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Jon Pascua, en Bermeo.
La aventura filipina de un bermeano
FÚTBOL

La aventura filipina de un bermeano

Jon Pascua Ibarrola se convierte en entrenador de porteros de la selección asiática tras trabajar en Sudáfrica

Javier Ortiz de Lazcano

Sábado, 9 de abril 2016, 01:11

La culpa la tuvieron las botas de fútbol. Jon Pascua Ibarrola (Bermeo, 43 años) aterrizó en Manila el pasado 12 de marzo con una maleta de mano. «Iba para una semana. Llevaba un pantalón, dos de deportes, una camisa, unas zapatillas y unas chancletas». Atendía a la llamada del seleccionador de Filipinas (el norteamericano Thomas Dooley, exinternacional y ex de Kaiserslautern, Bayer Leverkusen y Schalke). «Me ofreció el puesto, pero como dudé me pidió venir una semana para ver esto».

El mismo día de su aterrizaje contestó que se quedaba, que no iba a utilizar el billete. «En cuanto me pongo las botas me viene la adrelanina de trabajar, de viajar, de conocer una nueva cultura... Y me pongo cachondo. Le dije 'aquí me quedo hasta el 15 de mayo'». Sólo firmó dos meses porque tiene comprometida su presencia en congresos y debe realizar exámenes de psicología y coaching deportivo. Además, quiere dejar la ventana abierta para un posible regreso.

Pascua Ibarrola se ha encontrado en Filipinas con menos medios de los que tuvo en el Mamelodi Sundowns de Sudáfrica, el equipo en el que estuvo cinco temporadas y con el que ganó la Champions sudafricana. «Aquí debo readaptar mi modelo de trabajo. He entrenado a diversas horas y la mejor son las seis de la mañana. Es extraño porque llego a las 05.30 horas al campo y pones los chinos y el material a oscuras».

Tras pasar por el Athletic, África le marcó. «Ha sido como romper con una pareja. Han sido cinco años muy intensos, como una ruptura sentimental. Estaba en Johanesburgo. Querían que siguiera y me ofrecen dos años más. Estaba bien, en condiciones muy buenas, pero necesitaba un cambio porque el ciclo se acabó. El cuerpo y la mente me decían 'ya hemos acabado el trabajo'. La vida allí era un gueto, un búnker al que llamaba mi jaula de oro y necesitaba equilibrio en mi vida. Y sobre todo porque tenía la ilusión de entrenar en Europa. Pero eso sí, no hay semana en la que no sueñe con algo que me sucedió en África».

De vuelta en Bermeo, buscó equipos y, lógicamente, se dirigió en primer lugar al Athletic. Nada que hacer. «Me puse en contacto con Amorrortu. Le envío un mail y le explico mi situación y que deseo acercarme a España, que si tiene alguna necesidad, valoraría la oferta. A los días me contestó y me dijo no tener ninguna necesidad».

Cuando aparece la oferta filipina se anima. «Sólo vives una vez y ésta es una oportunidad única. No es que me digas que estuve en África y esto es un paso atrás. No se me caen los anillos. Trabajo es trabajo y cuando salto al campo veo porteros, aunque tengan menos nivel al que estoy acostumbrado, pero eso también es el reto. Ser entrenador es ser trascendente, provocar cambios en la carrera del jugador. Eso eso es lo importante».

Empeñado en que su trabajo deje un legado, pidió a la selección que le permitiera trabajar también con el club Global, donde están los tres porteros de entre 21 y 22 años que van al combinado nacional. «El fútbol es el medio para saborear el fútbol. No me molesta que me tilden de trotamundos del fútbol porque es un halago, pero no quiero que se me encasquille así porque estoy preparado para fútbol de élite español. Quiero entrenar en Primera, pero no lo necesito para ser feliz aunque no lo haya logrado por mis circunstancias, ausencia de reconocimiento, no estar con un entrenador top. Además, esté en un Primera o en Filipinas mi trabajo es de élite. Disfruto de la vida y esto no lo voy a dejar pasar».

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