La música y la escultura se fusionan mañana en Mañaria
Los musicos durangueses Anton Gómez y Alexandru Blas ofrecerán una actuación rompedora en el espacio Angurreta Harrobia de Mañaria
Reivindicar la música en un espacio natural como el espacio Angurreta Harrobia de Mañaria. Los durangueses Antón Gomez y Alexandru Balas ofrecerán mañana una actuación a las 12.00 en una antigua cantera en la que el artista japonés Tadanori Yamaguchi expuso cuatro grandes instalaciones en una original escultura a los pies del Parque Natural de Urkiola.
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«Va a ser un concierto en forma de colaboración interdisciplinar entre la música y escultura. Vamos a integrar el espacio con la actuación nuestra, emulando la naturaleza y la intervención humana tanto a modo de herida en la cantera (intervención humana con el fin de extraer materiales), pero también fin estético a modo de arte con la escultura», subrayó el saxofonista Anton Gómez, admitido en el Conservatorio Real de Bruselas para cursar un máster a sus 22 años.
«Vamos a jugar con nuestra ubicación en el espacio, intentando recrear un juego visual», confiesa. El escultor de Mañaria, Víctor Arrizabalaga, se puso en contacto conmigo, gracias a que me vio en una exposición de escultura. «Le gustó cómo defendí el reto y me ofreció está actuación. Mi compañero es un artista magnífico», añade.
«He tocado en un espacio natural y al principio, es un poco incómodo. Tocar al aire libre es un reto porque no hay reflexión de sonido. Es difícil de ejecutar, pero hemos creado una coherencia con nuestro discurso y crear una conexión artística en una línea que una nuestra música, Tadanori y Víctor», explica.
«Me encantó porque se escuchaba música en el pasillo»
Este durangués comenzó cuando era muy pequeño en el ámbito de la música. «Iba a Landako Eskola y la profesora de música les comentó a mis padres que deberían apuntarme en la escuela de música Bartolomé Ertzilla porque tenía facilidad. Desde el principio, me encantó porque se escuchaba música en el pasillo. Me cautivo bastante y comencé con la formación básica. La obsesión se ha mezclado con la pasión y me he ido enamorando del saxofón», detalla antes de mencionar a su primera profesora Itziar Castrillo («se volcó conmigo completamente») en el centro de la villa.
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Recientemente, ha terminado su formación artística superior en el Conservatorio Superior de Navarra. «Hace un mes, realicé las pruebas para optar a Bruselas. No me lo creía porque nos presentamos muchos músicos de todo el mundo», detalla. «Tengo que seguir trabajando y voy a disfrutar de una experiencia de dos años en la capital belga», confiesa.
De cara al futuro, le gustaría intervenir en el panorama musical tocando «todo lo posible» en el escenario. «Me gustaría contribuir al avance de la pedagogía del saxofón creando métodos, y siendo profesor porque la música necesita difusión. Sin alumnos, no es nada. Hay que construir el arte que sea perpetuo», explica.
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También tiene palabras de elogio hacia su compañero Balas, que ha concluido sus estudios de posgrado en Madrid. «Es muy buena persona y le permite ser empático, escuchar al resto de compañeros y adaptar su voz al resto. Es muy humilde, capta los diferentes roles, tiene una voz bastante extinguida del resto. Es muy lírico y busca ser expresivo, tiene muchos puntos fuertes», recalca.
La viola correrá a cargo de Balas, de apellido húngaro. «Empecé a los seis años con Anton en la escuela de música Bartolomé Ertzilla. Empezamos a hacer solfeo, pero al principio, no me gustaba la música. Mi hermano quería tocar el piano y entré un poco por la fuerza. Cuando empecé a ir a orquestas, me motivé, al tocar con los demás. Siempre estaré agradecido a mis padres por el esfuerzo que hicieron en que continuase con el camino de la música, la oportunidad que me dieron de poder disfrutar de este mundo», manifiesta.
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A través de un sorteo, le tocó comenzar a trabajar con el violín. «Después, pasé a la viola y hubo una conexión muy especial, con un sonido más grande y humano. Entra con la voz humana y expresa como si fuera un tenor», confiesa este joven de 23 años.
Al principio, no le dedicó mucho tiempo a la música, pero llegó una etapa de su vida en el que la música fue su único medio, como una especie de salvación. «Lo tuve claro, dije que esto es lo mío. Un profesor me consiguió ayudas para poder pagarme la formación y estudiar en Madrid. En los dos últimos años, he tenido a una profesora como solista del Teatro Real, preparando un repertorio muy extenso», argumenta.
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«Espero que el público se adentre en una experiencia inmersiva hoy, explicando la historia de la cantera pasando por la historia de la música: del barroco al contemporáneo. La música es un medio que hace conectar a personas. Es muy especial compartir en el escenario y poder tocar con otras personas con un mensaje en común», concluye.
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