Carta de amor al Antomar, Museo del Vino y Aizarri de Ledesma
Ledesma ·
Sección en la que periodistas de El Correo recomiendan sus bares favoritosLa calle Ledesma es como el pasillo de mi casa y los locales de la familia Burgo, Antomar, Museo del Vino y Aizari, como las habitaciones donde habito. Los bares también son sus gentes, su trato, la amabilidad, la risa cómplice, la charla amigable. En cada uno de los locales uno puede encontrarse con amigos o conocidos a cualquier hora del día, con gente que va tomarse un vino, una copa o a comer.
En el Antomar, al fondo de su larga barra siempre se encuentra Jorge, con una sonrisa en los labios y una broma como saludo, cortando lomo, chorizo o jamón, dando palique a la clientela, que le es fiel desde hace décadas. En la barra su hijo Álvaro, que va de vez en cuando, Mariana, Sandra, Sheila y Zaira, que son la eficacia personificada. No paran ni un momento de trajinar, ahora sirviendo vino o una cerveza y un poco más tarde tomando la comanda de los habituales, que ya saben que pueden pedir una menestra, una ensaladilla rusa, salmonetes o chuleta.
Un poco más abajo de la calle está su hermano mayor, José Antonio Burgo, en el Museo del Vino, acompañado de Felipe, poniendo el vino por botellas, tal como hacen desde que se fundó el local y nadie entendía ese modelo de negocio. Y unos metros más abajo, el Aizari, peña del Athletic Pedro Aurtenetxe, con Roberto Burgo al frente, acompañado por Andoni, donde el que no sabe de fútbol y, sobre todo, si no es del Athletic, es mejor que se abstenga de opinar sobre el deporte rey. Estos son los locales que he echado de menos durante el confinamiento. Son hosteleros de la vieja escuela, que saben escuchar las cuitas de quien se acoda en su barra, discretos, que saben que los clientes además también pueden ser amigos.