Hoteles flotantes, transportes acuáticos, y otras cosas que poner en la ría de Bilbao
El Ayuntamiento de Bilbao prepara un estudio de las actividades que puede acoger el Nervión con el fin de explotar su potencial para generar riqueza
Luis López
Domingo, 29 de abril 2018
La ría está ahí en medio y, pese a todo, no parece tener mucho protagonismo. Resulta algo extraño. Eso de ignorar el Nervión a su paso por Bilbao quizá tenía sentido hace años, cuando era una cloaca y olía mal. Pero ahora, ya no. Si sus aguas son buenas para más de sesenta especies acuáticas que han reconquistado su cauce tras décadas de contaminación, ¿por qué no lo son para los vecinos de la ciudad?
Bueno, no es cuestión de bañarse aún de forma despreocupada. Pero sí ha llegado el momento de que esa ría a la que Bilbao le debe su histórica pujanza recupere su papel como generadora de riqueza. Como arteria fundamental. Y también contribuya a mejorar la calidad de vida de la gente. Al menos, ese es el planteamiento del Ayuntamiento, que el mes que viene va a sacar a concurso un estudio técnico con el que espera conocer las posibilidades que ofrece la ría del Nervión y también el río Cadagua a su paso por el municipio. «Será un estudio potente y crucial», anuncia a EL CORREO el primer teniente de alcalde, Ricardo Barkala. Su elaboración durará ocho meses y costará 300.000 euros.
El informe va a tener algo de faro que iluminará futuros proyectos. Porque su primera parte consistirá en un diagnóstico sobre el estado de los cauces. «La ría es un medio vivo y hay que saber qué pasa en ella: dónde están los remolinos, la acumulación de fangos, las corrientes, cuál es la calidad del agua...».
Dos zonas cruciales
Una vez que se conozca todo eso llegará el segundo momento, el de analizar en qué lugares se pueden implantar distintos tipos de actividades. ¿Qué actividades? «Espacios de disfrute de ribera, transporte acuático, lugares de ocio...», responde Barkala. ¿Y algo más concreto? «Estamos en una ciudad de emprendedores y nos llegan muchas iniciativas». Menciona hoteles y restaurantes flotantes, el túnel del viento que proyecta un empresario ruso junto al Museo Marítimo... También habla de piraguas, piscinas, pantalanes que pudiesen explotarse en forma de concesión o incluso a cargo de capital privado. En fin, que hay muchísimas posibilidades. Y más que llegarán. «La ciudad será quien decida qué es lo que quiere».
EN SU CONTEXTO
-
2.000 toneladas diarias de residuos (ácidos, metales, compuestos cianurados...) llegó a recibir la ría de Bilbao a diario en los años de mayor actividad fabril. La regeneración de los últimos tiempos ha propiciado su recuperación y que más de 60 especies acuáticas hayan reconquistado su cauce.
-
Siguiente paso Se trata de volver a poner a la ría como arteria fundamental de la ciudad, que sea generadora de riqueza. El informe que hará el diagnóstico y dará alternativas saldrá a concurso en mayo.
Está claro que no partimos de cero, porque ya se hacen cosas. Pero la idea es hacer más. Sobre todo, en dos zonas muy definidas: la primera, la que comprende el entorno de Punta Zorroza, el norte de Zorrozaurre y Elorrieta; y, por otra parte, en La Peña. «En este último barrio hay una zona de cascadas que tienen su encanto», apunta el concejal de Obras y Servicios.
Herencia industrial
En cuanto al otro emplazamiento -Zorroza, Zorrozaurre y Elorrieta-, ya son conocidos los planes de habilitar piscinas fluviales que, eso sí, deberán contar con una depuradora que le dé un repaso al agua de la ría. Hay que recordar que el Nervión «ni es ni será zona libre de baño, a no ser que hagamos algo», dice Barkala. Se refiere a que, aún con el imponente esfuerzo en el que se ha traducido el Plan Integral de Saneamiento de Bilbao Metropolitano, las huellas del pasado industrial siguen ahí cerca. Sobre todo aguas arriba. Por ejempo, en Llodio y en Amurrio, por donde transitan esas corrientes antes de llegar a Bilbao.
Eso sí, cualquier aprovechamiento que se proponga para la ría ha de alinearse con las tres prioridades que se marcan en el gobierno municipal. Primero, por supuesto, la seguridad. Segundo, el respeto y la promoción de la biodiversidad (no puden ponerse, por ejemplo, gasolinos de esos que dejan un rastro de humo negro). Y, tercero, activación económica, porque no hay ningún sitio que viva únicamente de ser bonito.