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En el asesinato de la menor, Eva, de 13 años, a manos de su padre, Pedro Gonzalo C., de 43, que también agredió a su ... mujer y madre de la niña, nadie, ni las instituciones ni su círculo más cercano previó que el hombre fuera a cometer el más vil de los crímenes machistas, la violencia vicaria, que consiste en atacar a los hijos para hacer daño a la madre. Uno de los motivos por los que ni la Policía, ni la Justicia ni sus vecinos, amistades o familia, tanto de él como de ella, pudieron hacer nada para evitarlo reside en que la mujer herida, de nacionalidad rumana, nunca le denunció por malos tratos, pese a haber vivido algún episodio violento. En uno de ellos, registrado hacía apenas un mes, llegó a acudir la Policía a la vivienda, pero ella no quiso testificar contra el padre de su hija. Quería dejarle y le había planteado ya la separación, pero mantuvo la convivencia, probablemente por las estrecheces económicas. La vivienda era propiedad de ambos. Carlos, el vecino de abajo, les vio el día anterior al crimen «haciendo las maletas y sacando cosas del piso».
La investigación de la Ertzaintza ha concluido que el asesino mató a la menor antes de que la madre llegara a casa, en la madrugada del pasado viernes 30 de mayo. Al parecer, la pareja había quedado para hablar después de que ella saliera de trabajar en el asador Sukalde, de la calle Elcano. Él, de origen sudamericano nacionalizado español, también ejercía de cocinero en otro local del centro de Bilbao. Quienes coincidían con él en el negocio le describen como un hombre «encantador». En la intimidad del hogar escondía otra cara bien distinta.
En ese encuentro, discutieron y el hombre se marchó al piso, ubicado en el número 22 de la calle Larraskitu, en el barrio bilbaíno de Rekalde. Los investigadores han logrado reconstruir las últimas horas previas al crimen gracias a las declaraciones de los testigos, al informe forense y a la información contenida en los teléfonos móviles, entre otras pruebas. Sospechan que fue en ese momento cuando Pedro Gonzalo decidió matar a la cría, que mantenía una estrecha relación con la madre.
Gritos a la una de la mañana
Según el informe preliminar de la autopsia, practicada en el Instituto vasco de Medicina Legal, la niña fue degollada con un arma cortante, compatible con un cuchillo de cocina, que ha sido recogido como evidencia. No se descarta que fuera el mismo con el que el asesino después se quitó la vida provocándose también cortes en el cuello. Entre una y otra muerte, la madre de la pequeña llegó a la vivienda. Según su propio testimonio, entró en la casa alrededor de la una de la madrugada y entonces él intentó agredirla. Jon, que reside en el bloque de enfrente, escuchó «gritos de mujer, muy fuertes, una discusión dura».
La madre huyó para salvarse y él la dejó ir, o más bien la invitó a hacerlo bajo la amenaza de que, de lo contrario, no volvería a abandonar la casa. La adolescente, que estudiaba en el instituto Martín de Bertendona, se encontraba en su habitación y pese al escándolo no salió. La Policía autonómica cree que no estaba dormida, sino que había sido ya asesinada. El padre se cambió de ropa varias veces esa noche.
Al parecer, al ser consciente de la barbarie que había cometido, se metió en el baño, cerró por dentro, y se suicidó. La necropsia ha determinado que la muerte fue autolítica, es decir, provocada por él mismo, y que la menor fue víctima de un homicidio, según ha podido saber este periódico. La data de la muerte de la niña se puede encuadrar en la hipótesis que plantean los investigadores.
La mujer se fue caminando por la carretera de Larraskitu hasta el frontón de Rekalde. Probablemente no pudo coger ni el móvil. Allí la vio un vecino, sentada en un banco, llorando y sangrando. Tenía heridas por cortes en las manos y los brazos. Este hombre llamó a la Policía Municipal para pedir ayuda alrededor de las cinco menos diez de la madrugada y esperó junto a ella en Gordóniz hasta que llegó una patrulla. Fue trasladada al hospital de Basurto, donde ha permanecido varios días ingresada hasta que se ha recuperado de las heridas. El trauma psicológico, sin embargo, será imposible de curar.
La mujer les explicó a los agentes de paisano que temía por el destino que podía correr su hija, aunque no consta que el asesino se hubiera metido con ella. Los agentes de la Guardia urbana tumbaron la puerta de la vivienda porque nadie contestaba ni salía a abrir. Una vez dentro, encontraron el cadáver de la niña sobre su cama, con una sábana cubriéndole la cara. El baño estaba trancado y dentro, el cuerpo de Pedro Gonzalo C. con cortes en el cuello.
El caso pasó a manos de la Ertzaintza y el Servicio de Investigación Criminal Territorial de Bizkaia (SICTB) se encarga de completar las diligencias. Una vez que el atestado sea remitido al juez instructor, probablemente quedará archivado, ya que el autor ha fallecido y ya no podrá ser juzgado por los tribunales.
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