«Le seguí porque vi cómo daba un tortazo a la mujer y la cogía del cuello»
Un ertzaina libre de servicio retiene a un maltratador que agredía a su pareja en la calle delante de su hija en San Ignacio
«¡Tira para casa. Tú te vienes conmigo!». Un agente de la Ertzaintza que pedaleaba con su bici por el barrio de San Ignacio, vio ... cómo un hombre le daba un tortazo a su mujer en plena calle, perpendicular a Islas Canarias. La chica empujaba un carrito con una bebé dentro. El ertzaina, de 29 años, licenciado en la promoción 26 y en la actualidad destinado en la comisaría de Hernani como patrullero, se encontraba fuera de servicio, pero su instinto le empujó a actuar. «Paré y me quedé parado mirando».
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El agresor, de unos 30 años al igual que la víctima, peleaba con otro hombre, que debió de recriminarle su actitud. Pero de seguido, continuó con la agresión. Cogió del cuello a la mujer y mediante empujones trató de que avanzara para continuar el camino. Pretendía que fuera con él hasta el domicilio. «Él estaba muy alterado y ella y la niña sólo lloraban». El policía dejó entonces «la bici tirada en la calle y les fue siguiendo. Estaba claro que cuando llegaran a casa, la iba a seguir cascando», dice convencido. Mientras caminaba por la acera, «iba llamando a 'Ugarteko'», como se llama en clave en la emisora a la comisaría de Bilbao, «para ir avisándoles y diciendo cómo iban vestidos» tanto el agresor como la víctima para un posible seguimiento.
«Un niño me gritó '¡muy bien, chaval! después de seguirnos y ver cómo alcanzaba al agresor»
«¡Sois unos sapos! Os voy a pinchar», amenazó a los vecinos que se asomaban a las ventanas
«¡Sois unos sapos!»
El hombre estaba «cada vez más nervioso. Le daba unos meneos al carrito como si le quisiera quitar la cría a la madre». Los vecinos salieron a las ventanas al escuchar el escándalo y advertían que iban a llamar a la Ertzaintza. «¡Sois unos sapos! Como venga la Policía, luego vuelvo y os voy a pinchar», amenazaba el hombre. Cuando volvió a agredir a la mujer, «le enganché y le llevé contra la pared. Me identifiqué y le advertí de que tenía que esperar allí hasta que llegaran las patrullas». Entonces, «echó a correr y yo salí detrás de él».
Testigos de la escena guardaron la bicicleta al agente. «Corrimos a lo largo de dos manzanas hasta que le alcancé en las escaleras de la plaza de la iglesia de San Ignacio». Allí, logró mantenerle retenido hasta que llegaron unidades de la Policía Municipal de Bilbao, que le detuvieron.
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La escena se produjo delante de un montón de niños que jugaban al fútbol en el patio de un colegio. «Vieron cómo zarandeaba a la mujer. Nos fueron siguiendo y cuando llegaron los municipales y le dejé a buen recaudo, uno de los niños me hizo mucha gracia porque me gritó: ¡Muy bien, chaval!», recuerda. El agente se queda con un sabor amargo. Teme que la víctima rehúse denunciar a su agresor y vuelva con él a casa, donde le espera un infierno.
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