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Arantza Canto, frente a un barco atracado en las instalaciones del Puerto de Bilbao.
«Trabajar de estibadora en la ETT no es un privilegio, sudo cada euro que gano»

«Trabajar de estibadora en la ETT no es un privilegio, sudo cada euro que gano»

Licenciada en Sarriko, Arantza Canto lleva 10 años como peón en el Puerto de Bilbao, con unas condiciones muy duras y un horizonte cada vez más oscuro

Ana Barandiaran

Miércoles, 8 de marzo 2017, 01:09

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A Arantza Canto, de 35 años y la primera mujer estibadora del Puerto de Bilbao solo hay dos, le molesta oír que son unos privilegiados con sueldos exorbitantes «a los que parece que les regalan el dinero». En su caso, no es así: «Sudo cada euro que gano». Ni tampoco en el de los 114 compañeros que trabajan como ella en la ETT. Su situación es muy precaria. Desempeñan las tareas más duras, a la intemperie y con gran esfuerzo físico; les hacen contratos diarios; no saben hasta las siete de la tarde si van a trabajar el día siguiente; y el sueldo apenas les da. Han aguantado porque existía la perspectiva de llegar a fijos y ahora, con la reforma para liberalizar el sector, ese sueño se ha quebrado. La patronal y los estibadores retoman hoy la negociación. De fondo, una huelga de siete días en todos los puertos españoles que arrancaría el viernes.

¿Por qué estibadora?

Estudié en Sarriko. Soy licenciada en Administración de Empresas. Acabé en 2003 y sólo encontré trabajos temporales. Estuve así cuatro años, hasta que un tío mío, que trabaja en el puerto, me habló de las pruebas de acceso. Me presenté a la entrevista y entré.

Una de las críticas que se hace a los estibadores es que sólo permiten entrar a familiares y amigos.

Yo entregué mi currículum a UGT y me animaron a presentarme. Hay casos en los que se entra por lazos familiares y otros en los que no.

El objetivo cuando uno empieza de estibador es llegar a la bolsa de trabajadores fijos, denominada Sagep. Entonces se cambia el buzo amarillo fluorescente de los contratados a través de la ETT Randstad en la actualidad por el naranja, que representa estabilidad y condiciones mucho mejores. «Cuando yo entré, en junio de 2007, se decía que en dos años más o menos conseguías pasar a fija», relata Canto. Pero entonces estalló la crisis y esa regla se dejó de cumplir.

La última vez que trabajadores de la ETT dieron el salto a la deseada bolsa de la Sagep fue en octubre de 2007, unos meses después de la llegada de Arantza al gremio. Fue demasiado pronto para ella puesto que era la última de la lista. «Y las pruebas favorecen a los hombres. Se trata de hacer dominadas, flexiones y abdominales». Pasaron 45 afortunados y la puerta al ascenso se cerró. Desde entonces no ha habido más promociones y han pasado casi diez años.

«Con la crisis cayó mucho la actividad. En 2007 nos llamaban mucho, ahora hacemos una media de ocho días laborables al mes. El sueldo, por tanto, es muy reducido. Nosotros nos mantenemos porque trabaja mi marido que si no... Mis compañeros tienen problemas para independizarse y tener un hogar. Con contratos de día no te dan una hipoteca».

Ejercer de estibador a través de la ETT tiene muchas desventajas. Se encargan de las tareas más ingratas. «Nuestra categoría es de peones, lo peor. Sólo cuando pasas a fijo puedes manejar las máquinas o convertirte en anotador. Entonces el trabajo es más llevadero desde el punto de vista físico». La enumeración de sus quehaceres da una idea muy clara de a qué refiere: «Si son bobinas de acero, hay que coger la malla, pasarla por el ojo y engancharla a la grúa. A las chapas navales hay que ponerles perros (una especie de grapas) y cada uno puede pesar diez kilos. A las varillas de hierro, cadenas. Los contenedores son lo más fácil, pero igual sólo te tocan una vez al mes».

Otro inconveniente es la imposibilidad de planificar nada. A las siete de la tarde de un lunes se enteran de si trabajan el martes y en qué turno puede ser a la mañana o a la tarde. Como dice Canto, con esa imprevisibilidad no puedes coger una guardería ni nada. «No te queda otra que tirar de abuelos».

Arantza ha tenido dos hijos desde que se hizo estibadora. El segundo apenas hace un par de meses. Como las trabajadoras de la ETT funcionan con contratos diarios, ven muy limitados sus derechos en la maternidad. «En cuanto te enteras de que estás embarazada tienes que dejarlo porque es peligroso; no sólo por el esfuerzo físico, sino también porque inhalamos sustancias nocivas. Intenté que la mutua me diese la baja por embarazo de riesgo y, ante la negativa, traté de que las empresas me recolocaran en otro puesto. No sirvió de nada. Te quedas muchos meses sin cobrar».

El trabajo a la intemperie es un hándicap. «El viento es lo que más miedo da. Aumenta mucho el riesgo», comenta, y recuerda a los estibadores que han sufrido accidentes. «Como el compañero Luis Alberto, que murió poco antes de jubilarse».

No todo son penalidades. También hay aspectos muy positivos y entre ellos, Arantza destaca el buen ambiente laboral. «Este oficio se aprende trabajando cada día y los compañeros te enseñan y te ayudan muchísimo. Me acuerdo de los primeros días que no sabía ni dónde ponerme. Me parecía que sólo molestaba. Cada carga tiene su truco. Pero vas aprendiendo. Es importante conocernos y trabajar en equipo porque así prevés los movimientos de cada persona».

En las negociaciones entre patronal y sindicatos se están buscando garantías para el empleo actual pero no parece que eso incluya a las ETT.

No sé que va a pasar, pero vamos a estar unidos y participar en las movilizaciones. Hay que defender el trabajo. Lo que se quiere hacer es precarizarnos a todos y dinamitar la posibilidad de negociación colectiva.

¿Es verdad que sus compañeros fijos cobran 68.000 euros?

No tengo ni idea. Si uno cobra más será porque trabaja más.

¿Se plantea dejarlo?

No. Pese a todo, quiero acabar aquí.

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