Carta de amor al Arambarri de Santutxu

No es el recinto más amplio del barrio. Tampoco el que muestre la barra más suculenta de pintxos –de hecho, rara vez hay más allá de unas patatas fritas de bolsa o unas aceitunas que llevarse a la boca–, pero cuando en el grupo de Whatsapp de los amigos de Santutxu aparece el icono de las cervezas, seguido del signo de interrogación, ya sabemos dónde es la cita. No tenemos ninguna duda. En el 'Arambarri', en la plaza Músico Arambarri, muy cerca del corazón de este populoso barrio bilbaíno. No importa, para nada, subir la cuesta desde Bolueta, la escalada por Caserío Landaburu –o Pintor Losada–, porque sabes que una bebida fresca te espera en la cima.

Nos conquistó hace mucho tiempo. ¿Cómo? Con unas cañas enormes a precio de saldo -y cuando había ganas de fiesta unos combinados sabrosísimos-. Eran otros momentos, de juventud. Con el paso de los años, sin embargo, nos hemos ido conteniendo. Ya no son esas pintas –al día siguiente se hacía complicado levantarse o la mañana venía acompañada de un ligero dolor de cabeza–, son zuritos, pero del mismo tamaño que las cervezas que se sirven en el resto de bares. Vamos, una ganga. Y claro, eso te llega al corazón, y al bolsillo. Allí son las quedadas. La mayoría de las veces en su terraza, amplia, con varias mesas, aunque casi siempre debes tener suerte para encontrar una vacía. Cuando el frío aparece, nos colocamos dentro, en una de sus mesas altas, en un acogedor interior de madera que da calidez al ambiente. Siempre volvemos. Es nuestro bar. El de la amistad.

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