«Los guetos no son buenos nunca, lo que favorece la paz social es la mezcla»
Los menores que llegan solos «no son niños Disney, son niños que han sufrido mucho, que se han pasado meses buscándose la vida»
Cuando el otro deja de ser un estereotipo y pasa a ser una persona de carne y hueso todo es más fácil porque se le ... entiende mejor. Para eso hay que conocerse. Y todo lo contrario de eso son las categorías cerradas. «La guetización no es buena nunca», dice Jesús Prieto Mendaza, antropólogo, doctor en Estudios Interculturales y colaborador del Centro de Ética Aplicada de la Universidad de Deusto. Lleva décadas estudiando la convivencia entre diferentes culturas y tiene claro que «no ayuda en nada que haya barrios y colegios que son guetos». Frente a ello, «la mezcla favorece la paz social», tanto entre jóvenes como entre adultos. Así de importante es la integración.
Aunque a veces es especialmente difícil. De entre todas las casuísticas que se presentan en el mundo de la inmigración las más complejas son las de los menores no acompañados (menas) y las de quienes viven en la calle (a menudo, exmenas). «No hay que olvidar nunca que estamos hablando de niños», acota el antropólogo. Eso sí, «no son niños Disney, son niños que han sufrido mucho, que se han pasado meses o años en manos de mafias, buscándose la vida en las calles de Tánger». Este un paso a menudo obligado en el tránsito desde África hacia Europa, y quedarse a la intemperie en la ciudad marroquí es casi garantía de hacerse «un máster en delincuencia». Así que en ocasiones «llegan aquí con un recorrido» que puede hacerles proclives «a ciertas actuaciones».
Expertos alertan de que ignorar los problemas que trae la inmigración acaba fortaleciendo los discursos xenófobos
Aunque, acota Prieto Mendaza, «son una minoría. Cuando hablamos de poblaciones migradas creo sinceramente que más del 90% se integra en el sistema educativo y en el mundo profesional». Pero también hay una parte mínima que «la lía, cae en grupos delincuenciales» y es la que lanza una sombra de duda sobre el conjunto. «Con estos jóvenes es con quienes no estamos acertando», se duele el antropólogo. Se refiere a que «toda sociedad democrática debe velar por sus intereses; defender a la ciudadanía de ciertas situaciones no es algo dictatorial ni autoritario, sino algo profundamente democrático».
Sin techo y a clase
Sabe que decir estas cosas es controvertido y se pone el escudo por delante: «Hablar de esto no es ser de ultraderecha; es más, no hacerlo da oxígeno a la ultraderecha». Así que, añade, «si no se desactiva a esta minoría (de jóvenes problemáticos) los únicos que van a sacar tajada serán los partidos de ultraderecha».
Desde distintos colectivos africanos también hay preocupación por el impacto que están teniendo ciertas situaciones sobre la consideración de sus nacionales en su conjunto. Zakariae Cheddadi, doctor en Sociología por la UPV/EHU que llegó desde su Marruecos natal con ocho años, ya apuntaba hace unas semanas en una entrevista en este periódico que quienes niegan que haya ningún problema con la inmigración lo que hacen es «dar munición a la extrema derecha».
Frente a todo ello están una mayoría de menas y exmenas que participan en cursos de formación para el empleo y en actividades de integración social. Algunos acuden cada día a clase incluso viviendo en tiendas de campaña en las laderas de los montes que rodean Bilbao o en pabellones abandonados.
635 jenas participan en cursos para su integración
La Diputación de Bizkaia atiende a 560 menores no acompañados (menas). Cuando pasan a ser mayores de edad salen de esta órbita de protección pero el Área de Empleo, Cohesión Social e Igualdad les ofrece la Estrategia Joven, un programa dirigido básicamente a exmenas (a quienes denomina jóvenes no acompañados, jenas). Ahí se combina atención residencial, desarrollo de habilidades, formación e inserción laboral para chicos y chicas de entre 18 y 23 años. En los últimos doce meses han participado 782, de los que 635 fueron jenas; el resto, jóvenes autóctonos en situación de desprotección. Los que recibieron específicamente formación para el empleo fueron 236 mediante el programa Gazte On, que, según fuentes forales, «tiene un 90% de éxito y los chavales salen colocados».
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