Maite García, en una de las clases de gimnasia que impartía en Zaldibar. E. C.

«Me falta muy poco para lograr el perfil de euskera, pero lo he perdido todo»

Maite García se queda sin el trabajo de monitora de gimnasia que ejercía en Zaldibar desde hace más de dos décadas. «Le podían haber dado más años», plantea su alumnado

Viernes, 16 de septiembre 2022

A Maite García se le ha caído el mundo encima. A sus 57 años de edad acaba de perder el puesto laboral que llevaba desarrollando desde hace más de dos décadas. «Nunca pensé que acabaría así, después de 23 años de trabajo y casi a las puertas de jubilarme», lamenta esta profesora de pilates, aerobic, zumba y estiramientos en la localidad de Zaldibar. No ha podido acreditar el nivel B2 de euskera que desde julio se exige a monitores y entrenadores. Apenas ha tenido un año para tratar de conseguir el título y a pesar de haber reducido el número de horas de trabajo el pasado curso para poder asistir a clases de euskera, no ha logrado su objetivo y ha perdido la opción de presentarse a la licitación del servicio que desde hace siete años es municipal. «Sé que es legal, pero eso no quita que sea injusto», asegura sin poder ocultar las lágrimas.

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Maite admite que si no se ha hundido hasta ahora ha sido por el apoyo de sus alumnos y alumnas. «Durante años el deporte y el baile nos ha empujado en los días difíciles, ellas se han apoyado en mis clases, hemos formado una piña, hemos sido compañeras y amigas, y ahora, tras este palo que nadie entendemos, estoy recibiendo todo su apoyo y cariño», insiste. Los cursos que ella imparte llevan realizándose en la localidad desde hace cuatro décadas cuando un grupo de mujeres de la anteiglesia se organizó para conseguir una monitora que les diera clases de gimnasia. A esta se sumaron estiramientos, pilates, step, zumba, aeróbic… que han hecho moverse a tres generaciones y cientos de zaldibartarras.

Maite tomó el mando de los cursos en 1999 poco después de ser madre. «Me llamaron para ver si me interesaba dar unas clases y desde entonces no solo ha sido mi fuente de ingresos sino mi vida», recuerda. Tras dieciséis años de trabajo, en 2015, conscientes del tirón que suponía en el pueblo, el Ayuntamiento absorbió los distintos grupos y a su monitora, vecina de la localidad. El pasado año, llegó el primer revés. «Me adelantaron que si no me sacaba el B2 licitarían la actividad». Maite puso todo su empeño. Se inscribió en el euskaltegi y asistió durante el último curso a clases 10 horas semanales. «Ha sido un año duro y de mucha presión, y según mi profesora me falta muy poco para lograr el perfil, pero no ha podido ser y lo he perdido todo. No creo que me merezca esto».

A pesar del malestar y tras unos días en los que no ha podido parar de llorar, Maite comienza a asumir su nueva realidad. «La gente me para por la calle y me da ánimos, por eso mismo no entiendo que nuestros representantes, los políticos a los que votamos, tomen decisiones tan alejadas de la realidad de nuestro pueblo», afirma emocionada. Junto a ella, su alumnado ha dado un paso al frente.

Movilizaciones

Este viernes, el municipio de poco más de 3.000 habitantes, ha aparecido lleno de carteles que piden no inscribirse en las actividades deportivas municipales que a partir de este curso ofrecerá una empresa de Granada, adjudicataria del servicio para los dos próximos años. «Queremos que el pueblo sepa que este Ayuntamiento ha adjudicado la actividad que llevábamos a cabo con total implicación durante más de 23 años con nuestra monitora Maite a una empresa de Granada. 40 años de actividades descartadas de un plumazo. No nos parece justo que nuestra opinión no cuente en algo que se creó con nuestro esfuerzo e ilusión. No vamos a participar en este despropósito», reza el texto.

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«Estamos dispuestas a todo, y si no hemos actuado antes es porque pensábamos que el Ayuntamiento entraría en razón y valoraría que Maite fuera de Zaldibar y que llevara media vida siendo nuestra monitora. Lo triste es que ni siquiera se ha buscado una solución como darle un tiempo razonable de cuatro años, como hacen con los funcionarios, para sacarse el perfil. Se han negado en rotundo a esa opción y se han deshecho de ella por las bravas, sin ningún tipo de miramientos», explican Mertxe y Susana.

«No digo que hablar euskera no sea necesario, pero para dar clases de zumba o aeróbic, donde prima la música alta, desde luego que el B2 no es tan esencial», aseguran sus alumnas. Junto a la cartelada han comenzado a recoger firmas en los establecimientos Imendia y Olga Bitxiak.

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