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Diez de la mañana de un día normal. A la terminal de cruceros de Getxo ha llegado un buque que realiza el trayecto entre Liverpool ... y Gijón. A bordo van más de 3.000 personas. Que la localidad vizcaína se haya hecho un hueco en el exigente mundo de los viajes por mar y convertido en una parada obligatoria en el agitado Cantábrico, obliga a reforzar la seguridad en tierra.
Más de 150.000 personas de 80 embarcaciones desembarcaron durante el año pasado en Getxo, un ajetreo que puede ser usado para enmascarar actividades ilícitas como el narcotráfico o el blanqueo de capitales. El Puerto de Bilbao, del que dependen las instalaciones getxotarras, es uno de los diez en los que la Guardia Civil utiliza drones acuáticos para buscar alijos de droga y dinero del narcotráfico en los cascos de los buques. Bilbao no es un destino en principio importante para el contrabando, que prefiere elegir otras rutas, pero aun así, «no hay que relajar la vigilancia». De hecho, durante los últimos tres años se han incautado 703 kilos de marihuana en tres operaciones. En todas ellas, el cargamento tenía como destino Irlanda.
Este nuevo sistema, denominado RCV submarino, permite multiplicar las inspecciones y evita recurrir al equipo de actividades subacuáticas -el dron puede descender hasta 100 metros-. Estos aparatos se utilizan también en Valencia, Alicante, Santander, Pontevedra, Tenerife, Las Palmas, Málaga, Barcelona y Algeciras.
EL CORREO ha acompañado a los agentes en una de las operaciones rutinarias que realizan desde noviembre de 2023. «Miramos los muelles y las defensas por seguridad y a continuación revisamos los lugares en los que consideramos que el barco puede traer algo relacionado con narcotráfico, contrabando, fraude y blanqueo de capitales», explica el sargento primero José Luis, operador del ROV, que conoce bien el fondo marino de Getxo y se encarga de formar a otros agentes.
Hay días en los que debe agudizar la vista porque las condiciones de visibilidad no son buenas y el agua está revuelta al tratarse de la desembocadura de una ría. «A veces sueldan cápsulas de acero al casco, así que tenemos que revisar bien las soldaduras, los conductos de admisión, las hélices auxiliares, timones, agujeros...», enumera.
Además de los cruceros, en su labor también incluyen la vigilancia de los mercantes y de los barcos de recreo de menores dimensiones que llegan al cercano Puerto Deportivo. «También revisamos las boyas. Si vemos que alguna está fondeada, puede ser un indicio de que han dejado algo allí. Te puedes encontrar un fardo o dinero», comenta el agente, quien reconoce, no obstante, que desde que han incrementado la vigilancia no han incautado ninguna sustancia.
«Anteriormente sí que hemos encontrado en recovecos, tomas de admisión... Los drones nos permiten revisar muchas más embarcaciones. Es una labor preventiva, pero no quita que un día nos llevemos un susto», asegura el especialista. Hace unas semanas, de hecho, creían que estaban ante un hallazgo que al final quedó en nada. «Cuando encontramos algo, tomamos imágenes y llamamos a los submarinistas para que lo comprueben in situ», explica.
Los agentes de Fiscal y de Fronteras, además de revisar el exterior del casco, son los encargados de subir a bordo para inspeccionar las mercancías y documentos de los viajeros. «Recogemos la lista de pasajeros, tripulantes y se precinta la bodega con el alcohol y tabaco», recuerda José Antonio, el cabo jefe de la patrulla fiscal.
Durante el año pasado estos funcionarios intervinieron, por ejemplo, en el operativo de la gabarra del Athletic, que fue revisada antes de la llegada de los jugadores, y en varias ocasiones han tenido que actuar porque algún pasajero había fallecido a bordo de un buque.
Cada vez que llega un crucero a Getxo, el grupo de Desactivación de Explosivos y la Unidad Canina revisan por seguridad la terminal y el entorno. A veces incluso acude en apoyo el núcleo de reserva y el helicóptero. Esto sucede cuando coinciden varios barcos a la vez.
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