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Domingo, 22 de abril 2018, 00:50
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Viejos valores sobre los que se proyectan ideas nuevas. Es lo que vino a sugerir ayer Julen Guerrero en la segunda jornada del foro Innova que organiza todos los años El CORREO en colaboración con la Diputación de Bizkaia, el Ayuntamiento de Bilbao, Euskaltel y Laboral Kutxa. Un encuentro anual dedicado a la creatividad y al emprendimiento, en el que el exfutbolista, aquel muchacho al que los aficionados de San Mamés apodaron el 'Rubio' y la 'Perla', repasó su trayectoria en el Athletic -500 partidos y 150 goles-. Pero sobre todo aportó ideas sobre el futuro del fútbol y sobre la preparación de los futuros deportistas profesionales y el protagonismo de técnicos y padres en el proceso. «Hace falta un formador de formadores en los clubes», resumió el portugalujo. «Sólo el 1% de los chicos llega arriba, pero los equipos deben pensar en qué hacer con el 99%».
A esa conclusión llegó -en el auditorio del Museo Guggenheim- un niño que superó la prueba de Lezama cuando tenía 8 años y que, más adelante, después de haber triunfado en la primera plantilla de forma meteórica, todavía conducía un viejo Talbot Horizon cuyo motor se quemó. «De Lezama yo me acuerdo de cómo disfrutaba. Ahora se llega fácil, pero antes volvías a casa a las once. Aún así, me divertía».
Aquel joven, prosiguió Julen Guerrero, tenía unos padres «serios y humildes, que sabían donde debían estar y me decían de dónde venía». Y que a pesar de vivir absorbido por la competición se ocupó de sacar el título de entrenador y después el de Periodismo. Luego se hizo un hombre maduro que considera una obligación «devolver el cariño» de los aficionados y que ve crecer a un hijo futbolista que «esta viviendo lo mismo que yo». Ese padre se lamenta ahora de los cientos de adolescentes seducidos por el estrellato, una masa que no llegará a nada y se acordará tarde de que debió haber estudiado. «Yo había sacado el COU -subrayó el exjugador-. El problema de otros chicos es que no acaban el Bachillerato».
Cada etapa de la biografía de Guerrero sirve de base a una propuesta sobre cómo debe funcionar el fútbol. «Mis padres cuidaron mi dieta, el descanso y los estudios», explicó. «Pero veo a otras familias que no lo hacen. Creen que sus hijos van a llegar arriba cuando lo normal es que no sea así. Los clubes tienen que cuidar más ese aspecto y poner las cosas en su sitio en cuanto a la enseñanza y a explicar claramente a las familias lo que hay. Es un tema complicado, porque no todos los padres están capacitados para saber lo que necesita un niño en cada etapa».
Una de las lecciones que, según Julen, hay que inculcar al entorno de un futbolista prometedor es que los representantes sólo tienen una preocupación: ellos mismos. «Van a lo suyo -dejó meridianamente claro el exmediapunta del Athletic-. Se fijan en un chaval cuando les interesa y lo olvidan cuando deja de interesarles. No tienen ese corazón». Respecto a las escuelas de entrenadores, continuó, abogó por cambiar su funcionamiento. «En los clubes hacen falta uno o varios profesionales que formen a los técnicos del 'staff', que expliquen la ideología y los objetivos de la entidad».
Guerrero, descubierto por un técnico «valiente» que todavía hoy triunfa en el Bayern de Munich, avisó de que los técnicos de élite «hasta cierto punto también pueden ser egoístas». «Buscan resultados inmediatos para crecer ellos, pero quizá están impidiendo que los jugadores lo hagan, y para el club lo importante es que estos vayan cumpliendo etapas».
Lezama y el rugido de San Mamés no dejaron de planear sobre la intervención del exleón, la gran estrella rojiblanca de los noventa. Se percibió cuando le preguntaron si le seduce la idea de sentarse en un banquillo y conquistar un título, uno como la Copa del Rey que ganó en juveniles. «Ojalá, y si es en el Athletic, mejor», remachó la 'Perla'. Porque una de las decepciones de su carrera fue no haber podido levantar un trofeo con la primera plantilla. «Me hubiera gustado ganar un título», lamentó. «Y mi ilusión sería ganarlo algún día».
No olvidó Guerrero el momento de su retirada. Casi doce años han pasado desde que dejó el Athletic y el fútbol profesional. Ayer confesó de nuevo que cuando llegó esa hora del adiós «sabía que me iba a derrumbar y me derrumbé». Pero enseguida advirtió de que ha pasado página. «No soy de mirar atrás, me gusta lo que se puede hacer. Y he seguido haciendo un montón de cosas dentro y fuera del fútbol». «Con mi hijo -recordó- trato de cuidar al máximo todos los detalles».
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