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La zona en la que se ha producido este jueves un desprendimiento de grandes dimensiones sobre la A-8 a la altura de Zaldibar no ... está entre las 35 que la Diputación considera de mayor riesgo. El ente foral ha catalogado un total de 1.195 taludes en su red viaria para estrechar el cerco sobre los más peligrosos con la ayuda de drones y un satélite, pero este área en concreto no se encuentra dentro. La institución activó la maquinaria de las nuevas tecnologías hace dos años, cuando 100.000 metros cúbicos de tierra cayeron sobre la carretera BI-3102 a la altura de Larrabetzu. Por aquel entonces solo la ayuda de unos drones que sobrevolaron la zona para observar el alcance del corrimiento permitió acelerar la toma de decisiones tras un accidente que causó gran alarma.
Aunque la vigilancia de estas porciones de tierra no es una competencia foral, el Departamento de Infraestructuras y Desarrollo Territorial es consciente de los problemas que causan los corrimientos. Sin ir más lejos, el incidente de Larrabetzu obligó a cortar la carretera durante más de cuatro meses. En los últimos seis años, el servicio de conservación ha realizado inspecciones en 352 taludes y ha ido completando un inventario para estrechar el cerco sobre los más peligrosos, especialmente en aquellas vías por las que pasan al menos 1.000 vehículos cada día. «Es una inversión preventiva para limitar los riesgos de los usuarios», explica el diputado del ramo, Imanol Pradales.
Las características geológicas, la geometría de la zona y las inestabilidades observadas han permitido identificar 35 puntos «de alta susceptibilidad» que ocupan una superficie de 31,3 kilómetros cuadrados, el 1,4% de la superficie total de Bizkaia. Es en esas zonas donde la Diputación está extremando la vigilancia, que va mucho más allá de la mera revisión presencial de las laderas que se hace cada seis meses. Lo que ahora cambia es que ya no es estrictamente necesario que los técnicos se adentren en el terreno para chequar su situación. «Estamos comprometidos con la innovación y las nuevas tecnologías en toda nuestra red viaria», defiende Pradales.
El satélite Copernicus de la Agencia Espacial Europea (ESA), que orbita a 700 kilómetros de altura sobre la superficie terrestre, captura cada seis días una fotografía en la que se aprecia el estado de esos taludes. Comparando las sucesivas instantáneas, los técnicos pueden detectar los movimientos en la tierra. Se crea así un mapa que, en función de un código de colores, determina la peligrosidad de que se produzcan desprendimientos sobre las carreteras. Es ahí donde entran en acción los drones, que sacan fotografías y vídeos para luego poder obtener también mapas en 3D. «Primero hacemos un plan de vuelo en el que establecemos las zonas que nos interesa observar. Vemos la imagen a través de una pantalla y también se graba para poder verlo de nuevo», explica Javier Reina, de la empresa Euskontrol.
La información recopilada tiene «una precisión milimétrica» que sería inviable en un trabajo de campo convencional: «Antes los geólogos tenían que meterse en zonas muy difíciles con el riesgo que ello entraña también para ellos. En un derrumbe el barro les puede llegar hasta la altura de la cintura». Esa rapidez en la obtención de los datos permite ganar tiempo, máxime tras un acontecimiento de tal peligrosidad como un desprendimiento de tierras, que suele abocar a realizar obras y cortar vías. En definitiva, tomar decisiones para evitar problemas. «Para hacer un diagnóstico completo con un trabajo manual tardaríamos unas dos semanas. Con los drones podemos tener esa misma información en una mañana», calcula Reina.
Pradales, que presentó este viernes el nuevo sistema en el mirador que hay bajo el monte Jata en la carretera entre Bakio y Armintza, aprecia que esta técnica es especialmente efectiva en un territorio con las características de Bizkaia: «Tenemos una orografía montañosa y unas circunstancias meteorológicas, con gran pluviosidad, que facilitan los deslizamientos». Tampoco hay que olvidar la influencia del mar, que erosiona las rocas. La Diputación va a invertir este año algo más de 193.000 euros en este método innovador, a lo que hay que sumar otros 300.000 que se destinan al tradicional programa de control y seguimiento.
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