«Las duchas no son un espacio educativo ya que entra en juego la intimidad de los niños»
La experta incide en la necesidad de «protocolos claros» y de un mayor «control» sobre las actividades de ocio para menores
Eukene Arana es directora ejecutiva y socia fundadora de Zain, cooperativa que asesora a entidades públicas y privadas, profesionales y familias en la construcción de ... entornos seguros y respetuosos para la infancia y la adolescencia. La experta en violencia sobre los menores analiza lo sucedido en Bernedo y las lagunas normativas existentes en torno a las actividades de ocio.
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–¿Las duchas mixtas pueden ser educativas?
–En el caso de Bernedo, que nos referimos a él, desde una perspectiva de protección a la infancia no se trata tanto de juzgar las prácticas como de si se ha respetado el consentimiento informado de los menores y de sus familias. Además, creemos que los vestuarios y las duchas son espacios de riesgo para los menores y se hace necesario que existan unos protocolos claros basados en la protección.
–Las familias dicen que no lo sabían y los monitores que los menores estaban protegidos.
–Un entorno seguro para la infancia es aquel en el que se sienten protegidos, respetados y escuchados; y esto implica tener instalaciones adecuadas, personas adultas formadas y sensibles con los temas de protección a la infancia, que sea una atmósfera emocional sana, protocolos de actuación claros y espacios donde puedan participar y expresar lo que viven. No se trata solo de evitar el daño, sino de crear condiciones reales para su bienestar.
–¿Cómo les puede afectar?
–Hay que atender a la individualidad de cada menor. En este caso, yo creo que la adolescencia es una etapa especialmente sensible y compleja y las duchas, aunque puedan ser espacios de socialización, no creemos que puedan considerarse espacios educativos bajo una perspectiva de derechos de infancia. Nosotras no hemos estado ahí y no sabemos cómo se ha realizado, pero entendemos que es un espacio delicado.
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–La organización entiende que son una forma de librarse de la vergüenza y de la sexualización de los cuerpos.
–No voy a entrar en eso. La adolescencia es una etapa sensible, compleja y las duchas no pueden considerarse espacios educativos ya que entran en juego la intimidad, la privacidad, la edad, la seguridad de las personas y, si no se exige un cuidado especial, pueden ser espacios inseguros.
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«Hubo una desconexión entre lo que se sabía y lo que se hizo. Y la falta de comunicación es grave al hablar de infancia»
–Había denuncias previas, comunicaciones a las instituciones y no se actuó. ¿Cómo deberían haber procedido?
–No se ha actuado porque ha habido un error institucional en la gestión de la información. Las denuncias existían, pero no se trasladaron de la forma adecuada ni se activaron los mecanismos de protección que deberían haberse puesto en marcha. La falta de comunicación interna entre instituciones ha generado una desconexión entre lo que se sabía y lo que se hizo. Y eso es grave cuando hablamos de infancia.
–¿A quién corresponde?
– Debe existir un sistema de control público que garantice la seguridad y la responsabilidad en todas las actividades que se realizan con infancia o adolescencia. Esto implica una supervisión previa, un seguimiento durante la actividad y una evaluación posterior. Y creemos que es competencia de las administraciones establecer esos requisitos y asegurar su cumplimiento. Si el marco legal actual parece que no lo permite, debe modificarse. La protección no debe depender de la voluntad, sino de un marco legal que realmente la garantice.
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«La protección no debe depender de la voluntad, sino de un marco legal que realmente la garantice»
–La portavoz de la Diputación de Bizkaia dijo el jueves que es imposible controlar «al 100%» las colonias privadas.
–Probablemente es imposible, pero sí que es cierto que esas colonias deben registrarse e informar a las administraciones y desde ahí se puede hacer ese control.
–En este caso no estaba registrada.
–Pero sabían de su existencia...
–Las instituciones han creado ahora una mesa de coordinación para abordar este tema. ¿Qué debería salir de ella?
–Lo dicho, un sistema de control público que garantice esa seguridad en las actividades y el cumplimiento de la protección a la infancia, que está recogida en las leyes, tanto en la vasca como en la estatal, en la que se dice explícitamente que tiene que haber una persona delegada de protección, una política de protección, que todo el personal tiene que estar formado, que tiene que disponer de un certificado negativo de delitos sexuales…
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–El delegado de protección que menciona es una de las medidas que se han planteado en esa mesa.
–Pero el simple hecho de que exista una figura de esas características no va a solucionar nada si detrás de ello no hay una formación adecuada de las personas que van a trabajar con los menores.
–¿Y no es ahora obligatoria esa figura en los campamentos?
–Según la LOPIVI (ley estatal de protección al menor) en ámbitos como el deportivo y el tiempo libre tienen que contar con una delegada de protección. La exigencia está recogida en la ley.
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–¿Por qué en el ámbito deportivo sí está extendida?
–Es que el deporte escolar lo gestionan las diputaciones, y entonces sí que hay un control. Todos los clubes y entidades que participan en el deporte escolar tienen esa obligación. Es un trabajo que se lleva haciendo desde hace años, especialmente en la diputación de bizkaia , lo que se traduce en una mayor concienciación. Yo creo que falta un desarrollo de la ley a un nivel muchísimo más global, en cuanto a los diferentes ámbitos a los que se refiere , y transversal.
«Damos por hecho que cualquier espacio en el que se trabaja con menores es protector»
–Otra medida que se plantea es la reducción de ratios de monitores.
–Garantizar la protección de la infancia requiere reforzar los recursos en todos los niveles: más profesionales, mejor preparación y formación específica en áreas que, hasta hace poco, no estaban presentes, ni en estudios como Magisterio o Ciencias del Deporte que tiene que ver con la creación de espacios seguros y protectores para la infancia . Aun así, sigue habiendo muchas personas que no han tenido la oportunidad de formarse en estos temas, lo que plantea un reto importante para el sistema.
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–¿En qué tienen que fijarse las familias para elegir un campamento seguro?
–Damos por hecho que cualquier espacio en el que se trabaja con menores es protector y no es así, porque no todos tienen unas herramientas claras desarrolladas. Hay que hacer también una labor de sensibilización y concienciación hacia las familias en particular y a la sociedad en general sobre qué principios protectores debe cumplir. Lo mismo que vamos a saber dónde se va a realizar el campamento, cuánto va a durar y cuánto cuesta, también qué mínimos tiene en protección al menor. Si tiene una persona responsable, un protocolo de actuación claro, que los niños conozcan esas medidas, que haya una canal para que puedan comunicar de manera anónima o no las situaciones de desprotección que puedan vivir… Porque a muchos les cuesta comunicar y también reconocer qué es una violencia, porque muchas las tenemos normalizadas.
–¿Y cuáles son esas malas costumbres que damos por buenas?
–En el ámbito deportivo es donde mejor se entiende. Hasta ahora hemos pasado por alto que un entrenador o entrenadora grite de malas maneras, que en un momento dado te llamen nenaza, o que te pesa el culo y no corres
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–Este verano, al margen de Bernedo, se han dado más problemas en udalekus, sobre todo por las condiciones de las instalaciones.
–Yo creo que esto se ha dado siempre, pero ahora estamos más sensibilizados y somos capaces de hacerlo público. Pero es que necesitamos que se garantice que existe una supervisión de todas las actividades que se realizan con menores. Quienes trabajamos en protección llevamos tiempo diciendo que el deporte, el ocio y tiempo libre son espacios que ha estado alejados de la supervisión en cuanto a protección a la infancia se refiere. Y es por ello que requieren de más recursos y supervisión para garantizar la protección de la infancia y adolescencia.
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