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Arda Turan, jugador del Atlético.

¿Quién no admira a Arda Turan?

El futbolista turco del Atlético es un ejemplo de simpatía y de talento puro puesto al servicio de su equipo

Jon Agiriano

Sábado, 4 de octubre 2014, 01:26

Si hay algo verdaderamente difícil en el fútbol -y en la vida, faltaría más- es conseguir que todo el mundo te quiera. Son muchos, en realidad, los que consideran que esta unanimidad es imposible. Y sobre todo en un deporte que provoca unos sentimientos tan enconados y unos prejuicios tan arraigados. Yo tengo mis pequeñas dudas al respecto. Insisto en el tamaño: pequeñas. Probablemente tengan razón los negacionistas, los convencidos de que ni un solo futbolista puede tener la adhesión unánime de los aficionados. A mí, sin embargo, me encanta buscar candidatos y eso que no es nada fácil encontrarlos. En general, suele ser una empresa abocada al fracaso, como cribar las arenas de un río en busca de una pepita de oro que nadie ha descubierto nunca en esas aguas. Pero les aseguro que, como tantos otros ejercicios perfectamente inútiles, merece la pena.

Mi último candidato al trono del cariño global de los aficionados al fútbol lo considero bastante sólido y se lo expongo a continuación. Se trata de Arda Turan, ya saben, ese turco genial al que siempre imagino llegando al Manzanares en una alfombra voladora. ¿Hay alguien que no le admire o al que le caiga mal el futbolista de Estambul? Todavía no lo he descubierto. De Arda me gusta hasta el nombre, que es el mismo que el del mundo imaginario de Tolkien. Como futbolista, es uno de esos talentos maravillosos que lo hacen todo, incluyendo lo más difícil, con una naturalidad desconcertante.

'Ardaturanismo'

Verlo en el Atlético de Madrid me parece, además, particularmente atractivo. Y es que Arda es algo así como la contradicción mínima necesaria que un equipo debe tener en su interior para poder ser grande. Dentro de esa potente cadena de montaje que es el Atlético de Simeone, él es la imaginación, la alegría, la belleza del juego incontaminado, la libertad. Y también la distinción. Si los colchoneros fueran un traje gris de impecable factura pero excesivamente sobrio, Arda sería ese complemento perfecto que da color y vida al conjunto. Si fueran una frase larga y densa, él sería ese pequeño adjetivo exacto que la alumbra. Este tipo de virtudes, además, no han convertido a Arda Turan en algo que perfectamente podría haber sido con su talento: un individualista. Todo lo contrario. Es un ejemplo de generosidad y entrega.

Preguntado sobre lo que significa el 'ardaturanismo', que es un concepto acuñado en las redes sociales, Juan E. Rodríguez Garrido, autor del libro 'Arda Turan. El genio de Bayrampasa', publicado por la editorial 'Al Poste', hizo una definición llena de lucidez. "Se puede definir de muchas maneras y ninguna sería acertada. El ardaturanismo es, sobre todo, estética. La idea de que se puede sonreír jugando, de que se puede dar el máximo y ser feliz. De alguna manera son las cosas que molan, las cosas bonitas de la vida, la idea de la generosidad jugando al fútbol, de salir andando cuando todos corren, de frenar cuando se aceleran o de acelerar cuando los demás paran", explicó en una entrevista este profesor de la Universidad Complutense.

Aparte de virtudes deportivas, para lograr la unanimidad de los aficionados también es necesario hacerse querer como persona. O como personaje público, sería mejor decir. Me remito de nuevo al profesor Rodríguez Garrido para abordar esta cuestión. "Arda Turan nos fascina porque desprende simpatía. Es un tipo encantador y sonriente. Y cuanto más detalles conocemos de su vida, más nos damos cuenta de que es esencialmente y, sobre todo, bueno". Todo esto es verdad. No le recuerdo al turco un gesto feo o una acción cobarde o reprobable. Y eso que en el campo está rodeado de una serie de tipos que harían parecer remilgado a Liberty Valance. Me gustó saber que Arda paga la luz y el agua en todo el bloque de viviendas en el que nació, en Bayrampasa, un barrio humilde de Estambul, al otro lado del Bósforo. O que lo primero que hizo cuando tuvo dinero fue cumplir el sueño de su padre y ponerle una gasolinera. O que no tiene valor para despedir a Ata, su traductor de Madrid, a pesar de que ya sólo lo necesita como amigo. Yo es que soy muy de Arda Turan, no sé si ha quedado suficientemente claro.

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