Europa se fija en las granjas lecheras de Carranza para mejorar el sector
90 ganaderos y responsables de asociaciones visitan el valle para conocer los métodos innovadores de sus explotaciones
En apenas una década, Bizkaia ha perdido el 15,3% de su cabaña bovina, compuesta por algo más de 40.000 animales. En el caso ... de las vacas y novillas de aptitud lechera, con 5.838 hembras, el descenso es muy superior, del 25,8%. Y esa es una realidad que se reproduce también en otros puntos de Europa. ¿La solución? En su búsqueda andan 18 organizaciones de 15 países que participan en el proyecto Resilience for Dairy (R4D), financiado con fondos de la UE y que pretende contribuir al desarrollo social, económico y medioambiental de la ganadería lechera. Esta semana, cerca de un centenar de personas procedentes de Francia, Alemania, Bélgica, Eslovenia... se han desplazado a Euskadi para participar en unas jornadas organizadas por la cooperativa Lorra, en colaboración con el centro de gestión Abere y la sociedad Lursail, para conocer la realidad del sector aquí, pero también para aprender. Y Carranza, la central lechera vizcaína, ha mostrado sus innovadores sistemas -tanto a nivel tecnológico como de distribución del trabajo- para que las explotaciones sean más competitivas.
15 países europeos
buscan soluciones conjuntas para que el sector del vacuno de leche sea más sostenible medioambiental y económicamente.
120 granjas europeas
entre ellas las dos de Carranza y otras dos en Álava, participan en los proyectos piloto para analizar los diferentes sistemas.
La primera parada en la localidad encartada fue en la granja El Haya Matienzo. En una profesión en la que falta relevo, casi esclava porque hay que atender de forma continua a los animales, si algo destaca de esta empresa es que, quienes viven de ella, tienen días libres. De ahí que uno de los aspectos por los que más preguntaran los visitantes fuera por el de la organización de la jornada laboral. Pero primero conozcamos su historia.
En el año 2000, los dos hermanos Albisua -uno ya jubilado- y los dos hermanos Herboso unieron sus recursos «para tener mejor calidad de vida». No querían estar como habían estado sus padres y madres, atados al ganado. El ser cuatro -ahora tienen un trabajador- les permite, por ejemplo, «librar un fin de semana de cada dos». «Tenemos algunos festivos libres, si te pones enfermo te quedas en la cama...», explicaba Txutxi Herboso.
En su contexto
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Visitas a granjas A Carranza se desplazaron ganaderos y representantes de asociaciones de Francia, Irlanda, Reino Unido, Bélgica, Italia, Eslovenia, Luxemburgo, Dinamarca, Países Bajos, Alemania, Finlandia, Lituania...
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De 50 a 2.000 vacas El sector es muy diferente en función del país. Si en Francia es habitual que las granjas superen por poco el medio centenar de vacas lecheras, en enero se celebró una visita a una de Hungría con más de 2.000.
Porque si algo lastra al sector eso es la falta de relevo. «Es muy difícil encontrar gente que quiera trabajar en esto, jóvenes, y estamos buscando soluciones para facilitar el trabajo si queremos tener granjeros en el futuro», subrayaba la francesa Valérie Brocard, coordinadora del proyecto. Pretenden con este tipo de visitas a explotaciones, a las que acuden tanto ganaderos como responsables de asociaciones e institutos de investigación, dar con la fórmula y encontrar fórmulas que hagan más atractiva la ganadería.
En el caso de la granja El Haya Matienzo, la unión, además de contar con mejores condiciones laborales -siguen siendo duras, con una jornada que arranca a las 5.45 horas-, les permitió tener «más animales y mejores instalaciones», destacaba José Luis Herboso. Antes de juntarse, recordaba, «mi hermano y yo teníamos 50 vacas de leche y ellos, 60». Ahora son casi 200 las que producen, 350 si se tiene en cuenta las crías.
Ponía de relieve Jon San José de Eguileor, de Lorra, que se trata de una explotación con destacadas innovaciones «para el enfriamiento y calentamiento de agua con placas solares, con la forma de conseguir el alimento, que se lo traen a diario de una cooperativa de Carranza...». Y el resultado no es malo. Sus vacas generan unos 7.000 litros de leche al día y están perfectamente controladas. Las cosas no son como antes, cuando todo era más «a ojo», y el 'transponder' que lleva cada una de las hembras en la oreja avisa, por ejemplo, «si hay una bajada en la producción de leche». También pueden saber «si está enferma o en celo» gracias a un podómetro que registra sus movimientos. Y el ordeñado es mucho más rápido y puede encargarse de él una sola persona, ya que, entre otras cosas, las pezoneras se limpian y desinfectan de forma automática.
Ordeñado con robots
Aunque, en materia de ordeñado, una de las mayores innovaciones que pudieron ver los visitantes estaba en la segunda parada de la ruta, en Sarobe Farm. Alejandra Aja y Manuel Gutiérrez mostraban orgullosos sus dos robots. Se trata de una suerte de casetas, con comida en la entrada, a las que se dirigen las vacas «de forma libre», cuando quieren.
Eso facilita el día a día en la granja, ya que no tienen que estar pendientes de ordeñarlas varias veces cada jornada al ir ellas solas. Cuentan con un chip y la máquina puede rechazarlas, puesto que deben esperar cuatro horas y media para regresar o tener 10 kilos de leche en las ubres.
Y cumplen, ya que las 90 productoras -tienen en torno a 175 contando las crías- están en una media de 41,5 litros diarios. Que puedan entrar a ordeñarse solas les permite además ir un poco más tarde, con turnos que empiezan a las 7.00. Esta pareja, en cualquier caso, son una rara avis en el sector: jóvenes. La media de edad de los titulares de explotación alcanza en Bizkaia los 58 años, pero Aja, veterinaria nacida en Madrid y con familia procedente de Carranza, tiene 35, y Gutiérrez, de Cantabria, 41. «Trabajábamos para otras granjas y, aunque es un estilo de vida difícil, decidimos montar la nuestra en 2020 para poder conciliar mejor», detallaban a los presentes.
Les ayudan en la explotación dos trabajadores. Creen que, si ellos estuvieran más tiempo con los animales, no les harían falta dos personas. Pero sus prioridades son otras. «Tenemos dos hijos y, con este tipo de trabajo, o contratábamos a alguien para cuidar de los niños o para cuidar de las vacas. Y la elección estaba clara».
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