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EL CORREO ha hablado con varias de las chicas a las que Jon L. engañó a base de mentiras. Eston son algunos de sus testimonios.
María y Jontxu se conocieron en Tinder. Ella no tardó en enamorarse. Eran momentos de gran intensidad. Él le repetía que era el amor de su vida, que lo quería todo. En su entorno le decían que las cosas que contaba eran díficiles de creer. Pero ella estaba en una nube, dispuesta a creer. Quizá porque en los primeros meses de relación Jon se desvivía por ella y esta joven pensaba que era imposible que alguien que le quería tanto le mintiese de esa forma. María incluso se sentía culpable cuando él se ponía «violento»o «celoso». Se fueron a vivir juntos. Pero todo cambió hace unas semanas. Una conocida le dijo que Jon no era nada de lo que decía.También le dijo que conocía otras chicas que habían estado con él. Al principio no daba crédito, pero al terminar de hablar con una de ellas supo que tenía que «sacarle de casa». «Se me cayó la venda de los ojos».
Instagram es otra de las formas que tiene este joven para acercarse a las mujeres. Les agrega y les manda mensajes privados con la excusa de que tienen algún conocido común. Así contactó con Josune. En realidad –reflexiona esta vizcaína– lo que hacía Jon era estudiar tu perfil para entablar una conversación y «lanzarte la red».Josune y Jon sólo tuvieron un par de citas a principios de este año. Le dio «mal rollo» y no volvieron a quedar. Al cabo de unas semanas, Josune se enteró de algunas de las mentiras del chico. No le dijo nada porque había «tenido suerte» y la cosa no fue a más. Sin embargo, al de unos días él le volvió a escribir para quedar. «Le dije que no quedaba con mentirosos y él se puso muy violento. Se puso a insultar a mi madre sabiendo que está muerta. Pero acto seguido cambiaba totalmente de actitud y me decía que quería sexo conmigo».
Una de las cosas que más impactó a Sofía fue descubrir que otras víctimas tenían fotos de su casa que Jon había mandado haciéndoles creer que estaba en su vivienda de Gernika o en alguna importante misión. También les enviaba de los paises a los que supuestamente viajaba, pero en esos casos nunca aparecía su rostro ni se le escuchaba decir una sola palabra. Sofía insiste en que este joven también trataba de aislarte de tu entorno «inventándose», por ejemplo, que la estaban criticando y que sólo él la defendía. Además, era «posesivo y controlador» cuando él estaba «con cinco a la vez». «Te hacía creer que estabas en una relación monógama y yo le pagaba casi todos los gastos. Me parecía lo natural. Lo que me ha hecho es mucho peor que si me hubiese robado 1.000 euros. Creo que disfruta con ello», sentencia esta joven madrileña.
Inés duda de todas las cosas que le dijo Jon durante la época en la que estuvieron quedando. Pero tiene grabadas en la memoria dos anécdotas que, a su juicio, definen la personalidad de este joven de Gernika.Una de llas ocurrió en un supermercado hace unos años. Jon señaló a un chico y le dijo a Inés que le había robado la bicicleta cuando era pequeño. Sin mediar palabra –relata– Jon «le pegó una paliza allí mismo». Tuvieron que ir a declarar a comisaría. Allí, en la entrada, le dijo que como miembro de la diplomacia cubaba podía solucionar ese entuerto. «Entró y se puso a hablar con acento cubano con los agentes», recuerda. Inés también señala que a veces también les decía que tenía una gran capacidad de resistencia y fortaleza mental porque había sido entrenado durante años para «soportar los interrogatorios del enemigo.
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