Encontrar un alquiler en la costa de Bizkaia, casi misión imposible: nula oferta y mucha vivienda turística
De Plentzia a Lekeitio, la proliferación de viviendas vacacionales, la falta de parque inmobiliario y la subida de los precios dificulta las rentas de larga estancia
La costa de Bizkaia es un escenario en el que queda patente la relación entre la falta de oferta de alquiler de larga estancia y la proliferación de pisos turísticos. Los municipios con vistas al Cantábrico son zonas tensionadas. Muy tensionadas. Y controlar el número de viviendas destinadas a uso vacacional es un reto para los ayuntamientos, que buscan evitar que su importante crecimiento merme el ya escaso parque de viviendas para alquiler y se disparen aún más los precios. ¿La realidad? Los principales municipios costeros tan solo congregan poco más de una veintena de ofertas en los principales portales inmobiliarios. Bakio, Mundaka, Ondarroa... Un número diminuto en comparación con las viviendas turísticas registradas. Y la mayoría son precisamente pisos turísticos que se 'cuelan' en estas plataformas. Salvo tres excepciones contadas, las rentas no bajan de los 1.000 euros.
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Otro problema. Al tratarse de localidades pequeñas en las que se firman un número reducido de alquileres, resulta mucho más complicado para el Gobierno vasco hacer una radiografía de la evolución del mercado en comparación con, por ejemplo, municipios de mayor tamaño como Bilbao, Barakaldo o Getxo. Los contratos firmados no son suficientes, según se desprende de sus informes, para hacer un muestreo significativo. Eso se traduce en que hay lagunas en la renta media anual de algunos periodos o, directamente, el Observatorio Vasco de la Vivienda no ofrece datos de los últimos años.
Primera parada. Bakio. La localidad con más alquileres ofertados en los principales portales inmobiliarios. En total, doce. A quince minutos de la playa, se oferta un piso de 100 metros cuadrados y cuatro habitaciones, garaje incluido, por 775 euros al mes. Dos que rondan los 1.000 euros son para alquilar tan solo en los meses de verano. Y a partir de ahí, las rentas ya son siempre de cuatro cifras. Desde un piso junto al acantilado por 1.300 euros al mes (tres habitaciones y unos 70 metros cuadrados) en una cuarta planta hasta un chalé por el que piden 3.500 euros al mes o un piso en primera línea de playa por 3.700.
La oferta se reduce a seis inmuebles en Lekeitio. Aquí no bajan de 1.000 euros, un precio muy superior a la renta media que refleja el estudio de zonas tensionadas del Gobierno vasco publicado en febrero de 2024. En sus tablas, Lakua indica que la renta media aquí ha pasado de 486 en 2017 a 560 en 2022. Pero la inmensa mayoría de los ofertados en la actualidad son solo para uso turístico, a pesar de que los portales inmobiliarios de alquiler no son el lugar donde anunciar este tipo de servicios. El precio más asequible, esos 1.000 euros, es para un piso solo de corta estancia, para uso «vacacional».
Así hasta alcanzar los 1.800 euros al mes. Incluso algunos anuncios proponen rentas «por día» y ofrecen mensualidades distintas dependiendo de si se va a ocupar el piso en junio o septiembre, por ejemplo. Las dos únicas ofertas que parecen de larga estancia no tienen foto y son sin ascensor.
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Este panorama trae de cabeza a los ayuntamientos, que tratan de poner coto a las viviendas vacacionales. El nuevo PGOU de Bakio quiere limitarlas, Lekeitio iniciará ese mismo trámite en verano, Mundaka ha acordado diseñar un plan estratégico de eiviendas... El Registro de Empresas y Actividades Turísticas de Euskadi es el termómetro que evidencia que hace falta poner límites.
Este contador oficial de pisos turísticos arroja datos significativos. Hay 87 en Mundaka, 86 en Lekeitio, 75 en Bakio, 33 en Gernika, 27 en Ondarroa, 25 en Bermeo... Cifras han crecido notablemente en los últimos años y se han convertido en un agravio comparativo con respecto a la oferta de alquiler. El problema no acaba aquí, porque las instituciones son conscientes de que estas cifras son aún mayores, ya que hay otros muchos no registrados.
