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Los vecinos de Abadiño celebran la festividad de la ermita el 14 de septiembre. C.G.
Los 20 custodios de la ermita de la Santa Cruz de Abadiño

Los 20 custodios de la ermita de la Santa Cruz de Abadiño

El templo, cuidado por vecinos amantes de su barrio, es seña de identidad del municipio. En Bizkaia se conservan alrededor de 400

Martes, 2 de julio 2024

Las ermitas son santuarios generalmente situados en despoblados y representan un elemento cultural muy ligado a nuestras tradiciones. En Bizkaia llegó a haber más de setecientas, aunque en la actualidad sólo quedan en pie poco más de la mitad. Templos que, con sus rituales y costumbres, nos hablan de la gran huella que ha dejado la Iglesia en esta tierra y de la espiritualidad de sus gentes.

Sólo en Abadiño sobreviven un total de quince ermitas. José Bizkarra, fallecido el 2 de junio, cuidó durante toda su vida la de la Santa Cruz –Aita Kurutzekue en euskera–, en colaboración con sus hermanos Inmaculada, Carmen y Luis junto al apoyo de una veintena de vecinos. Antes de su muerte ya explicó a ELCORREO que la suya era una labor «propia de colectividades y es nuestra misión transmitir a los demás esta filosofía. Nosotros también recibimos ese mensaje de nuestros antepasados». Un mensaje consecuente con la realidad del pueblo: la casa torre, por ejemplo, se remonta a 1559 y la citada ermita, de un siglo más tarde.

Las ermitas de Abadiño se han levantado sobre propiedades privadas, en su mayoría tierras pertenecientes a caseríos. Son la seña de identidad de estos barrios: refrendan su forma de ser, de creer, de participar y de comunicarse. Casi todos tienen la suya y define su sentimiento de pertenencia.

La familia Bizkarra ha conocido siempre la de la Santa Cruz. Antes en cada casa vivían entre 22 y 23 personas. La víspera de la festividad del Santo –14 de septiembre–, los vecinos rezaban el rosario y el 90% de ellos eran mujeres que tenían entre cuatro y siete hijos. Dos de las que dirigían el rezo se llamaban Mari Cruz Uribe y Claudia Orobiurrutia. No había misas en aquella época, había dos velas y todas las mujeres iban vestidas de negro, como si fuera una fiesta de guardar. Precisamente, una de ellas limpiaba la ermita de la comunidad y era la que guardaba las llaves. Esa escrupulosa observancia mantiene la esencia de la ermita.

Txapelas con mensaje

En 1973, después de años de paulatino deterioro, se realizó una remodelación profunda, gracias al trabajo voluntario de entre 30 y 40 vecinos que extrajeron la piedra y limpiaron la cal. Se reformó también el tejado. No sería la última intervención en profundidad: en 2021, sus custodios volvieron a la carga y decidieron quitar la cal de las paredes.

Como prueba de cariño y gratitud hacia sus antepasados, acordaron rehabilitar e iluminar la ermita. Así, al menos, reza la inscripción que los vecinos realizaron, actuación para la que contaron con la ayuda de ciudadanos que hicieron aportaciones de dinero. Fue entonces cuando encargaron unas txapelas con las que conmemorar este hito.

José María Urquizu, restaurador de los templos de la localidad, les indicó que el Cristo necesitaba retoques como consecuencia de la polilla que había anidado y del polvo acumulado durante siglos. «Recuperó los dedos y lo dejó espectacular», dicen en el pueblo. «Entre los vecinos de Zelaieta y alrededores pagamos las obras», explica la vecina Charo García. Ahora, las hermanas Bizkarra, Mertxe Imaz y Edurne y Begoña Basterretxea se encargan de su mantenimiento, aunque todas coinciden en que fue José «el gran artífice». Sin duda tiene quien recoja el testigo.

Recuperó los dedos y lo dejó espectacular y en 15 dias bajamos el Cristo como una momia. El tejado también estaba mal. Esta iglesia es oscura, no tiene ventanas y es muy oscura, parecía un garaje y a pesar de que tenía bombillas, colocamos unas placas solares gracias a José Galindez, dueño de la empresa Solarpack», confesó José.

Como homenaje de cariño y gratitud a nuestros antepasados, acordaron rehabilitar e iluminar la ermita. Reza de esta manera la inscripción que los vecinos realizaron, quienes tuvieron la ayuda de ciudadanos que aportaron dinero. En aquel momento, decidieron diseñar unas boinas para conmemorar este hito. «Las ermitas son un tema de comunidad. Esa es la filosofía, ¿quién participa? El que quiera participar, si hace las cosas bien, ve que las cosas se están haciendo», manifestó apuntando que también habían vuelto a poner en funcionamiento el reloj de la iglesia de San Torcuato del municipio que había estado parado durante dos décadas.

«Entre todos los vecinos de Zelaieta y alrededores, pagamos las obras. Era bastante dinero. Ahora, las hermanas Bizkarra, Mertxe Imaz y Edurne y Begoña Basterretxea se encargan de la limpieza. Recuerdo que cuando era niña, tenía una familiar, Claudia Orobiourrutia, que también se encargó de la ermita durante años y cogió el testigo mi tía Rosario. José fue el gran artífice», subrayó Charo García, reivindicando que las personas siguen teniendo fe y colocan las velas.

A dos kilómetros de San Torcuato, se encuentra la ermita de Mendiola, muy bien cuidada y que celebra cada diez de julio la festividad de San Cristóbal. Durante siglos, fue el centro de reunión de los habitantes de la zona para debatir y resolver asuntos de índole tanto civil como religiosa. Entre 1977 y 1978, los vecinos con apoyo de la Diócesis de Bizkaia, restauraron el interior, las paredes y el tejado de la ermita y en 2002 el pórtico trasero. La ermita dispone de sacristía y coro y esta ermita de San Cristóbal poseía sus propios montes.

La anterior rehabilitación por parte de los vecinos fue de 1986 E.C.

Según un documento de 1769 conservado en los archivos del Obispado, «las ermitas de Mendiola no pertenecen ni a patronos ni a legos, pertenecen a vecinos». Cerca de San Cristóbal se encontraba la ermita de Sallobente y en 1769 los vecinos obtuvieron el permiso para su demolición.

Los santuarios generalmente están situados en despoblados y representan un elemento cultural muy ligado a nuestras tradiciones. En Bizkaia hubo más de setecientas ermitas, aunque en la actualidad sólo quedan en pie alrededor de cuatrocientas (la gran mayoría de ellas se encuentran en el Duranguesado, siendo Elorrio el que más tiene con veinte). Ermitas que, con sus ritos y costumbres, nos hablan de la gran huella de sacralización que ha visto esta tierra.

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