Syriza va a perder apoyos -entre un 10% y un 15% respecto a los comicios de enero- al menos mantiene la opción de conservar el poder. Si hubiesen esperado hasta otoño los recortes del rescate, que todavía están sobre el papel, se habrían hecho visibles y entonces sí que perdería toda posibilidad de ganar las elecciones», mantiene el analista político Petros Stango, quien recuerda que «ya sólo les queda la baza de decir que no son corruptos».

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En este contexto de incertidumbre, la campaña electoral no termina de conectar con una sociedad griega mucho más preocupada por solucionar su día a día que por decidir a quién va a votar en las elecciones de hoy, las quintas en seis años. Este desapego hacia la clase política explica, en parte, el aumento del porcentaje de indecisos a medida que se acercaba la cita con las urnas, sobre todo en el bando de Syriza; sólo seis de cada diez ciudadanos que votaron a la formación izquierdista el pasado mes de enero tienen claro que volverán a depositar la misma papeleta.

Conscientes de la importancia que tiene en Grecia ser la primera fuerza política -el ganador de los comicios recibe 50 diputados extras-, tanto el líder de Syriza como el de Nueva Democracia -mejor valorado que su opositor en algunas encuestas- luchan a brazo partido por cada voto. «Los indecisos y las abstenciones van a ser la clave de estas elecciones», destacan los analistas.

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Al margen de sus diferencias ideológicas, ambas formaciones comparten el compromiso de cumplir el programa pactado en el tercer rescate, una decisión que tranquiliza a las autoridades europeas, que quizás ahora suelten un poco el pie del acelerador en lo relativo a la negociación de la deuda griega. El nuevo Parlamento deberá votar nada más constituirse un total de 31 enmiendas que los acreedores han puesto como requisito para desbloquear un tramo de 3.000 millones de euros de los 86.000 que componen el tercer rescate, además de poner en marcha una serie de nuevas medidas de contención del gasto público que incluyen una bajada de las pensiones así como otra subida de impuestos. La única duda ahora es saber si el presidente que las llevará a cabo tendrá corbata o no.

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