Plantan un retoño del Árbol de Gernika en Durango
El acto se ha desarrollado junto al reformado caserío Muruetatorre, un edificio emblemático que alberga el euskaltegi municipal tras su reforma integral
Durango ha plantado un retoño del Árbol de Gernika en la zona verde situada frente al palacio de Muruetatorre, actual euskaltegi municipal. Durante muchos años, esta misma ubicación albergó otro vástago del roble que simboliza las libertades vascas. Al acto acudieron la presidenta de las Juntas Generales de Bizkaia, Ana Otadui, y la alcaldesa de Durango, Mireia Elkoroiribe, entre otros miembros de la Corporación municipal.
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El joven ejemplar ha sido fijado a la tierra en los jardines de la antigua casa torre Muruetatorre, edificio emblemático del municipio que ha pasado por un proceso de rehabilitación para que albergue diversos recursos sociales y culturales del municipio, entre los que se encuentra ser sede del Euskaltegi municipal.
La plantación de un ejemplar de la estirpe del Árbol de Gernika, pretende dar así «mayor visibilidad e importancia», según el ayuntamiento, a este espacio que ha pasado a dar cobijo a las aulas de un espacio público ideado principalmente para la promoción del euskera y el fomento de su aprendizaje. El propio edificio, que data de 1660, cuenta con una superficie construida de 400 metros cuadrados en una parcela de 1.100 metros cuadrados. El roble ha sido plantado en un pequeño jardín anexo al inmueble, coincidiendo con la época invernal, la más idónea para que el quercus se asiente mejor en el suelo.
Esta iniciativa, impulsada por el Consistorio y respaldada por las Juntas Generales de Bizkaia, busca también reforzar y esparcir el simbolismo del Árbol de Gernika como emblema de la historia, la identidad y los valores democráticos de Euskadi. Durango se suma así a las localidades repartidas por todo el mundo que cuentan con un retoño del árbol sagrado. En base al último recuento realizado por la institución foral, la historia arroja que, hasta la fecha, se han plantado más de 400 descendientes del Árbol de Gernika por todo el mundo.
El horror de la guerra
La ceremonia de plantación ha comenzado a las once de la mañana con la presencia de la presidenta de las Juntas Generales de Bizkaia, Ana Otadui Biteri, la alcaldesa de Durango, Mireia Elkoroiribe Zenikaonandia, y el director general de HABE, Jokin Azkue Arrastoa, quienes han estado acompañados por integrantes de la Mesa de la Cámara y por representantes de los distintos grupos políticos municipales. Autoridades y vecinas y vecinos, han echado las primeras paladas de tierra al pequeño roble de 7 años. Doce alumnos y alumnas en representación de los seis centros escolares de Durango, el Orfeón de Durango y dantzaris y txistularis del municipio, han participado en la plantación del retoño.
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El municipio cabecero de la comarca ha visto hoy colmado su deseo de contar con un nuevo vástago del Árbol de Gernika en una zona privilegiada. Porque el roble de la villa foral ha sido, a juicio de Otadui, «testigo silencioso de nuestra historia y nos recuerda la importancia de estar unidos y firmes en tiempos de desgracia». En el recuerdo está aquel 31 de marzo de 1937 cuando Durango fue testigo «de los terribles acontecimientos de nuestra historia», ha recordado. Por eso, «creemos que esta plantación tiene un significado especial. Nos viene a la cabeza esa fecha. Pero, como ocurrió con Gernika, Durango ha sabido levantarse y convertirse en un gran referente de la cultura vasca», ha dicho. Ahora toca que el municipio lo cuide «con mimo y cariño», porque este nuevo descendiente representa «nuestro símbolo más universal de paz y libertad».
Por su parte, y previamente a echar las primeras paladas de tierra, la alcaldesa de Durango ha destacado el profundo valor simbólico del retoño del Árbol de Gernika, que vuelve a ocupar un lugar en la localidad tras haber estado allí durante muchos años, señalando que representa «el compromiso con la historia, la identidad y los valores de nuestro pueblo, el pueblo vasco, que siguen más vivos que nunca. Muruetatorre, el euskaltegi municipal, es la casa del euskera en Durango y, por ello, el lugar perfecto para albergar este retoño». Ha subrayado que el Árbol de Gernika no solo es un emblema de las decisiones del pueblo vasco, sino también un símbolo de paz y diálogo, algo que «hoy en día necesitamos más que nunca, tanto aquí como en el mundo».
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Además, ha recordado que el roble bajo el que se reunían las primeras Juntas del Señorío de Bizkaia se convirtió con el tiempo en un testigo de la resistencia y la continuidad de una sociedad que ha superado grandes desafíos. «Los bombardeos de Gernika y Durango convirtieron este árbol en un símbolo aún más fuerte de nuestros derechos y libertades, así como de nuestro deseo de construir un futuro en paz», ha afirmado.
Antes de terminar el acto, la presidenta de las Juntas ha entregado al municipio el Certificado de Autenticidad, un documento que acredita que el ejemplar plantado es descendiente directo del actual roble que preside la Casa de Juntas de Gernika. Esta acreditación se ha llevado a cabo junto al roble, donde una placa conmemorativa ayudará a grabar en la memoria esta efémeride y honrará el simbolismo del árbol.
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También estuvieron presentes dos de los supervivientes de los bombardeos de Durango y Gernika, Mikel Aretxaga y Emilio Aperribay y señalaron que la plantación del retoño les parecía «una inciativa estupenda». El primero reside en el barrio de Madalena, zona que quedó devastada con los ataques aéreos de la aviación italiana el 31 de marzo de 1937 y causó la muerte de 213 personas. «Tenía 4 años, a punto de cumplir 5. He nacido, crecido, casado y todavía vivo en la casa que derrumbó el bombardeo, y que hubo que volver a levantar, claro. En aquella época acudía a la Escuela Vasca, que se levantaba donde ahora están los Juzgados de Ezkurdi. Mi hermana era andereño con otra amiga, habían estudiado vascuence y estaban enseñando», rememora sobre la guerra. «Fuimos debajo del pórtico de la iglesia de Goiuiria y con la evacuación nos fuimos a Bilbao y nos pilló la guerra también«, detalla.
Mientras, Emilio Aperribay, fue testigo del ataque de la villa foral en Gernika el 26 de abril de 1937. «Fue épico, una cosa extraordinaria. Mi aita y mi ama se pusieron de acuerdo porque veían como sonaban las sirenas. Mi aita se fue a un refugio con mi hermano (una bomba lo atravesó y abrasó la espalda de su aita), mientras que mi ama y yo fuimos hacia carretera dirección Bermeo, esquivando entre árboles aviones y el ametrallamiento. Tenía 8 meses. Mi hermano, que cuando estalló la guerra contaba dos años, se fue al otro mundo con una cicatriz en la cabeza de una metralla de la guerra», confesaba antes de recalcar que este árbol unirá a los dos municipios devastados por la guerra.
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