La pesadilla del acero golpea de nuevo la Margen Izquierda
El cierre temporal de la ACB es otro sobresalto para una comarca que ha sufrido como nadie la crisis industrial
José Luis Galende
Sábado, 23 de enero 2016, 23:10
El jueves pasado, un escalofrío recorrió de nuevo la Margen Izquierda, sus trabajadores, familias e instituciones. La revelación por este diario de que ArcelorMittal cerraba ... de forma temporal indefinida la planta de la Acería Compacta de Bizkaia (ACB), ubicada en Sestao, retrotrajo a las generaciones que están por encima de los cuarenta años a las incertidumbres y temores generados a mediados de la década de los años 90 por el cierre de la más emblemática factoría de la historia industrial de Bizkaia y de Euskadi, Altos Hornos de Vizcaya (AHV), de la cual es heredera.
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El fantasma del cierre de otra empresa simbólica no es la primera pesadilla que viven ayuntamientos, titulares de negocios, sindicatos y obreros de los municipios de la Margen Izquierda, que en las tres últimas décadas han padecido un desmantelamiento progresivo de la industria del acero, que ha dejado en la comarca un elevado paro, un alto nivel de pobreza y amplios espacios vacíos.
Es difícil imaginarse ahora, con los nuevos modelos de empresa surgidos de la mundialización de la economía, en su objetivo por ganar flexibilidad y reducir costes, que una industria como Altos Hornos de Vizcaya llegara a tener en sus momentos de máximo esplendor casi 16.000 operarios, hace más de medio siglo
De aquella industria mítica solo ha quedado la moderna ACB, con una plantilla que mengua día a día y que ya se ha quedado en los 335 trabajadores directos.
El de la ACB no es el único ejemplo de jibarización ni de desaparición de empresas, y no solo en el sector del acero, sino de otras áreas de industriales. Euskadi y Bizkaia están llenos de ellos. El paso de una sociedad industrial a otra postindustrial ha sido extraordinariamente traumático en los municipios de la Margen Izquierda, al haber ido acompañado de drásticas decisiones empresariales -con frecuencia tomadas desde las administraciones públicas, que habían tenido que hacerse cargo de los grandes cadáveres industriales-. Un modelo de vida y de sociedad imposible de preservar, surgido al abrigo de la autarquía, primero, y de los aranceles, después, fue dinamitado, con el resultado de elevadas tasas de paro en los municipios afectados. Este es uno de los tributos que Euskadi y Bizkaia han pagado a la mundialización económica.
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En el sector del metal de la margen izquierda del Nervión, han sido media docena de empresas emblemáticas las que han pasado por diferentes procesos de reconversión que han ido acompañados de las medidas más diversas para atenuar sus efectos sociales: miles de trabajadores prejubilados o despedidos; privatizaciones de los segmentos rentables, que en general han continuado el proceso de decadencia laboral; políticas de reindustrialización que apenas han atenuado los efectos de la deflagración de la industria tradicional; medidas de asistencia social para paliar los casos más graves de pobreza...
Son los casos de la citada AHV, Babcock Wilcox, el astillero La Naval, Nervacero, General Eéctrica Española (GEE) y, ya en la misma orilla del Nervión, pero en el corazón de Bilbao, el astillero de Euskalduna. No son las únicas. Sin ánimo de ser exhaustivo, en otras partes de la geografía vizcaína, sin salir del sector metalúrgico, hay que hablar de Mecánica de la Peña (Urduliz), Franco Española de Alambres y Cables (Erandio), Sidenor (Basauri), Pradera Hermanos (Galdakao), Echevarria (Bilbao), Westinghouse (Erandio), Aceros Olarra (Larrondo), y otras. Con sus crisis, el concepto de trabajador metalúrgico ha cambiado de significado en unas décadas; de ser una profesión bendecida por el pleno empleo y la seguridad laboral, ha pasado a sufrir un fuerte componente de paro y de precariedad.
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Nuevo modelo de empresa
Aquellas grandes empresas tractoras, a cuya sombra se desarrolló un poderoso movimiento sindical -incluso en tiempos de la dictadura-, que logró las mejores condiciones laborales de España, que impulsaron buena parte de la economía vasca hacia las cotas de desarrollo que ahora conoce, han dado paso a un nuevo modelo de centro de trabajo, de menor tamaño, flexible, y con un componente de precariedad y temporalidad laborales al que las nuevas generaciones de trabajadores han tenido que adaptarse.
AHV ha sido la empresa más grande de la industria vizcaína. Llegó a tener en 1959 casi 16.000 empleados y era la cabeza de un conglomerado empresarial que abarcaba todo el proceso de producción siderúrgico, como la extracción del mineral de hierro (Agruminsa) o la producción de bobinas de acero (tren bandas en caliente de Ansio). Su heredera, la ACB, atraviesa por serias dificultades que se pusieron realmente de relieve en 2012, cuando ArcelorMittal puso sobre la mesa el cierre de la planta. Solo una rebaja salarial del 19% -en realidad la vinculación de esta parte del salario a los resultados de la empresa- permitió que la multinacional la mantuviera viva, según han confesado a este periódico fuentes sindicales.
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General Eléctrica Española es la segunda por plantilla alcanzada, que llegó a superar ligeramente los 6.000 empleados en 1970. Ubicada en Galindo, ha ido atravesando diversas vicisitudes, de reconversión en reconversión y de propietario en propietario, hasta devenir en la actual ABB, con una plantilla que no alcanza los 200 trabajadores.
Pillaje en Babcock
Babcock Wilcox, el emblemático constructor de bienes de equipo ubicado en Sestao, rebasó lo 5.000 empleados en el año 1976 para entrar desde entonces en una larga agonía con sucesivos propietarios, hasta desaparecer totalmente. Hoy día su nombre sobrevive en los juzgados, donde su desaparición ha desatado multitud de procesos y demandas. Sus terrenos son un desierto donde todo lo aprovechable ha sido objeto de pillaje.
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La Naval, que llegó a tener 4.000 operarios en plantilla a principios de los años 70, es la heredera de un potente sector naval, del que apenas quedan en la ría tres astilleros. Con una plantilla que no supera ahora los 200 empleados, su fuerza productiva la componen sobre todo trabajadores de empresas subcontratadas, que con frecuencia sobrepasan el millar, en especial en estos momentos de fuerte actividad.
Nervacero, ubicada en Trapagaran, que en 1980 llegó a rozar el millar de empleados, es la industria que proporcionalmente menos fuerza laboral ha perdido con sus reconversiones sucesivas. Hoy día emplea a unas 300 personas.
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Y por último, alejada de la comarca de la Margen Izquierda, pero aguas arriba de la ría del Nervión, otra compañía emblemática, el astillero de Euskalduna, que alcanzó los 4.000 trabajadores hace más de medio siglo, desapareció en la gran reconversión industrial de mediados de los años 80.
En total, las plantillas de estos seis gigantes del metal vizcaíno llegaron a sumar unos 36.000 trabajadores -aunque no de forma simultánea- y las empresas herederas de sus instalaciones, terrenos y tecnologías solo rondan el millar. Es lo que queda de una parte de la vieja y gigantesca industria metalúrgica, que protagonizó durante generaciones los sueños de decenas de miles de trabajadores y que en las últimas décadas ha sido su principal pesadilla.
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