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Gareth Bale.
La coletita de Gareth Bale
fútbol

La coletita de Gareth Bale

La actitud de algunos futbolistas del Real Madrid resulta inexplicable y es, en buena medida, la causa de su fracaso deportivo

Jon Agiriano

Sábado, 19 de marzo 2016, 00:49

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Vi el partido del Real Madrid en Las Palmas a salto de mata y sin prestar demasiada atención. No me interesaba demasiado, para qué lo voy a negar. En realidad, lo único que por momentos me retenía frente a la pantalla era el buen fútbol del equipo de Quique Setién, al que le deseo lo mejor de aquí a final de temporada. Tiene mucho mérito lo que está haciendo el técnico cántabro. Al Real Madrid, por el contrario, daba pena verlo una vez más. Y sospecho que la seguirá dando hasta que termine la Liga. Se les van a hacer molto longos a los madridistas los nueve partidos que quedan. Obsesionados como están con la Champions, que vendría a ser como una gran bula que les perdonaría todos los pecados, da la impresión de que los jugadores de Zidane van a tirar la competición doméstica sin ningún rubor. Es lo que se temen muchos seguidores blancos. Lo que temen y lo que no están dispuestos a aceptar, al menos sin gritar a los cuatro vientos su indignación. Yo les entiendo. Y es que les están tocando una de las fibras sensibles que componen su orgullo de pertenencia: la actitud a la que obliga su escudo.

Aunque siempre he tenido al Real Madrid como uno de mis enemigos predilectos, crecí admirando y respetando la conducta de sus jugadores, su manera de honrar la grandeza de la camiseta que vestían y cumplir con las obligaciones que ésta les imponía. Todo esto se está perdiendo. El Real Madrid tiene un serio problema de identidad. Es algo que ve todo el mundo menos sus dirigentes y su recua de palmeros. Fuera de ese extraño colectivo, a todos se nos hace evidente que el Madrid ya se no se comporta como se ha comportado durante décadas. El hecho mismo de fiarlo todo a la bala de la Champions -es cierto que ha ocurrido otras veces, pero no de una forma tan descarada, con una plantilla tan impresionante y desde el mes de febrero-, es el mejor ejemplo de su pérdida de principios. Porque la grandeza histórica del Madrid no ha sido agigantarse para los tres o cuatro duelos con mucho oropel que hay a lo largo de la temporada, algo que bien mirado hacen todos los equipos en la medida de sus posibilidades, sino permanecer agigantado durante nueve meses y pasearse como una trituradora por esos campos de Dios donde otros equipos se andaban con melindres. Así ganó 32 ligas.

El pasado martes, leyendo la edición digital del diario 'As', descubrí una información muy curiosa. La escribía Tomás Roncero, líder indiscutible del periodismo bufandero madridista. Roncero se había fijado en una jugada que protagonizó Bale en el minuto 39 del partido contra la Unión Deportiva las Palmas. De repente, el galés dejó de correr, se puso a andar y comenzó a arreglarse lo que parecía un problema de la goma que le sostiene la coleta. El arreglo se inició en el minuto 39 y 18 segundos y terminó en el 39 y 43 segundos. «En total, por tanto, 25 segundos de reloj con los brazos en alto, andando lentamente mientras recorría unos 60 metros y sus compañeros hacían la transición defensiva. Las Palmas atacaba y él seguía en su empeño capilar. Hasta daba saltos para disimular, pero no presionó un solo momento el ataque canario», escribía el periodista manchego.

Ya sé que sacar grandes conclusiones de una acción como ésta puede ser exagerado e injusto. Probablemente, sería más sensato considerarlo una nimiedad, una de esas anécdotas sin importancia que el periodismo serio debe pasar por alto. Pues bien, me expongo a la reprobación de los más doctos: me parece que la jugada tiene un gran significado. Que un futbolista galés desatienda sus obligaciones y pierda el tiempo arreglándose una coletita mientras su equipo se defiende no es que me parezca un síntoma inequívoco de la crisis del Real Madrid. ¡Es que me parece una muestra sangrante de la pérdida de valores de Occidente!

A uno, que ha visto a mineros de Glamorgan salir tiznados de las galerías y partirse el alma jugando al rugby sobre un campo oscuro y embarrado, ya se le hace difícil aunar en una misma frase los términos galés y coletita. (¡En todo caso, coleta y pendientes de aro, y sirenas y calaveras tatuadas de pirata de Pembrokeshire!) Pero reconozco que esto es un problema mío. Mis hijos me dirían que soy un carca y supongo que debo aceptarlo. Eso sí, quiero decir dos cosas en mi descargo. La primera es que, en los tiempos de Santiago Bernabéu, a ningún Gareth Bale de este mundo se le hubiera ocurrido hacer algo semejante. Para empezar, es probable que Di Stéfano se hubiera metido a los vestuarios y hubiera salido con un Colt para apuntarle a la cabeza. Pero no hay que ir tan lejos, no hace falta retrotraernos a los tiempos en los que los hombres europeos no tenían esos desvelos estéticos. ¿Hubiera tenido Bale el valor de hacer en White Hart Line lo que hizo en El Insular? Me temo que no. Sea como fuere, insisto en que entiendo a los madridistas. Tienen que estar hasta el moño.

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