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Tras los pasos del joven Juan Sebastián Elcano
El buque de la Armada recorre el litoral donde se forjó el marino de Getaria que culminó la primera vuelta al mundo hace 500 años
Ni quienes navegan, ni quienes no, pueden siquiera imaginar la gesta magnífica que hace medio milenio encumbró a Juan Sebastián Elcano como viajero total. ... Como aventurero indestructible cuando casi todo estaba por descubrir. Corrían otros tiempos. La máxima era 'navegar es indispensable, vivir no lo es'. Sólo así se explica que un puñado de hombres pusiesen rumbo a lo desconocido, hacia tierras inimaginables, con remotas garantías de éxito, afrontando peligros ocultos, en una navegación que duraría años... De los 244 tripulantes que salieron en cuatro naos y una carabela del puerto de Sevilla el 10 de agosto de 1519 para dar la vuelta al mundo por primera vez, sólo regresaron 18 en septiembre de 1522. Tres años después. Al frente de aquel puñado de supervivientes estaba él, Juan Sebastián Elcano.
Antes de cortar océanos remotos, el que quizás sea el vasco más universal se había fogueado en el Cantábrico. En Getaria. Allí nació y allí se embarcó por primera vez. Fue en un pesquero. Luego llegarían otros. Y este sábado, el mismo litoral que divisaba el joven Juan Sebastián en sus años mozos, hace más de medio milenio, fue recorrido por un centenar de naves. La principal, la más imponente, es la que lleva su nombre: el buque escuela de la Armada 'Juan Sebastián Elcano', que salió a las nueve de la mañana del puerto de Getxo en dirección a la localidad guipuzcoana.
Se trataba de conmemorar los 500 años de aquella gesta, la primera circunnavegación del planeta. El homenaje se denomina 'Horizonte Elcano' y en él participaron las cuatro marinas (pesquera, mercante, Armada y deportiva). El centenar de embarcaciones salieron tanto desde Getxo como desde Hondarribia y llegaron a Getaria por la tarde. 38 de ellas participaron en la regata que tradicionalmente se denomina Costa Vasca y que, en esta ocasión, toma el nombre de 'Horizonte Elcano' y está patrocinada por EL CORREO.
Motines y deserciones
El tiempo acompañó y el sol mañanero hacía más blancos los uniformes de gala de los marinos y más brillantes las empuñaduras doradas de los sables. Todo impecable. Todo tan distinto de la estampa que presentaban los 18 supervivientes de la primera circunnavegación cuando en septiembre de 1522 llegaron a Sanlúcar de Barrameda. Apestaban y estaban flacos como cadáveres. Durante tres años habían superado motines, deserciones y hundimientos. Habían sobrevivido a guerras con indígenas que luchaban contra el invasor en islas remotas, y también al hambre, la sed y las enfermedades. Habían superado tormentas y calma chicha.
Navegaban en la 'Victoria', una nave que arribó maltrecha, sí, pero repleta de clavo, la especia más codiciada. Es lo que iban buscando. Les haría ricos a ellos, a quienes habían financiado la expedición y a la Corona española, tan necesitada de dinero. Pero no hicieron historia por eso, sino por la primera vuelta al mundo. Hay quien compara la hazaña con la llegada del hombre a la luna. Si lo hubiese hecho un anglosajón, cientos de películas contarían su vida. Pero no fue el caso. Y hoy en día «hay un gran desconocimiento sobre esa gesta y sobre el marino de Getaria», lamentaba Ignacio Paz García, capitán del 'Juan Sebastián Elcano'.
La singladura de este sábado pretendía recordar todo aquello. Y una buena manera de hacerlo era recorrer la costa donde se forjó el marino vasco, y hacerlo en el buque escuela que lleva su nombre, para terminar en el pueblo que le vio nacer. Junto a los 252 miembros de la tripulación, embarcaron 130 invitados de los ámbitos más variados (instucionales, del mundo de la empresa, militares...). El bergantín goleta, donde los guardiamarinas pasan seis meses y medio embarcados en su tercer año de instrucción, relucía para la ocasión. Hubo pasodobles, saludos marciales y marchas militares. Fue a las 10.15 de la mañana cuando comenzaron a izarse las velas. Lo que se llama 'maniobra general', la situación de máximo adiestramiento. La más peliaguda. Gritaban los cabos al rozar con los palos, y también los motones y los cuadernales al girar. El chifle, de fondo, daba las instrucciones en su idioma particular. Pitidos largos, cortos, constantes. Cada uno de los cuatro contramaestres, en su palo. Hay que entender el idioma del chifle. «Si hace falta hablar, mal», advirtió el almirante Fausto Escrigas. Cuando el viento, flojo, hinchó las velas, se pudo apagar el motor auxiliar, un Vulkan de 2.000 caballos de potencia. La velocidad bajó a poco más de dos nudos. Navegación plácida bajo un sol que que escamaba de destellos la mar tranquila.
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Luego, cuando pasaban unos minutos del mediodía, la tripulación del 'Juan Sebastián Elcano' se alistó en la toldilla con gesto recogido. Sonó 'La muerte no es el final' y el toque de oración. Luego, se arrojó al mar un ramo de flores. Alrededor, oscilando sobre el Cantábrico manso, decenas de embarcaciones. Y en la costa, desde Gaztelugatxe, una multitud seguía la ofrenda floral con la que se recordó a los marinos muertos.
Convivencia
Algo de aquella fortaleza legendaria es lo que se trata de transmitir hoy en el 'Juan Sebastián Elcano' a los 72 guardiamarinas que se adiestran en él. ¿Para qué enseñar a unos jóvenes de 20 años a izar y arriar velas? «Lo que se busca es que aprendan a convivir en el mar, con los compañeros, con los mandos. Inculcar valores», explica el capitán de fragata Francisco Díaz. A bordo se habla mucho de honor, lealtad, disciplina, esfuerzo, compañerismo… También lo pasan mal. «El que no sepa rezar y va por estos mares, verá que pronto lo aprende sin enseñárselo nadie», dice el comandante Ignacio Paz. Este sábado no fue uno de esos días. A las ocho de la tarde, ayudado por dos remolcadores, el bergantín goleta entró en el puerto de Getaria. El que conocía tan bien el joven Juan Sebastián.
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