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Jon Agiriano
Sábado, 16 de enero 2016, 00:53
Tengo verdadera curiosidad por ver cómo le van las cosas a Zinedine Zidane en el banquillo del Real Madrid, ese destino fascinante y fatal cuyo ... intento de conquista en el siglo XXI, como en otra época las grandes cimas del Himalaya, ha dejado ya un montón de cadáveres. Ello no impide, sin embargo, que haya una larga cola de voluntarios dispuestos a probar fortuna. No son pobre gente engañada, ni mucho menos. Todos saben que esos sillones calentitos y ergonómicos del Bernabéu en los que te hundirías feliz, sonriendo como un osito de peluche, son en realidad una silla eléctrica en la que achicharran a la gente de su oficio con una frecuencia que el fútbol español sólo recuerda en los tiempos de la guillotina de Jesús Gil y Gil y sus 'tricoteuses' buenorras. Pero, en fin, tampoco eso importa demasiado. La atracción que ejerce ese abismo es insuperable. Ningún entrenador puede resistirse a ella, de manera que Florentino Pérez va coleccionando técnicos de postín, uno tras otro, con la avidez alocada de un cazador sin puntería.
Mi curiosidad respecto a Zidane tiene que ver con su capacidad para resistir el voltaje letal del banquillo merengue. Es evidente que 'Zizou' dispone del crédito de los mitos andantes, que es muy largo pero no ilimitado. La afición del Real Madrid le adora y los jugadores le admiran hasta el punto de sentirse honrados de que les dirija un tipo que jugó al fútbol mejor que cualquiera de ellos. Durante las próximas semanas de calendario benigno lo más probable es que el madridismo continúe viviendo en ese estado de deslumbramiento hipnótico que provocan las apariciones providenciales, como lo ha sido la de Zidane en sustitución de Rafa Benítez. Pero, ¿y luego? ¿Qué sucederá cuando comiencen los disparos?
Quizá sea una pregunta gratuita y el Real Madrid, al mando de su nuevo entrenador, entre de repente en una época dorada. No hace falta decir que todos sus seguidores suspiran por ello. Todos quieren creer que Zidane es el Mesías. Algunos, sin embargo, tenemos nuestras dudas. Sencillamente, no vemos en el Real Madrid un equipo suficientemente trabajado, potente y equilibrado como para destronar a este Barcelona. Que es de lo que se trata, claro. Dicho de otro modo: algunos ya escuchamos los tiros a lo lejos y, como decía al comienzo de este artículo, tenemos mucha curiosidad por ver cómo reacciona en los momentos difíciles el exfutbolista y técnico marsellés.
Catorce expulsiones
En mi caso, debo confesar que Zidane siempre me ha parecido un tipo misterioso con un peligro latente en su mirada, bella y enigmática. Durante el Mundial de Francia, viéndole retirarse del campo de Sant Denis tras ser expulsado por pisar violentamente a su marcador, Fuad Amin, el capitán de Arabia Saudí, me dije a mí mismo que aquel futbolista extraordinario, sin duda uno de los más elegantes de la historia, tenía un talón de Aquiles. De otro modo no podía explicarse que reaccionase de aquella manera en un partido que su selección ya tenía en el bolsillo -ganaba por 2-0 y los saudíes jugaban con uno menos-, poniendo en riesgo su participación en el Mundial. Tuvo suerte de que sólo le cayeran dos partidos de sanción.
A lo largo de su carrera, Zidane ha sufrido 14 expulsiones, la más famosa de todas en la final del Mundial de Alemania en 2006 por su cabezazo a Materazzi. No ha sido, pese a todo, un futbolista polémico. En absoluto. Se le han cruzado los cables algunas veces, pero en general ha sabido contenerse con bastante eficacia. Pero tengo la sospecha de que el peligro siempre estuvo y continúa estando ahí, en su timidez volcánica, en su inquietante introversión, en su mirada de hombre del desierto, tan profunda que es imposible desentrañarla. Qué quieren que les diga: no me gustaría estar cerca de él cuando las cosas se tuerzan y la sala de prensa de Valdebebas empiece a oler a azufre.
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