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Este escenario preocupa al sector inmobiliario, que advierte que los propietarios optan por priorizar la venta de inmuebles o su conversión para uso turístico en el marco de la nueva Ley de Vivienda. «No tenemos producto que ofrecer por un cúmulo de factores. Hay muy poca oferta y mucha demanda. Eso infla los precios. Un alquiler medio de larga estancia no baja de 800 euros para un piso de dos habitaciones con plaza de garaje. Y en verano los temporales se ponen por encima de los 2.000 euros al mes», analiza Amaia García, de la Inmobiliaria Garar, en Gorliz. Esta profesional cree que es necesario «regular» los pisos turísticos, algo que «es muy complicado». «Estamos en un mercado libre y es difícil saber qué dirección tomar cuando en un mercado libre alguien está dispuesto a pagar esos precios», apunta.
Otro punto de vista. El de Elisabeth López, de la Inmobiliaria López en Bermeo. «No solo es una cuestión de la vivienda vacacional. Hay muchos factores. La falta de oferta y la subida de precios se dan también en zonas menos turísticas». Y apunta a la nueva Ley de Arrendamientos y la «inseguridad» que genera en el propietario. «En la costa hablamos de municipios pequeños. La gente tiene mucho arraigo y suele optar por comprar. Y para el alquiler trabajamos solo con la cartera de clientes que tenemos, sin necesidad de acudir a los portales digitales».
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Ahora, con un alquiler a corto plazo, inferior a un año de duración, los propietarios esquivan la nueva normativa, que permite a las administraciones delimitar precios en zonas tensionadas. También el texto introduce más protección al inquilino y cambia la regulación con respecto a los okupas. «Si la ley pusiese más facilidades al propietario, quizás volverían a optar por alquilar sus propiedades para largas estancias. Supone menos trámites que los de corta y, si echan números con los precios actuales de las rentas podría salirles a cuenta. Hablar solo de las viviendas vacacionales es simplificar el debate», zanja la gestora.
¿Y qué hay en Mundaka? Solo las olas para los surfistas. La oferta se reduce a tres inmuebles. Y todos ellos de alquiler vacacional. El más barato, el de 800 euros, se alquila solo en junio; otro por 1.000 habla de «precio negociable» y muestra en la foto la placa de 'VT', y la tercera, la opción más cara, son 2.000 euros al mes. Un precio falso, porque en la descripción cambia la renta dependiendo del mes.
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Otro ejemplo. En Bermeo tan solo hay dos pisos en alquiler. Un piso por 1.200 euros de tres habitaciones y más de 100 metros cuadrados y un chalé por 4.000 al mes. Y en Ondarroa, uno. Y curiosamente el más barato. Por 600 euros un piso de dos habitaciones y 60 metros cuadrados en la calle Ibaiondo. Vuelven a ser precios muy por encima de los datos oficiales tomados como referencia para decretar zonas tensionadas. La renta media en 2017 oscilaba entre los 423 y 470 euros. En 2022, alcanzaba los 550. En Gernika no hay ningún piso ofertado.
Ya hacia la Margen Derecha, aparece el mismo problema en Gorliz y Plentzia. La oferta es algo más elevada y ambos municipios acumulan una veintena de inmuebles. Una cifra, no obstante, entre las que también se encuentran numerosos pisos que en realidad su alquiler se destina para uso vacacional. En Gorliz solo uno de los diez es para larga estancia, por 1.100 euros. El resto, todos vacacionales hasta alcanzar precios estratosféricos. Y en Plentzia sucede lo mismo. Hay una oferta por 975 euros (dos habitaciones y 90 metros cuadrados) para instalarse a largo plazo. Precios muy por encima de la media de 750 euros de la renta media que marcan los datos del Gobierno vasco.
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Precisamente, el informe sobre zonas tensionadas en Euskadi que realiza periódicamente Lakua reflejaba en febrero que algunos de estos municipios se encuentran «parcialmente tensionados», como Bermeo o Gernika-Lumo. El documento refleja que están «completamente tensionados» Balmaseda, Barakaldo, Basauri, Bilbao, Erandio, Ortuella, Portugalete, Santurtzi, Sestao y Trapagaran. Para determinar estas categorías, se toma como referencia la carga media del coste de la hipoteca en los ingresos medios de las familias (supere un 30%) y que haya experimentado en los últimos cinco años un crecimiento acumulado de al menos tres puntos porcentuales superior al porcentaje correspondiente al Índice de Precios de Consumo del País Vasco.
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