La oscura rutina del Barça
Insultos, amenazas, provocaciones, sospechas de defraudar a Hacienda... El día a día se ha convertido en una sucesión de escándalos en el conjunto culé
iñigo crespo
Viernes, 8 de enero 2016, 22:49
Cuando los insultos, las amenazas y los deslices de un futbolista se repiten, se le presupone cierta sensación de inmunidad. La falta de represalias, correctivos ... o avisos conlleva siempre un grave riesgo de que la situación se descontrole, y eso es desde luego lo que ha sucedido con numerosos jugadores del Barcelona en los últimos tiempos. Los escándalos se suceden en Can Barça, sólo aplacados por los brillantes resultados deportivos y las maravillas que firman sus estratosféricos atacantes. La inoperancia de las altas esferas blaugranas ante las crecientes salidas de tiesto de Gerard Piqué, Luis Suárez, Dani Alves, Jordi Alba y Sergio Busquets, entre otros, han convertido al Barcelona en un conjunto de ensueño por 90 minutos, y cuyo brillo se apaga al mismo tiempo que los focos que lo iluminan.
El mayor gesto que ha realizado el club ante los desmanes de sus futbolistas se produjo ayer, cuando se desmarcó de las «ofensivas» palabras que Dani Alves dedicó a la prensa española. «Qué p... basura que son», lanzó el lateral derecho azulgrana. La entidad de la Ciudad Condal, por su lado, esgrimió a través de un comunicado que «no admite ni comparte» las afirmaciones del brasileño. El hecho de rechazar el episodio, en lugar de tratar de aplacarlo, concede a los futbolistas un halo de invulnerabilidad que ha resultado sin duda contraproducente en Can Barça.
El caso del lateral, que insultó a la prensa por su reacción tras el bronco derbi de Copa ante el Espanyol, no es en absoluto un hecho aislado. Sólo unas horas antes de que el Barcelona reprobara el mensaje de Alves, Luis Suárez conocía su sanción de dos partidos por dirigirse de manera despectiva a los jugadores del Espanyol. «Sos un desecho», espetó el uruguayo a uno de los futbolistas 'pericos', lo que obligará a Luis Enrique a retocar su implacable delantera en dos choques y pone en entredicho la 'rehabilitación' de Suárez tras su largo historial en la Premier -insultos racistos y mordiscos incluidos- y en la selección, donde fue castigado por incrustar sus dientes en Chiellini.
En muchos de los casos que han salpicado la imagen del Barça, muy golpeada en los últimos meses, destacan las provocaciones, insultos y faltas de respeto que denotan cierta sensación de superioridad por parte de los futbolistas. El momento en que Jordi Alba amenazó a un periodista durante un viaje -«te arranco la cabeza», le dijo-, los reproches de Mascherano a un juez de línea -«la concha de tu hermana»- y Busquets llamando «mono» a Marcelo durante un clásico incendiario, entre otros muchos, han sacudido la imagen pública del club blaugrana, que en la época de Guardiola parecía idílica porque el técnico de Santpedor absorbía toda la atención.
Las provocaciones de Piqué
No obstante, el jugador que más se ha significado en las refriegas del Barça es sin duda Gerard Piqué, que nunca ha ocultado su deseo de convertirse en presidente del club en el futuro y figura en todas las provocaciones con los rivales. El central llamo «cono...cido» a Arbeloa, ha despertado el rechazo de numerosos aficionados rivales, ha lanzado interminables rechazos a sus adversarios... Ni siquiera Luis Enrique se ha librado de esa preponderancia, después de que decidiera no sustituir a Mathieu ante el Villanovense cuando el francés se lesionó, aún quedaban diez minutos para que finalizara el choque y todavía contaba con recambios.
Los continuos problemas con Hacienda de Mascherano y Messi, el 'caso Neymar' y las constantes disputas que se registran en el terreno de juego han subrayado el contraste de los futbolistas del Barça, cuyo comportamiento dista mucho del ascendiente que tienen entre sus fieles seguidores. El Barça defiende a sus jugadores al ejercer de paraguas cuando cree verlos amenazados, y en muchas ocasiones afirma que se trata de hechos aislados. En los últimos tiempos, sin embargo, se ha convertido en la oscura rutina de un Barça que sólo puede escudarse en sus destellos sobre el césped.
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