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«Ya había ganas de volver a currar. Hemos estado un mes sin ingresos. Tengo dos hijos y me acababa de comprar una furgoneta para trabajar. Tenemos muchos gastos. Aunque ya ves, esto está desangelado. La gente todavía no sabe que podemos abrir». José Antonio tiene un puesto de venta ambulante de calcetines. Después de dos meses parado por completo, esta mañana ha sido uno de los primeros en montar su 'stand'. Lleva 26 años en el negocio, pero esta noche apenas ha podido dormir. «Estaba nervioso, como si fuese mi primer día de trabajo», explica.
José Antonio fue uno de los 15 vendedores ambulantes que esta mañana ha levantado la persiana después de dos meses. En las últimas semanas, ya habían empezado a funcionar algunos mercadillos. Pero, en principio, sólo estaban autorizado los de venta de comida. Desde hoy pueden hacerlo también los negocios de productos textiles. El Ayuntamiento de Erandio ha sido el primero en permitir la apertura de su tradicional mercadillo al aire libre, siguiendo las indicaciones de la fase 1 del desconfinamiento. Antes del Covid-19, en este parking solían abrir 101 puestos autorizados todos los lunes. Llevaban haciéndolo más 30 años en esta ubicación. Esta mañana, en cambio, sólo han empezado a funcionar 15 puestos (13 de productos textiles y 2 de alimentos), 10 menos de los previstos.
Muchos de los puestos han decidido no volver a trabajar siguiendo las indicaciones de las principales asociaciones de vendedores ambulantes. No lo han hecho para «garantizar la salud» y porque, en estas condiciones, tampoco les compensa económicamente. De hecho, los que han montado hoy sus 'stands' son, en su mayoría, autónomos que no están vinculados a ninguna de estas asociaciones. «Necesitamos que los ayuntamientos empiecen a dejarnos trabajar. Todavía no sabemos nada de los mercados de Bermeo y Lekeitio, por ejemplo», explica Mari José, que vende productos del hogar. Un día normal, en este puesto suelen facturar unos 700 euros. Hoy se conformaría si llegan a los 150 euros.
La apertura del mercadillo se hizo con estrictas medidas de seguridad. En el suelo se hicieron unas marcas para que se respetasen las distancias entre puestos: 4 metros a los lados y 6 metros de frente. Los vendedores debían llevar también máscaras y guantes. Todos contaban con geles desinfectantes, tanto para ellos como para los clientes. No se podía tocar los productos. El parking estaba precintado para controlar los accesos. Y el aforo estaba limitado para impedir aglomeraciones de más de 30 clientes. Agentes de la policía local, personal de protección civil y una trabajadora del Áyuntamiento se encargaron durante toda la mañana de controlar que se cumplían las restricciones.
En realidad, no ha hecho falta limitar el acceso. Básicamente, porque muchos de los vecinos no sabían que se iba a abrir el mercadillo, a pesar de que se había anunciado por las redes sociales. Otros tenían miedo. María Jesús, por ejemplo, se topó con los puestos cuando salió con una amiga a dar su pequeño paseo. «Antes íbamos andando hasta Leioa. Pero ahora nos tenemos que quedar por aquí. Tenemos ganas de que vuelva la normalidad», confiesa.
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