Los hogares con una única persona en Bizkaia son casi tantos como los de dos residentes
Los vizcaínos que viven solos ascienden ya a tres de cada diez, 154.976 que suponen un 24,6% más que hace una década
Es bien sabido que la vida en soledad es un fenómeno que parece no tocar techo. Y lo vuelven a poner sobre la mesa los ... datos. En un contexto de crisis de vivienda, lo que administrativamente se conoce como hogares unipersonales son ya casi tantos en Bizkaia como los formados por dos personas. Apenas 1.656 viviendas separan a unos y otros, según el Instituto Nacional de Estadística, en un avance imparable que provocará que, si se cumplen las proyecciones del INE, los pisos con un único habitante, que suponen ya el 31% del total, sean los más numerosos dentro de poco más de un año, para 2027.
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La información más reciente, sobre residentes a 1 de julio, refleja que el número de hogares, entendido como una o varias personas que residen habitualmente en una vivienda tengan o no vínculos familiares, ascendía en el territorio a 499.181, un 5,9% más que en 2015. Sin embargo, los de un solo habitante se habían disparado un 24,6% en la última década, hasta los 154.976, ligeramente por debajo de los 156.976 en los que viven dos personas. Hace una década, la brecha entre los pisos de una persona y de dos era de 29.300.
Los factores son varios, aunque hay uno con gran peso: el incremento de la esperanza de vida, especialmente entre las mujeres. «El número de las personas viudas aumenta y las viviendas que hace 20 años tenían dos o tres personas se han ido desmembrando y queda solo una», explica Roberto San Salvador del Valle, director de la cátedra Deusto Cities Lab.
1.656
es la diferencia entre el número de hogares en los que reside solo una persona y en los que viven dos, que ascienden a 156.632. En 2015, la brecha entre ambos modelos era muy superior, de 29.300 personas.
Otra realidad que «se está incrementando sustancialmente», sostiene, es la de los adultos «con un empleo, con cierta posición», que optan «por vivir como 'singles'» o que tienen una relación pero «cada miembro de la pareja está en su casa». Y también están, añade José Manuel González, presidente del Colegio de los agentes de la propiedad inmobiliaria (apis) de Bizkaia, «las separaciones», en las que en muchas ocasiones «el padre se marcha y vive solo».
Aunque, asegura, también puede haber algo de «picaresca» en lo de los hogares unipersonales. «Hay ayuntamientos que aplican recargos a las segundas residencias si no hay nadie empadronado, así que hay gente que empadrona al hijo para que no les afecten los recargos en el IBI», expone. Se da sobre todo «en municipios costeros», en los que en ocasiones se aborda la cuestión de los pisos de veraneo «como si estuvieran vacíos» y el Impuesto de Bienes Inmuebles se encarece. Con todo, el tamaño medio de los hogares se ha reducido de 2,48 a 2,33 personas, un decrecimiento que se da décima a décima un año detrás de otros.
Esto se produce, paradójicamente, en un momento en el que la escasez y los precios de la vivienda obligan a muchas personas a compartir piso incluso con familias enteras. Puede llamar la atención que, en este contexto, las viviendas unipersonales se disparen y las que albergan varios residentes no lo hagan. Si en 2015 había 91.200 domicilios con cuatro o más inquilinos, en estos momentos hay apenas 400 más. Han crecido un 0,5%, frente al incremento del 5,9% que ha experimentado en total el número de hogares.
Esto, sin embargo, «no se contradice» con el aumento de los pisos compartidos, sostiene San Salvador del Valle, que puntualiza que «estadísticamente no se detalla el perfil de las personas que los ocupan». Si lo hiciera, entiende, veríamos que las «familias de cuatro miembros o numerosas», protagonistas hace unos años de ese tipo de hogares, han ido a menos y que han ganado peso los pisos compartidos por personas que no pertenecen al mismo núcleo familiar.
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