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Grandes Molinos Vascos es una de las últimas joyas arquitectónicas que agonizan junto a la ría de la capital vizcaína. Esta antigua fábrica de harina, ubicada en Punta Zorroza, está catalogada como Bien Cultural Calificado por el Gobierno vasco desde 2009. Y, pese a ello, ... se cae a cachos. Su cubierta está prácticamente hundida, con peligro de colapsar. Pertenece a la sociedad ACSA, que ha desoído los requerimientos de la Diputación para que se impliquen en su rehabilitación. Esta situación, y un «riesgo de derrumbe» que podría conducir al edificio «a la ruina irreversible a medio plazo» impulsa al ente foral –encargado de preservar el patrimonio industrial del territorio– a rehabilitar durante este año la cubierta del inmueble. Se trata de una intervención que se prevé extremadamente compleja, por lo que la Administración requerirá reuniones semanales con la empresa a la que se adjudique la dirección de la obra para asegurarse de «la buena marcha de los trabajos».
La clave está en que la ley de Patrimonio Industrial Vasco obliga a las autoridades a «conservar, cuidar y preservar debidamente» estos inmuebles «para evitar su deterioro». La propia normativa establece que son las diputaciones –o el departamento de Cultura del Gobierno vasco– quienes deben reclamar la rehabilitación de estos bienes a sus propietarios y, si la solicitud no es aceptada, pueden ejecutar subsidiariamente las medidas. La Administración vizcaína ha seguido todo este procedimiento de forma escrupulosa, aunque en los últimos años han sido varias las ocasiones en las que la Asociación Vasca de Patrimonio Industrial y Obra Pública ha reclamado «una actitud más proactiva» para que este asunto se incluya en la agenda pública.
Otra de las cuestiones que tienen que abordar las instituciones es qué hacer con este edificio una vez esté rehabilitado. Es una de las materias sobre la que los responsables forales han divagado en un sinfín de plenos y comisiones de las Juntas Generales durante la última década. En 2017 aprobaron por unanimidad una propuesta de EH Bildu que quería restaurar el ruinoso edificio y convertir en un museo de la industria vasca. La idea, sin embargo, acabó en un cajón y desde 2022 los empeños de la Diputación se han centrado en que los dueños de Molinos Vascos se impliquen en restaurar el edificio. Sin embargo, la falta de respuesta ha impulsado a la Administración a licitar durante esta misma semana las obras para la rehabilitación de un inmueble «con notables valores de carácter histórico». Los propios pliegos establecen, de hecho, que este edificio «es uno de los mejores ejemplos europeos supervivientes del tipo de gran harinera portuaria».
La descripción que hacen de la situación del edificio, sin embargo, no es nada halagüeña. El estado actual de las tres cubiertas que conforman Grandes Molinos Vascos «es extremadamente deficiente, ya que diversas áreas se encuentran seriamente deterioradas o incluso colapsadas». Las constantes lluvias y vientos que golpean en su parte superior han supuesto que los elementos de sujeción se encuentren «en estado de pudrición».
Esta situación impulsa a la Administración a «retirar y sustituir todos los elementos en mal estado de la cubierta» de Molinos Vascos. Con el fin de asegurar la estabilidad del edificio y evitar posibles derrumbes en el futuro, la Diputación reclama a la empresa que se vaya a encargar de las obras que impermeabilice la cubierta e incorpore elementos de aislamiento térmico, que puedan servir como base «sobre la que justificar posibles usos y obras» en el futuro.
Las fachadas y los muros de hormigón se mantendrán, aunque sí se que habilitarán intervenciones puntuales que posibiliten el adecuado apoyo de la nueva estructura. Aunque el objetivo es no alterar el esqueleto del edificio para que mantenga su herencia industrial, la Diputación sí que permitirá que el remate del tejado pueda incrementarse «ligeramente».
El tiempo estimado para la finalización de la obra una vez se adjudique es de nueve meses y el dinero por el que ha salido a licitación de 1,2 millones de euros. Una vez el edificio esté rehabilitado llegará el momento en el que las instituciones vascas tendrán que debatir qué uso darle. Si se convierte en un museo industrial o se le busca otro tipo de uso en el Punta Zorroza que se viene.
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