El incendio «intencionado» de un contenedor obliga a desalojar a 20 vecinos de Txurdinaga
«Cuando levanté la persiana, vi la llamarada subir hacia el tejado», recuerda Isabel, vecina de un primer piso en el número 78 de la calle Julián Gayarre
Eran aproximadamente las cuatro de la madrugada de ayer. Casi todo el mundo dormía en el barrio bilbaíno de Txurdinaga, menos 'Timba', la perra pitbull ... de Isabel. «Ladraba mucho mirando a la ventana y pensé que alguien se habría subido al andamio», recordaba ayer la mujer, vecina de un primer piso en el número 78 de la calle Julián Gayarre. «Cuando levanté la persiana, escuché como una explosión y una llamarada de fuego subió hacia arriba», explica con gestos de las manos. Sin dudarlo marcó al número de teléfono de emergencias y le indicaron que ya habían recibido otras llamadas.
Un incendio «intencionado», según les comunicó la Policía local, en un contenedor con escombros de obra que está colocado junto al edificio se había extendido con rapidez por la tela asfáltica que cubre el andamio. Están reparando el tejado y realizando otras mejoras en el bloque. «Alguien vino, hizo la gracia y nos la lió», coincide Carmina, la vecina del segundo. La mujer vive sola y se había quedado dormida en el sofá. Los ladridos de 'Timba' y el olor a plástico quemado la despertaron en medio de la noche. Ella también se asomó por la ventana para ver lo que ocurría y al descubrir las llamas, sintió «pánico».
«Alguien vino, hizo la gracia y nos la lió, pero pasó lo mínimo quepodía haber pasado»
Casi al mismo tiempo, el hijo de la vecina del bajo gritaba «¡fuego, fuego!» y empezaba a llamar a los timbres de todos los residentes para alertarles. Carmina se puso algo de ropa «y salí corriendo» de casa. También ella avisó a los vecinos que pudo. En total, una veintena de personas de dos portales diferentes, según una portavoz del Ayuntamiento bilbaíno, salieron a la calle huyendo del peligro.
Una gran humareda
La Policía Municipal y los Bomberos recibieron el primer aviso sobre las 4.05 horas. «Podía haber pasado algo más gordo porque arriba hay varias bombonas de butano», advierte Carmina. La mujer se refiere a que los empleados de la obra utilizan un soplete para los trabajos en el tejado, aunque no tuvo ninguna relación con el incendio. Los operarios se habían ido de la obra el viernes a última hora de la mañana. «No entiendo que se quede ahí el soplete y el butano cuando se van de fin de semana, es un peligro. Ha pasado lo mínimo que podía haber pasado», protesta. «La seguridad es mínima», coincide la hija de Isabel.
«La perra no dejaba de ladrar mirando hacia la ventana y pensé que había alguien en el andamio»
Entre los residentes desalojados había personas mayores y también varios niños pequeños, como un bebé de meses que permanecía en los brazos de su madre. Afortunadamente, la temperatura en la calle era suave. Los bomberos les pidieron que dejaran cerradas las persianas que daban hacia el fuego, pero que abrieran el resto de ventanas de las viviendas. «Salía una gran humareda negra, y nos dijeron que era tóxica», dice Carmina, por lo que pidieron a los residentes que se situaran en la otra punta del patio. El humo se coló en el interior del edificio. «¡Menuda nochecita! Hoy estamos todos hechos polvo», coincidían ayer las vecinas.
Los sanitarios de una ambulancia municipal «nos ofrecieron hasta mantas». Y los bomberos les preguntaban si había entrado humo en sus domicilios para ir a ventilarlos.
El fuego fue sofocado con rapidez y los miembros del servicio de extinción aún «permanecieron media hora más por si se reavivaba». Para las 5.25 horas, los vecinos pudieron regresar a sus hogares, aunque el «susto» les había dejado «en blanco» y les costó conciliar el sueño. Las llamas devoraron la tela del andamio, que quedó ennegrecida, y destrozaron los palés apilados de la obra, que tendrán que ser repuestos. Por fortuna, no se registraron daños personales.
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