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«El txikiteo nos ahorra dinero en psiquiatras»
El Día del Txikitero ha arrancado en el Casco Viejo con ofrendas a la Virgen de Begoña, danzas y música, pero también con las primeras rondas de la jornada, ¡cómo no!
Más que cambiar, las ciudades van superponiendo una capa encima de otra, como si fuesen estratos geológicos. Así, debajo de este Bilbao sofisticado y cosmopolita ... del siglo XXI, el del Guggenheim y los gastrobares para turistas, sigue latiendo el Bilbao castizo y esencial, el de la Amatxu, la txapela de medio lado y la nostalgia por el vaso de culo gordo. Y un día al año, justamente hoy, todo eso aflora y propicia la celebración de una manera de ser y de vivir: es el Txikitero Eguna, la vertiente mundana y un poquito etílica de la fiesta de la Virgen de Begoña.
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En los últimos años, se trata de una convocatoria más organizada que antaño, cuando la impulsó don Epi, el párroco de la catedral, y empezó a reunir multitudes gracias al boca a boca, que al fin y al cabo será siempre la red social más propia de este mundillo. El Día del Txikitero tiene hoy un programa de actos muy completo que ha arrancado a las once y media con una romería txakolinera por el Casco Viejo y concluirá a las ocho con el canto de la Salve. Pero, antes de eso, ya estaba en marcha lo que podríamos llamar la celebración oficiosa, que transcurre a la vez que la oficial y se va cruzando con ella: a las once menos diez, la cuadrilla de Los Arlotes calentaba motores en la bodega Joserra, un refugio que ha logrado dar esquinazo a la modernidad en su escondite del cantón. Los Arlotes vienen de Llodio y lucen espléndidos con sus kaikus y sus txapelas: «Un arlote es un hombre descuidado, mal vestido, un poco adán, y nosotros respondemos un poco a eso, pero nos hemos vuelto más formales», ilustra Alfredo Mateos, que se queja de que «esta generación que viene ahora es más de zuritos».
– ¿Acaso no se puede txikitear a zuritos?
– Hombre, no... ¡Es otra cosa!
Los Arlotes están con el primer txikito del día, con el bocatita de bonito con divisa y también con las primeras canciones, acompañadas por Florentxu y su acordeón. Insistimos, no han dado aún las once, pero por el ambiente podría ser cualquier hora del día o de la noche. Todos a una se lanzan a corear 'Txikiteros bilbainitos', en la que se quejan de los precios: desde que ha llegado el euro, solo tienen calderilla, se lamentan, y amenazan con pasarse al botellón en protesta por unos potes «con precio de estraperlo». ¿Se ha puesto caro el txikiteo? «En Llodio el txikito lo tenemos ahora a 1,25 y en Bilbao está a 1,50. Hace un par de años igual costaba 80 céntimos o un euro. Todas las canciones nuestras tienen su parte de verdad», desarrolla Félix Peña.
– ¿Y cuándo empezaron a txikitear?
– A los 18.
– Aaaaantes, hombre. Yo a los 15, cuando entré de aprendiz de moldeador –corrige Enrique Santamaría, que es de Arakaldo.
– ¿Y hoy cuántos se van a beber?
– Hoy es un día peligroso. Quince ya caerán por la mañana –calcula el más lanzado del grupo.
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– Los txikitos no se cuentan –puntualiza otro más comedido.
– ¿Y las mujeres qué dicen?
– La mía vendrá por aquí, porque tiene devoción por la Amatxu. Pero de poteo no: ¡ella es de marianitos! –responde Santos Bengoa con severa mirada de desaprobación.
A las once y media, Los Arlotes se suman al pasacalles por el Casco, un desfile en el que se portan cestos de uva de las seis zonas txakolineras de Bizkaia. En la plaza de Santiago, se baila la 'mahaigaineko dantza': dos hombres vestidos de cura y alcalde se sientan y los dantzaris hacen sus evoluciones encima de una mesa, con un vino como recompensa. Phillip Ohmke, un inglés de ascendencia polaca y rusa, está participando en un tour guiado por las Siete Calles y no pierde ripio de la chocante ceremonia. «Y, si me subo yo y bailo, ¿me darán un vino también?», consulta con hondo interés. A Phillip, el txikiteo le parece «una excelente tradición» y está dispuesto a hacerla propia en cualquier momento.
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– Pero a lo mejor usted es más de cerveza que de vino, ¿no?
– No, no, de las dos cosas, ¡aunque sean a la vez!
Homenaje a 'Petiso'
La comitiva se traslada después al edificio de la Bolsa, para realizar allí la ofrenda de flores y del primer mosto a la Virgen. Se han reunido cientos de personas, pero no abunda tanto el perfil clásico del txikitero, al que le falta relevo generacional. Esa dimensión nostálgica se acentúa en esta edición, la número 59, porque falta la figura más emblemática de esta cultura: José Lejarraga, 'Petiso', era algo así como el supertxikitero y falleció en febrero a los 94 años. El cantante Iñaki Basabe ha interpretado en su honor una bilbainada escrita a medida por Miguel Ángel Gómez, titulada simplemente 'Petiso', y todo el mundo ha secundado al final un '¡Aupa, Petiso!' al que solo le faltaban los vasos en alto. «Él era así, le gustaba disfrutar de la vida y la vivió como quiso –le evocó su hija Mari Jose–. Jamás pensó que se iba a ir, nunca se quiso jubilar».
¿Qué sentido tiene reivindicar en 2022 una tradición como el txikiteo, que parece más propia de otro tiempo? Marino Montero, uno de los organizadores de la jornada, lo tiene muy claro: «El txikiteo nos ahorra mucho dinero en psiquiatras. Es una forma de relación que consiste en salir a compartir la vida con los demás. Te garantiza un equilibrio emocional y te reconcilia contigo mismo. Y fomenta la integración: las cuadrillas son grupos abiertos, a los que te puedes juntar y sentirte parte de un colectivo. No es lo que bebas o lo que no bebas, ¡como si vas a fantas! Lo importante es relacionarse, una necesidad vital».
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