«Que digan lo que hicieron con Laura, aunque ya no les vaya a pasar nada»
La madre de Laura Orue ruega que se rompa la ley del silencio al cumplirse 20 años del crimen de la estudiante de 21 años de Zeberio, al borde del archivo definitivo
«Alguien sabe y ha visto algo, pero lo tiene bien callado. Ella sola no se fue hasta el monte y se enterró. ¿Qué pasaría? ... Pues no lo sé, pero alguien sí. Que digan lo que hicieron con Laura, aunque ya no les vaya a pasar nada. Que hablen y asuman 'hemos sido nosotros'. Luego, para mí, que se borren del firmamento». Ésta es la «última esperanza» que mantiene viva María Ángeles Duoandikoetxea, la madre de Laura Orue, la joven de 21 años que desapareció el 29 de agosto de 1999 en Zeberio, al cumplirse veinte años de uno de los crímenes más oscuros de la historia reciente de Bizkaia, que se encuentra al borde del archivo definitivo.
Después de salir de trabajar en una sidrería en el barrio Zaldarian, a tres minutos de su casa, Laura había quedado con dos amigas en las fiestas de Llodio, pero nunca llegó. Su cuerpo apareció semienterrado en un pinar cercano al domicilio el 5 de septiembre. La joven estudiante de Magisterio se cambió de ropa. Su madre está convencida de que el autor de su muerte «entró en casa», pero cree que «en la misma noche no la llevaron al agujero». Esta hipótesis abona la idea de que quien la mató la conocía y sabía bien dónde ocultar el cuerpo.
El coche de la chica apareció aparcado junto a la estación de Miraballes. ¿Lo condujo ella hasta allí o fue su homicida? Ésta es otra de las incógnitas de uno de los casos más complejos a los que se han enfrentado los investigadores. Tenía previsto coger el tren de la 1.20 horas para llegar a tiempo a la cita con dos de sus mejores amigas.
De no surgir una información relevante,el caso podría prescribir «en tres meses»
archivo
«No han encontrado nada»
El juzgado de Bilbao encargado de la instrucción, el número 8, había decidido reabrir el caso antes del verano y analizar de nuevo algunas pruebas con las nuevas tecnologías surgidas en los últimos años antes de su prescripción, «pero hace quince días han venido a comunicarme que la ropa donde podía haber algún resto estaba muy deteriorada y que no habían podido sacar nada. No han encontrado nada», explica la mujer en conversación con este periódico. «Empezó mal y ha terminado peor», protesta. «En tres meses», si no surge ninguna información nueva y relevante, la investigación quedará archivada. «La única ilusión mía, de mi marido y estoy segura que también de mis hijos es saber quién ha sido, me gustaría mucho».
«Han pasado 20 años, pero nosotros la recordamos igual que el primer día», advierte la mujer con marcado acento euskaldun y la voz rota por la emoción. María Angeles confiesa entre lágrimas que mantiene «su cuarto como lo dejó ella, con toda su ropita. No he tirado nada, ni un hilo de ella, está todo guardadito en su ropero». Se consuela con sus hijos y nietos, pero «el dolor es insoportable, lo llevamos mal, muy mal». «No me ha ayudado nadie y nos han hecho mucho daño. La rabia va por dentro», dice en referencia a algunas informaciones malintencionadas que han ido surgiendo a lo largo de los años.
El cuerpo, sin signos de agresión sexual ni otra violencia, fue enterrado en un pinar cercano a su casa
Por «sofocación»
La joven murió por «sofocación», probablemente con un plástico que el autor del homicidio le colocó estando él a su espalda. El cuerpo no presentaba signos de violencia ni había sido víctima de una agresión sexual aunque tenía los pantalones bajados. La Ertzaintza detuvo en diciembre de aquel año 1999 a un compañero del restaurante donde trabajaba, pero la testigo que le había visto con ella en Llodio aquella noche se retractó. En mayo de 2003, la Policía Municipal de Bilbao detuvo a dos chicos con antecedentes policiales de Miraballes y Arrigorriaga. La prueba de ADN descartó que un pelo teñido hallado en el maletero del coche de uno de ellos fuera de Laura y ambos quedaron libres.
«La que lo tienes que afrontar eres tú con tu dolor. Es duro. Ahora nos toca seguir viviendo con lo mismo, no queda más remedio», se resigna la madre.
La familia pone flores en el pinar donde se halló el cuerpo
Como cada año desde hace veinte, la familia de Laura Orue se reunió el pasado fin de semana para rendir homenaje a la joven. Los padres y hermanos de la estudiante de Zeberio de 21 años colocaron flores en el punto del pinar donde fue enterrado su cuerpo. Días después de su desaparición, el 5 de septiembre de 1999, dos voluntarios descubrieron un mechón de pelo caoba que sobresalía entre la tierra. Era un lugar que había sido rastreado ya por los equipos de rescate, pero no fue hasta ese momento cuando se descubrió el cadáver. La madre de Laura admite que estas fechas las lleva «fatal». Cuando se acerca el aniversario de la desaparición rememora todo el sufrimiento. «Recuerdo a mi hija en aquel pasillo largo de la casa».
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