El Hombre de Bilbao, un esqueleto hallado en el desierto
Los arqueólogos han bautizado así los restos de un joven fallecido hace entre setecientos y mil años en otro de los Bilbaos del mundo, el del estado mexicano de Coahuila
Hay topónimos que conocemos gracias a la arqueología, por su vínculo con hallazgos importantes en el estudio de nuestros remotos antepasados: ahí está, por ejemplo, ... el pequeño valle alemán de Neandertal, a orillas del río Düssel. Pues bien, el nombre de Bilbao se ha incorporado recientemente a esa geografía definida por la aparición de restos humanos: los científicos han bautizado como Hombre de Bilbao a un esqueleto que se encontró el año pasado en pleno desierto, correspondiente a un joven que vivió y murió hace entre setecientos y mil años. Como desiertos no tenemos muchos por aquí, ya se puede imaginar que el Bilbao de referencia no es precisamente el de Euskadi, sino otro de esos Bilbaos que están repartidos por el mundo: el que se encuentra en el estado de Coahuila, en el centro-norte de México.
Hablemos un poco de aquel Bilbao. Lo fundaron a caballo entre el siglo XVIII y XIX, para aprovechar unos manantiales que eran un auténtico tesoro en aquellos parajes resecos, y lo bautizaron como Nuestra Señora de Begoña de la Nueva Bilbao, todo un alarde bilbainista de los enviados del virrey. El aparatoso nombre se fue acortando, pero algo quedó: «La Virgen de Begoña la celebramos cada agosto», explicaba hace ocho años a este periódico el maestro Óscar Martínez, un villano –así les dicen– de pura cepa que jugó en los juveniles del Atlético Bilbao, el equipo del pueblo. Los vecinos viven tradicionalmente de la producción de dátiles, pero el turismo ha ido a más, ya que este lugar sirve como puerta de entrada a las renombradas y protegidas Dunas de Bilbao, diez kilómetros cuadrados de arena fina y hermosos paisajes.
Collar de conchas
El turismo tuvo mucho que ver con el hallazgo del Hombre de Bilbao, que se presentó a los medios en julio del año pasado. Fueron unos visitantes quienes dieron con los huesos, parcialmente desenterrados, y parece que el tráfico de todoterrenos para hacer rutas por las dunas tuvo su papel en extraerlos de la arena. En un principio, se creyó que se trataba de los restos de algún excursionista contemporáneo, pero la Fiscalía de Personas Desaparecidas pronto constató que no, que estaban ante algo mucho más antiguo, y pasó la tarea de investigarlo al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Se trata de partes muy fragmentadas del esqueleto de un joven veinteañero que debió de llevar una vida nómada: junto a los huesos había un collar de conchas marinas, probablemente del Pacífico, y un cuchillo de pedernal, así como una punta de proyectil y diversos restos de animales.
En el entorno se han encontrado, además, herramientas completas y en proceso de elaboración, así como lascas derivadas del corte de roca, por lo que se ha concluido que el lugar servía como campamento estacional para fabricar útiles de piedra. El director general del INAH ha afirmado que se trata de «un acontecimiento» para el estudio de las poblaciones prehispánicas del norte de México y los restos han quedado preservados en el Museo Regional de La Laguna. Allí investigan a fondo a este Hombre de Bilbao que, aunque solo sea por esa carambola histórico-geográfica del nombre, nos acaba pareciendo un poco nuestro.
Bambú, café y caña de azúcar
Aparte del original y el de México, en el mundo hay al menos otros tres Bilbaos habitados. Uno de ellos es un barrio de Rapu-Rapu, un municipio que abarca tres pequeñas islas de Filipinas: sus casas bajas de madera y bambú tienen un suministro limitado de electricidad y el acceso se hace por fuerza en barca. Parece que el nombre se debe a mineros bilbaínos que trabajaron en la explotación carbonífera cercana. El Bilbao colombiano, bautizado así por un misionero, forma parte del municipio de Planadas y es un pueblo productor de excelente café: su gentilicio es 'bilbaíno' y su equipo de fútbol se llama Athletic Bilbao. Y, en Guatemala, Bilbao es una gran finca de caña que perteneció a una corporación vasca. En ella residen varias familias y existen importantes restos arqueológicos de una ciudad perdida.
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