Pensiones: cualquier tiempo pasado fue mejor
Las reformas aplicadas en los últimos años se dejan sentir ya en las nuevas prestaciones, que no volverán a crecer como hasta ahora
José Luis Galende
Jueves, 7 de enero 2016, 01:44
Las reformas de los últimos años se dejan sentir ya en las nuevas prestaciones, que no volverán a crecer como hasta ahora. En la evolución del sistema público de pensiones español vale aquella reflexión del poeta, convertida en máxima de nonagenarios, de que «cualquier tiempo pasado fue mejor». Las últimas reformas llevadas a cabo por los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE) y Mariano Rajoy (PP) han comenzado ya a dejar sentir sus primeros efectos en la cuantía de las prestaciones, que han frenado su rápido crecimiento nominal para adaptarse a una situación económica de crisis y de caídas de la recaudación de la Seguridad Social, cuyas cuentas atraviesan una situación crítica. Y, sin embargo, la legislatura recién finalizada será recordada por ser posiblemente la última en muchos años en que las prestaciones conservaron o ganaron poder adquisitivo, pese a la profunda crisis económica.
Los datos de la Seguridad Social constatan el cambio de la situación. En los últimos cuatro años (medidos desde diciembre de de 2011) la revalorización de la pensión media ha sido del 10,15%, mientras que en los cuatro precedentes (diciembre de de 2007 al mismo mes de 2011) fue del 19,44%. La primera de estas cifras multiplica por cuatro el 2,4% que subieron los precios en esos mismos 48 meses. En el período citado de 2007 y 2011, también la pensión media batió el IPC; pero, con un 7,8% de inflación acumulada en esos cuatro años, la proporción fue mucho menor. En ambos casos, el efecto sustitución de las pensiones nuevas sobre las que son dadas de baja por fallecimiento de su titular ha contribuido de forma determinante a ese incremento progresivo que ha caracterizado la evolución de las prestaciones desde la creación del actual sistema. Una evolución que se está debilitando.
Por otro lado, pese a las medidas de ajuste aplicadas a la revalorización anual de las prestaciones en vigor con subidas en 2014 y 2015 de solo el 0,25%, en los últimos cuatro años han crecido el 2,51%, cifra que en el caso del las menores de 1.000 euros fue del 3,51%. Sin embargo, en el primer caso las revalorizaciones empatan con el IPC, mientras que lo superan en el segundo, cosa que no se va e repetir, con toda probabilidad, en las próximas legislaturas.
Cambios profundos
¿Por qué esta tendencia de mejora no va a continuar en el futuro? La causa directa hay que buscarla en los numerosos cambios que han incorporado las últimas reformas del sistema de pensiones. Por orden de llegada, el primero es la obligación de cotizar más años. Desde el 1 de enero de 2013 está en marcha un proceso que finalizará en 2027 por el cual cada año va aumentando el tiempo mínimo de cotización para conseguir una pensión «completa», que sube de manera paulatina desde 35 a 38,5 años. En concreto, en el actual 2016, ya son necesarios 35 años y nueve meses de cotización para poder jubilarse con 65 años y tres meses. De lo contrario, la prestación que se perciba sufrirá penalizaciones.
Además, el período de 15 años que se tomaba en cuenta para calcular la cuantía de una nueva pensión ha iniciado su propio trayecto al alza, que finalizará en 2023 con 25 años, a razón de un año más por cada ejercicio que transcurra. Si hasta hace poco se tomaban en cuenta las cantidades cotizadas de los últimos 15 años, en la actualidad ya se toman los últimos 18, y eso quiere decir que la cantidad resultante al final será, en la mayoría de los casos, más baja que si se aplicara la fórmula anterior. Varios estudios sitúan en torno al 25% la pérdida de las nuevas prestaciones frente a la cuantía que hubiera resultado de aplicar la vieja fórmula, al final del proceso de las actuales reformas, en 2027.
Sin referencia al IPC
Un tercer factor que contribuye al frenazo de la evolución al alza de la pensión media es del de la revalorización anual. Hasta los primeros años de la crisis, cuando aún el sistema tenía superávit, todas las pensiones subían lo mismo que el IPC en algunos casos, las más bajas crecían incluso más, pero eso se ha acabado. La inflación ya no marca la revalorización anual: en el futuro la revalorización mínima será del 0,25% y no podrá superar esa cifra mientras no se den algunas circunstancias como la eliminación del déficit del sistema, un objetivo al que nadie se atreve a poner una fecha creíble. Además, hay otros factores que pueden mantener el incremento en niveles cercanos a ese 0,25%.
