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Gianni Infantino.
El nuevo capo

El nuevo capo

No deja de ser un sarcasmo que Don Gianni Infantino, mano derecha de Platini, sea el nuevo presidente de la FIFA y se postule como un renovador

Jon Agiriano

Sábado, 5 de marzo 2016, 01:31

Ante organizaciones como el COE o la FIFA reconozco sentir una curiosidad que va más allá de la propia lógica del periodismo. Es una curiosidad casi científica, como de entomólogo que asiste fascinado, con su lupa o su cámara de visión microscópica -digo yo que las habrá, vaya- a las ceremonias de apareamiento y supervivencia de un insecto extrañísimo. No me dirán que la elección de Gianni Infantino como nuevo presidente del máximo organismo del fútbol mundial no ha sido algo fascinante. El exconsigliere de Michel Platini, como le llamaba el otro día John Carlin, ganó en segunda votación a su rival, el jeque Salman Al Khalifa. Ambos se fundieron en un abrazo al término del recuento e hicieron votos por un tiempo nuevo en la FIFA. Su coincidencia fue más allá. Ninguno de los dos osó criticar a Joseph Blatter, el antiguo padrino.

Observándoles por televisión, no pude dejar de admirarles. Y es que en los primeros puestos de mi lista de debilidades figura la de asombrarme hasta la admiración con los grandes caraduras, esos tipos con un jeta de cemento armado que no es que no tengan escrúpulos sino que no saben ni lo que son. Son naturalezas extraordinarias, no me lo negarán, seres inmunes a cualquier tipo de vergüenza, incluyendo la torera. Que Infantino, más conocido entre los aficionados al fútbol como el calvo de los sorteos de la UEFA, el típico fontanero astuto, simpático y políglota, muñidor de acuerdos más o menos oscuros entre bambalinas, se presente como el renovador de la FIFA, una organización acusada por el FBI de «desenfrenada, sistemática y profundamente arraigada» corrupción, es para comer cerillas.

Ahora bien, reconozcamos que todavía hubiera sido peor, desde luego más inquietante, la segunda opción, la del señor Salman Al Khalifa. Y no lo digo porque, en general, los jeques árabes estén bajo sospecha tras la compra directa a la FIFA- apenas unos pequeños regateos en las comisiones- del Mundial de Qatar 2022. Lo digo porque este jeque, en concreto, lleva años teniendo que defenderse panza arriba de acusaciones de complicidad en las torturas practicadas en su país, Bahréin, contra los opositores al régimen. Vamos, que Infantino parece alguien más civilizado. O menos tenebroso, como queramos verlo. De hecho, ya le vemos estos días por ahí, sonriente, haciendo relaciones públicas, jugando partidos amistosos con aburridas exleyendas del fútbol. Se le ve feliz, encantado de haberse conocido, de su astucia para protagonizar ese sorpasso repentino en el escalafón que recuerda al de los mafiosos que comenzaban como sicarios y terminaban de capos cuando éstos iban desapareciendo, encarcelados o liquidados en algún restaurante italiano con manteles de cuadros y un plato de pasta con tomate sobre la mesa.

Don Gianni Infantino. Debo confesar que le menosprecie un poco a fuerza de verle dirigiendo los sorteos con su sonrisa estructural y su calva reluciente. ¡Qué gran error el mío! Nunca desprecies a alguien que se llame Gianni Infantino.

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