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Una feria que va por picos: los más pequeños disfrutan de la segunda jornada de la Azoka
Un niño se tira al suelo y se quita una bota. El bebé pide salir del carrito para contemplar mundo, cultural en este caso. El ... menor llora y quiere irse ya, mucho antes de que se agote el tiempo que la familia tiene reservado para la visita, pero la mayor ha visto a Toti Martínez de Lezea y no perdona libro, firma y charla (bueno, superada la timidez, ese es un quiero-no quiero muy típico cuando eres pequeño).
El último título de Nur viene con un regalito que parece poca cosa -un plástico, ya ves-, pero que conjugado con el móvil te muestra animales en 3D y los chavales se acercan al stand de Erein… y los progenitores también, faltaría más. Enfrente, los de Mitologik, 'scape room' que ha publicado un volumen sobre seres mitológicos, tiene un dragón sobre el stand y muestra las maravillas de la tecnología combinada con los libros a través de una Tablet. Se va el ojo, y luego van los cuerpos.
Un poco más allá, entre las corrientes de aire frío que entran por la puerta principal de Landako, dos amiguitas se miran fijamente, una con dos libros en la mano. Una madre quiere ver las novedades editoriales, la hija las discográficas; no hay manera que de que lea, se queja la mayor. De estas escenas está llena la Azoka estos días, con el tono familiar subido.
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No es que no lo estuviera en otras ediciones, pero resulta que ahora hay espacio de sobra para observar las interacciones y los comportamientos de los más pequeños. Se aprovecha para comprarles lectura, para que conozcan a su escritora favorita, y para hacerse con regalos de Olentzero firmados. Llover, llueve, en Durango y en otros sitios, y al menos aquí se sabe seguro los niños se van a entretener un rato a cubierto.
Al otro lado del stand, quienes atienden sus peticiones estaban a mediodía un poco más contentos que la mañana anterior. Se comentaba que había más visitantes, que las familias venían con ganas de comprar, que de vez en cuando se podían ver varios grupos distintos coincidiendo en el mismo punto. Pero también que el ritmo no es nada constante: hay picos y nadie es capaz de decir cuándo viene la ola buena.
Eso, no acertar muy bien en la previsión, era algo que ya ocurría antes, sin duda; la diferencia es que en las ediciones prepandemia no se acertaba con los días –dice Jorge Giménez, de Alberdania, que creías que la jornada buena iba a ser la segunda, por ejemplo, y resultaba que era esa tercera en la que nadie tenía fe-, y ahora cambia de hora en hora, o cada media. Es como vivir a la expectativa todo el tiempo, lo que significa una tensión añadida que hace que la «alegría» no sea la misma que en otras ocasiones, dicen en Erein. «Raro» es el término que utiliza la escritora Eider Rodríguez para referirse a una feria muy distinta a la que se vivió hasta 2019.
Fuera del pabellón de venta, la afluencia es desigual. En los espacios habilitados para presentación de libros, poca gente. Lo que es un éxito seguro es la zona de conciertos.
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