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Igor Barcia
Viernes, 5 de junio 2015, 00:07
En el Gran Premio de Canadá, el recuerdo de Gilles Villeneuve está siempre presente, empezando por el circuito, que cambió su nombre de Circuit Ile Notre-Dame para homenajear al piloto candienseo fallecido en 1982. Pese a que por desgracia su trayectoria en la F1 fue muy breve, 33 años después de su muerte en Zolder nadie olvida a uno de los pilotos más carismáticos, veloces e interesantes que han competido en el Mundial. Por eso, con la visita del Mundial a Montreal es indispensable recordar la figura de Gilles Villeneuve, que fue el primer piloto en ganar en el circuito donde se compite este domingo.
Nacido en Chambly (18-1-1950), un pequeño pueblo de la zona francófona de Canadá (Quebec), se puede decir que Villeneuve marcó una época en las menos de cinco temporadas que estuvo en el campeonato del mundo. Porque a pesar de no haber sido nunca campeón, su nombre está ligado a la mayor parte de las listas de grandes pilotos que se realicen, tal era su carisma... Desde niño se aficionó a los deportes de nieve y descubrió en los moto-trineos su auténtica pasión por la velocidad. Debutó a los 17 años y se convirtió en un gran especialista, que completaba las temporadas en modestas competiciones automovilísticas en Canadá. Fue precisamente así como surgió su gran oportunidad de alcanzar la F1, algo que probablemente ni él mismo se lo había planteado.
En 1974 pasó a la Fórmula Atlantic, una competición que se celebraba entre el noreste de Estados Unidos y el sureste de Canadá. En 1976, temporada en la que ganó nueve de diez carreras, tuvo la fortuna de coincidir en Trois Rivieres con James Hunt, el británico que estaba a punto de convertirse ese año en campeón. Invitado por los organizadores, el de McLaren fue tercero y quedó asombrado ante la habilidad de aquel desconocido Villeneuve, que se llevó la victoria. A su vuelta a Europa, Hunt no podía dejar de hablar de su forma de conducir...
Tendría que esperar hasta 1977 para pilotar un F1, oportunidad que se le presentó cuando, ante la insistencia de Hunt, McLaren invitó al canadiense a participar en unas pruebas previas al Gran Premio de Gran Bretaña. En Silverstone, Villeneuve no asombró por sus tiempos ni por su clasificación (9º), sino por su espectacularidad. Dicen que los miembros de la escudería perdieron la cuenta de los trompos que hizo, pero se dieron cuenta que era la forma que tenía de explorar los límites, de sus posibilidades de ir al máximo en las curvas... Era su forma de conducir, la que hizo habitual en los siguientes cuatro años y medio en el Mundial. Para conocerle un poco más, hay dos frases que reflejan su afán por ir más lejos, más rápido: "Si crees que tienes todo bajo control, es que entonces no vas suficientemente rápido", era una de sus sentencias favoritas o esta otra: "¿Cómo podemos conocer los límites si no tratamos de sobrepasarlos?".
Con Enzo Ferrari
El 21 de Septiembre de 1977, Enzo Ferrari se hizo con sus servicios, para sustituir a Niki Lauda en las dos últimas carreras. El austriaco había dejado a la 'Scuderia' para irse a Brabham, y el 'Commendatore' decidió contratar a aquel piloto del que le habían hablado para participar precisamente en Canadá. Sus inicios no fueron alentadores, porque en Mosport Park fue duodécimo y en Japón, prueba que cerraba la campaña, chocó contra Ronnie Peterson y su Ferrari cayó sobre el público matando a dos personas.
Era la antítesis de su compañero de equipo Carlos Reutemann, pero Enzo Ferrari vio algo en él que le llevó a confirmarlo como piloto oficial en 1978. Tres accidentes consecutivos en el inicio de campaña hicieron que el responsable de la Scuderia tuviera que soportar críticas, pero poco a poco Villeneuve aprendió y mejoró sus prestaciones. Hizo su primer podio en Austria, y en Canadá, la cita final del Mundial de 1978, lograba su primera victoria en la F1.
En 1979 podía haber conquistado el titulo mundial, pero Gilles ayudó a Jody Scheckter, amigo además de ser el primer piloto de Ferrari, a conquistar el galardón. A pesar de todo, el espectáculo que ofrecía en cada prueba fue insuperable, llegando a su máximo exponente en Dijon. Allí, en el GP de Francia, mantuvo junto a Rene Arnoux un mano a mano que pone los pelos de punta. Las imágenes de ambos rodando rueda con rueda y buscando los límites del circuito asombran tanto como el conocer que peleaban por la segunda plaza...
La siguiente temporada fue desastrosa, pero en 1981 Ferrari presentó el 126C Turbo, que Gilles condujo a la victoria en Montecarlo y en el Jarama, en una cita donde mantuvo a raya durante 50 vueltas a cuatro pilotos. Su popularidad estaba en lo más alto, gracias a sus adelantamientos imposibles. Pero si dentro de la pista era indomable, fuera de ellas Gilles llevaba una vida plácida y tranquila, junto a su mujer Joanna, y a sus dos hijos, Melanie y Jacques -futuro campeón en 1997-. Aunque todo se torció en 1982, en concreto desde Imola.
En el GP de San Marino, Villeneuve dominaba la prueba por delante de su compañero Didier Pironi. Desde el muro se les pidió tranquilidad, pero el francés no obedeció y adelantó al canadiense para llevarse la victoria, ante el enfado monumental de éste. Las consecuencias se verían en Zolder (GP de Bélgica). Allí, Pironi marcaba el mejor tiempo y Villeneuve rodaba a una décima, lo que picó su orgullo de campeón. Se lanzó en busca de una vuelta rápida cuando se topó en mitad de la pista con Jochen Maas. Pensó que lo libraba, pero lo rozó con su rueda delantera y voló a más de 200 kilómetros por hora. Cuando llegaron los primeros pilotos a socorrerle, ya no había nada que hacer. El piloto había dado paso a la leyenda.
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