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El Bilbao de Luis Gómez

Adiós a 80 años de historia: cierra Basaras, la tasca más antigua del Casco Viejo de Bilbao

La taberna, famosa por sus anchoas en salazón con alegría riojana, cede al empuje del covid. «Voy todos los días angustiada a casa», confiesa la dueña

Jueves, 22 de octubre 2020, 02:04

Bilbao sigue cediendo al empuje del coronavirus y dejándose por el camino enseñas históricas de su hostelería. Esta vez le ha tocado el turno a Basaras, la tasca más antigua del Casco Viejo, situada en el arranque de la calle Pelota. Con 8 décadas a sus espaldas, Beatriz Martín, la actual encargada, ha dicho basta. Bajará la persiana el próximo enero, incapaz de cuadrar las cuentas a un negocio de poco más de 20 metros cuadrados al que su escaso aforo ha dejado sin margen de maniobra en tiempos de pandemia.

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Son fijos del Basaras los 'michelines' Josean Alija, cocinero del Nerua, restaurante del Guggenheim, y Álvaro Garrido, el chef del cercano Mina. Ambos se asoman con frecuencia a la barra de este local, fundado en 1940, a degustar sus jugosas tortillas de patata, croquetas de bacalao, chorizo a la sidra, empanadillas de atún, merluzas rebozadas, y, sobre todo, el pincho estrella: anchoas en salazón servidas en rebanadas de pan y finas tiras de alegría riojana.

Artistas como Juan Echanove, que «comen y cenan cada vez que caen por aquí», y cantantes como Amaia Uranga son habituales de una de las tabernas con más solera de la villa, cuyas paredes aparecen empapeladas con fotografías de famosos. Gran parte de su éxito ha residido en su capacidad de adaptación y de que pasa el tiempo y sigue igual. Dos barriles siguen custodiando la entrada del Basaras y una cuidada polea que cuelga del techo simboliza el pasado de una tasca donde antaño se vendía el vino a granel. Los txikiteros acostumbran también a tomar la penúltima en este local. Sin embargo, el coronavirus va a constituir la puntilla para un establecimiento que hasta el 13 de marzo registraba llenos diarios, aunque desde entonces no levanta cabeza.

«No hay sitio y la gente pasa de largo»

Las restricciones de aforo han ahuyentado al público. Se queja Beatriz de que, «por miedo», la gente de los barrios tampoco baja mucho al centro y que los fieles no disponen de sitio. «Con lo pequeñito que es, no da. Antes podían entrar hasta 20 personas y la calle estaba llena, pero ahora solo se permiten 8 dentro y el mismo número fuera. Los fines de semana, especialmente, pasa mucha gente por la zona. Al ver sentada a la gente dentro, pasa de largo y vuelve a intentarlo, pero al no encontrar sitio acaba marchándose».

Beatriz ha explorado todas las posibilidades para garantizar la continuidad de un negocio que explota desde hace 13 años. Solicitó sin éxito la ampliación de la terraza, pero se encontró con la «negativa» del Ayuntamiento. «Con la calle tan hermosa que tengo y no me dan permiso para poner dos mesitas enfrente», se queja la hostelera, que se siente «deprimida. Me voy todos los días angustiada a casa porque ya ves cómo estamos. Todos los pinchos en la barra y no me llega para costear todos los gastos», confiesa Martín, que cuenta con dos empleados, Gorka, y su hijo, Jon, encargado de una bodega que reúne los mejores vinos. «Es un apasionado de los vinos», ensalza. A los sueldos, dice, hay que añadir «la renta, que es bastante maja, los seguros... No me llega», comenta resignada.

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Ya no se plantea una posible marcha atrás porque parece que esto (la pandemia) «va a durar mucho. «Es muy triste y una pena, porque lo que desaparece ya no vuelve», advierte. «Aquí vienen las estrellas Michelin y tenemos unos vinazos, pero... ¿Sabes la pena que me da que anden paseando por ahí los clientes, no les puedas atender y estamos aquí los tres de brazos cruzados? Te vas como mal a casa porque al final me comen los gastos».

Entre las cosas que han aportado singularidad al Basaras, hay que destacar sus excelentes cavas, champanes y vermús. Pero hay algo más que lo distingue del resto: antes de la pandemia era difícil acercarse a la barra, porque siempre estaba hasta arriba, pero no precisamente de turistas, aunque muchos hacían también un alto. «Siempre hay gente, aunque está repleto de bilbaínos», presume la parroquia local, que perderá pronto de vista a unos de los clásicos por excelencia de la ciudad. A escasos metros de la Peña Athletic, al Basaras le quedan apenas tres meses de vida.

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