Euskadi necesita 1.250 jóvenes para salvar el 85% de las explotaciones agrícolas en riesgo
Expertos abordan en Bilbao cómo fomentar el relevo generacional, necesario para garantizar la continuidad del primer sector
El País Vasco contaba hace dos décadas con unas 30.000 explotaciones agrícolas. A día de hoy, son 12.919. El éxodo del pueblo a la ciudad, los nuevos modelos de producción, la globalización, los cambios en el consumo... han derivado en una situación que hace imposible regresar a esas cifras. El reto, que no es pequeño, es lograr mantenerse en los números actuales, con negocios viables que permitan vivir de ellos. Y para eso, si algo hace falta, es savia nueva. A la pregunta de cómo atraer jóvenes al campo es a lo se que trató ayer de dar respuesta en el Itsasmuseum, en el foro 'Primer sector: oportunidad para el relevo generacional', organizado por EL CORREO con el apoyo del Departamento de Alimentación, Desarrollo Rural, Agricultura y Pesca del Gobierno vasco y la colaboración de Hazi Fundazioa.
La Estrategia de Relevo Generacional impulsada por el Ejecutivo autonómico y las tres diputaciones pretende incorporar en los próximos diez años a 1.250 jóvenes al primer sector. ¿Por qué 1.250? Porque se aspira a garantizar un futuro, en palabras de la consejera Amaia Barredo, «al 85%» de las en torno a 1.500 explotaciones viables en las que sus titulares están ya jubilados o a punto de estarlo.
En ese proceso un actor clave es Hazi, que «trabaja en red» con otros agentes sectoriales para prestar apoyo a los jóvenes productores. Para Mentzia Otxoa de Zuazola, directora de Emprendimiento e Innovación de la fundación, «las explotaciones tienen que ser rentables, pero el campo ofrece otras externalidades positivas como desarrollar una pasión y un proyecto empesarial que contribuye a mantener nuestro paisaje, pueblos y cultura». En la primera de las dos mesas redondas del foro, aseguró que, para lograr una viablidad, es importante la formación. Y en eso van a dar un paso más, en colaboración con el Departamento de Educación, para que «aquellos que hacen un FP tengan posibilidad de hacer formación especializada en gestión de explotaciones agrarias». No es algo baladí, ya que constataban «carencias en ese ámbito», algo que confirmó Nerea Irazabal, cofundadora del proyecto Luramak_bio.
Propietaria de una finca de cultivos ecológicos de seis hectáreas en Gamiz-Fika, de acuerdo a su experiencia, «a veces, lo que has aprendido cuando te formas, llegas al barro y no te sirve. «No solo tienes que saber cuándo plantar; tienes que saber qué es rentable y asumir todas las facetas: administrativa, marketing, sembrar...», expuso. Por eso considera que lo realmente importante es el acompañamiento, «el apoyo que nos prestan las instituciones para poder seguir en ese camino, que es complicado pero bonito».
Los últimos de la fila
Ella es la primera generación. Su madre era enfermera y su padre, CEO en una empresa, pero sintió «una llamada de la naturaleza». «Los que nos dedicamos al campo somos los últimos de la fila, y tenemos que darnos valor, porque nuestro cuerpo es una joya y para cuidarla hay que invertir en alimentación», incidió.
Al ser una profesión que requiere una atención «de 24 horas los 7 días de la semana» entiende que es difícil atraer jóvenes. Por eso lo plantea no tanto como un trabajo, sino como «una forma de vida» que, por cierto, es «próspera y enriquecedora en todos los niveles».
Otro ejemplo de esa pasión por lo que hace es Juan Valdelana, ingeniero agrónomo, enólogo, docente y decimocuarta generación de viticultores. La marca, Bodegas Valdelana, la puso en marcha su padre, puesto que sus antepasados, «como casi todos» en Rioja Alavesa, «trabajaban para los marqueses» o, más adelante, «para los dos o tres grupos más importantes».
Salir de ese circuito, comercializar bajo el nombre familiar, ha exigido mucho trabajo. Y lo sigue haciendo. Más allá de la producción, hay muchos viajes. En su caso, al frente de la parte técnica del negocio, «para conocer» lo que hacen en otros países; en el de su hermana, directora comercial y de marketing, para posicionar su vino en otros mercados.
El relevo es complicado porque «mucha gente es feliz trabajando de lunes a viernes», algo que busca buena parte de la población. En su cuadrilla, de hecho, de 18 amigos que son él es «el único que hace vino». Ni siquiera sus padres hubieran elegido «ese camino» para sus hijos, conscientes de la implicación que conlleva. Pero les han cedido el testigo, les han confiado el proyecto y han cumplido la aspiración de Juan, porque «hacer vino siempre ha sido la mayor ilusión de mi vida. Tanto que, recordó, «cuando la liabas en el pueblo, a mis amigos les castigaban con ir al campo y a mí con no ir».
Lo que él ve ahora más necesario es una respuesta del consumidor, que en lugar de pedir «un verdejo» en los bares se tome «un txakoli», por ejemplo. Es, ni más ni menos, trasladar «ese amor por el Athletic, por la cultura, por la música vasca» que sienten muchas personas «al campo, a nuestro producto local».