Por último, dentro de tres años se aplicará por primera vez el factor de sostenibilidad de las pensiones, un nuevo criterio para contener el gasto que consiste en descontar de las prestaciones que sean dadas de alta a partir del 1 de enero de 2019 la parte proporcional que resulte del incremento de la esperanza de vida de los últimos cinco años. Lo normal es que ésta crezca con el paso del tiempo, pero los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística apuntan que podría haberse estancado en los últimos años de la crisis, con toda probabilidad a causa del deterioro del nivel de vida que la ha acompañado. Cabe pues la esperanza de que la primera vez que se aplique el citado factor de sostenibilidad, este no desencadene un recorte significativo.
Una muestra de que las reformas ya han empezado a tener efecto sobre la cuantía de las pensiones es aportada por la evolución de las nuevas prestaciones. Éstas alcanzaron en 2008 una media de 852,11 euros, que representan 170,31 euros más que tres años antes. Esa subida en el trienio siguiente ya fue solo de 115,48 euros; y si se avanza otros tres años, el resultado es que las prestaciones nuevas concedidas a lo largo de 2014 ya solo eran 73,69 euros más altas que las de 2011. En 2014 sobre 2013, esa diferencia fue de 31 céntimos, y en la actualidad ya se ha iniciado el retroceso, aunque este no haya alcanzado aún a comunidades como Euskadi. Es decir, las pensiones nuevas ya son más bajas que las concedidas hace un año.
El modelo
Todos los cambios mencionados tienen como objetivo hacer sostenible el sistema público de pensiones tal como está diseñado en la actualidad, que pretende pagar con las cotizaciones sociales un total de 9,33 millones de pensiones (casi 533.000 en el País Vasco). Con el actual, son ya al menos cinco años consecutivos de déficit del sistema y las perspectivas no son nada halagüeñas de cara al futuro. La creación de empleo se está viendo incapaz de neutralizar el desajuste de las cuentas, y no tanto por la cuantía del mismo, que es importante, sino porque la caída de los salarios en especial, de los trabajadores de nueva incorporación y otras medidas de incentivación como las tarifas planas de cotización y las bonificaciones que han frenado el alza de la recaudación.
Otro hecho añadido es el creciente empleo a tiempo parcial, que ha subido en los últimos años y que conlleva, como es lógico, menores salarios y, por tanto, menores ingresos para las arcas del sistema. Como consecuencia de todo ello, para pagar las pensiones de los últimos años, el Gobierno ha tenido que retirar del Fondo de Reserva de la Seguridad Social más de 45.000 millones de euros, más de la mitad de un patrimonio creado, precisamente, para épocas de crisis del sistema.
Jubilaciones en masa
En contra de lo que podría pensarse tras siete años de crisis, la reforma de las pensiones era ya una necesidad ineludible antes del comienzo de la recesión. La llegada a la jubilación de las generaciones del «baby boom» nacimientos a partir de los años cincuenta del pasado siglo, supondrá en unos años una aceleración de la cifra de pensionistas, pese a las medidas tomadas como el retraso paulatino de la edad de retiro a los 67 años, la ampliación del tiempo de cotización o el endurecimiento d la jubilación por contrato de relevo. En la actualidad, las prestaciones crecen a un ritmo del 1%, tras la fuerte contención de los últimos años, cuando en ejercicios como el de 2005 el aumento fue del 2,36%. En Euskadi también crecen al 1% anual, pero en Álava este porcentaje se duplica.
La sociedad española y la vasca han asumido el hecho de que las pensiones ya no serán en el futuro lo que fueron en el pasado, aunque las opiniones que se recogen en la calle pecan de cierto pesimismo al respecto. Y no solo los ciudadanos saben que el sistema atraviesa momentos apurados, sino que algunos políticos hablan ya abiertamente, en plena campaña electoral, de buscar nuevas fuentes de financiación de la Seguridad Social. Aparte de esta necesidad, también comienza a extenderse la idea de la necesidad de reforzar los complementos privados de pensión, lo que ayudaría a evitar riesgos en las próximas décadas, pero este extremo solo ha calado en los trabajadores de más edad, mientras que los jóvenes, entre el paro y los bajos salarios, aparcan para más adelante esta preocupación.
Y la posibilidad de una nueva reforma comienza a tomar cuerpo, con una hipotética reestructuración de las nuevas pensiones de viudedad, que a fin de cuentas no es otra cosa que buscar una nueva fuente de financiación la presupuestaria para un segmento muy importante del sistema de pensiones.