José Luis Pérez Canca, con la Recopa de Europa de 1999, es felicitado por los aficionados.
EN EL RECUERDO

Hasta siempre, 'Pepelu'

El mundo de balonmano llora la muerte de José Luis Pérez Canca, quien a sus 44 años ha perdido su batalla contra el cáncer

Robert Basic

Sábado, 12 de septiembre 2015, 00:39

Tenía pensando escribir esta semana de la Super Globe, de la victoria final del Füchse y de la derrota del Barcelona en su enfrentamiento precisamente con el equipo alemán. De un torneo cuyo principal atractivo son los 400.000 dólares, unos 355.000 euros, que se adjudican al ganador en la pista del Duhail Sports Hall de Doha, en Qatar, donde últimamente todo es posible gracias a la profundidad de los bolsillos de sus jeques, tan inabarcables como sus pozos de petróleo. Pero entonces supe de la muerte de José Luis Pérez Canca, 'Pepelu', el genial central malagueño quien tras cientos de batallas ganadas en la cancha perdió la más importante, la batalla por su vida. El mundo del balonmano llora la muerte de un tipo extraordinario que a los 44 años fue víctima de un cáncer de páncreas, aunque luchó hasta el final como acostumbraba a hacerlo en su época de jugador, siempre atento a los detalles y a los pasillos imposibles por los que solía colarse y escapar de las torres que le rodeaban. No pudo más y por fin descansa en paz, que encontró tras dos años de infatigable lucha contra la enfermedad.

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La noticia de su fallecimiento me conmovió y enseguida me acordé de Albert López, la joven promesa del Granollers a la que no he visto jugar y que murió en mayo a los 21 años también víctima de un tumor, y de Vladimir Rivera, aquel portero gigantón del ya desaparecido Portland San Antonio quien sufrió en 2004 un aneurisma en la aorta y fue hallado sin vida en su casa por la Guardia Civil. Tenía 33 años y dejaba mujer y tres hijas. Y ahora Pérez Canca, otra muerte prematura. Todavía me acuerdo de la primera vez que le vi. Fue en 1994 y entonces defendía los colores del Puleva Maristas malagueño. Sus movimientos eran eléctricos, rapidísimos, y los pivotes le adoraban. Era su mejor amigo, el hombre que les suministraba alimento en forma de balones que anunciaban goles. Apenas sobrepasaba el 1,80, pero asistía y marcaba con facilidad. Daba gusto seguirle en la pista, menos para sus defensores, que sufrían con su velocidad y cambios de ritmo. Él se divertía.

Todo el mundo sabía de su pelea contra el cáncer, de lo difícil que resultaría salir victorioso de esta desigual pelea, pero nadie lo daba por perdido. A veces lo milagros ocurren, o a eso nos agarramos cuando todo lo demás falla, y 'Pepelu' los buscó hasta el final. Cuando sus ojos se cerraron, las de un hombre que fue plata con la selección en el Europeo de 1998, que ganó una Recopa, una EHF, una Copa del Rey y una Copa ASOBAL, con Ademar León y Ciudad Real, las lágrimas comenzaron a caer en todos los rincones de Europa. "Hundido y destrozado. Un amigo y una de las personas que más me enseñó dentro y fuera de la pista", escribió Antonio García, jugador con el que compartió vestuario en el Granollers y que ahora se gana la vida en el Pick Szeged húngaro. "Se nos ha ido una de las mejores personas que he conocido en este mundo del balonmano", redactó José Manuel Sierra, portero de este equipo magiar.

El mundo de balonmano lloraba y recordaba a Pepelu, el tipo de la sonrisa eterna. Jamás perdió el optimismo, ni siquiera cuando le confirmaron que el cáncer le comía por dentro. "Una situación así te ayuda a ver las cosas importantes de la vida y eres incluso más feliz. Disfruto más con los pequeños detalles, como pasar una tarde con mi mujer y mi hija", declaró hace algo más de un año al 'Diario de León'. Comenzó su carrera en Málaga junto a Antonio Carlos Ortega, ahora entrenador del Vezsprem, quien acusó el golpe de su fallecimiento y escribió lo siguiente en su cuenta de Twitter. "Hoy (por el jueves) perdimos la Super Globe. Yo además perdí a un amigo de los de verdad. Nunca olvidaré tu lucha y alegría. Descansa en paz". Por fin la ha encontrado y está libre. Como cuando se divertía en la pista, donde era feliz.

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